Collage
En Iges de Valnorte, la aldea de donde huyó mi abuelo, las personas son raras, muy raras o simplemente anormales. Y algunos, los menos, salen listos. Mi abuelo, que era de los raros a secas, pero también de los listos, decía que eso era cosa de la endogamia. Basta con pasearse brevemente por sus dos cementerios, el viejo y el nuevo, para sospechar que algo habrá de eso: casi todos los muertos –y los vivos que siguen malviviendo en Iges- se apellidan Porrés o Batés. Muchos son Porrés Porrés o Batés Batés, algunos son Batés Porrés y otros Porrés Batés. De vez en cuando uno se sorprende al descubrir a un García o quizá a un Martínez; sin duda llegaron a Iges por error y, por un error aún más monumental, allí se quedaron, con lo que en los cementerios de la aldea descansan también muertos llamados García Batés o Porrés Martínez. Los Porrés y los Batés, en cualquier caso, llevan siglos matándose y amándose entre ellos, sin apenas rivales, por conservar en su poder las miserias de Iges.
Mi abuelo, un Porrés Porrés, era, además de raro, de los listos. Fue así que nada más cumplir los 14 huyó de Iges, como quien huye de un maldición y, decidido a tener un futuro para él y para quienes pudiera engendrar en el futuro, se fue tan lejos como pudo: su talento le permitió llegar a San Juan, donde se casó con una muchacha de la ciudad y donde nació mi padre, que aún salió raro, pero normal, y donde mi padre me tuvo a mí y a mis hermanos. Alguno de ellos es raro, pero su rareza no es ya la de Iges.
Más listo que mi abuelo –y también mucho más raro, según se ha contado siempre en casa, de los muy raros- era su primo segundo Aquilino Batés. Mi abuelo, pese a su inteligencia, no pudo llegar más allá de San Juan y aquí se quedó. Aquilino Batés supo ir mucho más lejos, a América, donde llegó con cuatro chavos y donde prosperó con no sé qué negocios sin duda raros. Durante unos años se escribió con el abuelo y, después, ya muy brevemente, con papá. Sabemos que se casó con una chica de allí. Nunca volvió a Iges, ni siquiera a España, se americanizó por completo y hasta perdió feliz el acento de su maldito apellido Batés. Tuvo cuatro o cinco hijos y al parecer todo empezó a torcerse al nacer el menor, que de tan raro que era, escribió Aquilino, parecía haber nacido en Iges. Luego su mujer empezó a enfermar, algo mental, y años después Aquilino murió asesinado, no sabemos cómo. Perdimos el contacto con la familia y de los hijos solo llegamos a saber algo muchos años después. Del menor, aquel al que Aquilino bautizó con ese nombre que siempre nos pareció más propio de una marca de calzoncillos. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. Norman, eso. Norman Bates.
Mi abuelo, un Porrés Porrés, era, además de raro, de los listos. Fue así que nada más cumplir los 14 huyó de Iges, como quien huye de un maldición y, decidido a tener un futuro para él y para quienes pudiera engendrar en el futuro, se fue tan lejos como pudo: su talento le permitió llegar a San Juan, donde se casó con una muchacha de la ciudad y donde nació mi padre, que aún salió raro, pero normal, y donde mi padre me tuvo a mí y a mis hermanos. Alguno de ellos es raro, pero su rareza no es ya la de Iges.
Más listo que mi abuelo –y también mucho más raro, según se ha contado siempre en casa, de los muy raros- era su primo segundo Aquilino Batés. Mi abuelo, pese a su inteligencia, no pudo llegar más allá de San Juan y aquí se quedó. Aquilino Batés supo ir mucho más lejos, a América, donde llegó con cuatro chavos y donde prosperó con no sé qué negocios sin duda raros. Durante unos años se escribió con el abuelo y, después, ya muy brevemente, con papá. Sabemos que se casó con una chica de allí. Nunca volvió a Iges, ni siquiera a España, se americanizó por completo y hasta perdió feliz el acento de su maldito apellido Batés. Tuvo cuatro o cinco hijos y al parecer todo empezó a torcerse al nacer el menor, que de tan raro que era, escribió Aquilino, parecía haber nacido en Iges. Luego su mujer empezó a enfermar, algo mental, y años después Aquilino murió asesinado, no sabemos cómo. Perdimos el contacto con la familia y de los hijos solo llegamos a saber algo muchos años después. Del menor, aquel al que Aquilino bautizó con ese nombre que siempre nos pareció más propio de una marca de calzoncillos. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. Norman, eso. Norman Bates.
5 Comments:
he he, muy bueno :-)
Bueno, es un chiste malo que se me ocurrió en un cementerio
Hasta el final no me he dado cuenta de que me estabas tomando el pelo. Muy bueno!
(y ahora toca demotrar que no soy un robot... Cómo me fastidia descifrar esas letrucas!)
Nunca tuve claro si Michael Corleone estaba en lo cierto cuando le decía a su hermano Fredo: "Tú eres mi hermano y te quiero bien, pero nunca más te pongas contra la familia".
Dicen que las familias desdichadas se parecen, como las porras a los bates de béisbol, por ejemplo. Saludos!
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