mercoledì, dicembre 05, 2012

Un día volveré

Pero bueno, olvidémonos del ministro Wert y centrémonos en la basura estrictamente dicha: en la basura depositada en el Punt Verd, la desechería urbana en la que los barceloneses depositan sus trastos reutilizables y en la que, como ya expliqué hace unos meses, me proveo de todo tipo de libros que, por si fuera poco, después leo. Acudir al Punt Verd me evita tener que pasar por las librerías al uso y bla bla bla. No me repetiré, todo eso ya está explicado en otro post.
El caso es que mi última adquisición en el Punt Verd, ayer mismo, es una edición de Un día volveré, de Juan Marsé, autor que suele satisfacerme (no siempre, pero eso ni Messi) y que, sorprendentemente, aparece con frecuencia entre los libros de la desechería. ¿Por qué? Tengo varias teorías: una, es un autor de cierto prestigio que se regala mucho a gente que no lee y que con él tiempo se libra de ese molesto obsequio. Dos, es un autor que ya lleva muchos años vendiéndose bien y, por ley de vida, ya tiene seguidores que empiezan a morirse, con lo que sus herederos aprovechan para liquidar sus bibliotecas. Tres, es un autor que se vende bien pero se lee poco, con lo que sus libros, con el tiempo, acaban molestando en casa. No sé, es posible que la explicación sea otra, o una mezcla de mis tres teorías.
Lo cierto es que ayer, al llegar feliz a casa con mi amarillenta edición de Un día volveré y empezar a hojearlo, tuve que decir ¡coño! varias veces al descubrir que acababa de conseguir un libro firmado por el propio Marsé en persona. En la primera página, como se acostumbra a firmar los libros: “Para Montse con afecto de su amigo, Juan Marsé. 1982”. Nunca sabré quién es o quién fue Montse (la oscura historia de la prima Montse, pensé enseguida, por supuesto) y por qué triste circunstancia su libro acabó en el Punt Verd. Supongo, en realidad, que la firma de Marsé es una de las miles que el autor habrá tenido que hacer en sus actos promocionales a lo largo de los años. Y, en realidad, tampoco me hace más feliz tener un libro firmado por él: soy bastante mitómano, pero no de esa calaña. Que yo recuerde, sólo he pedido tres o cuatro autógrafos y de eso hace una eternidad: a un par de viejas glorias del Barça y al doctor Cabeza, que fue presidente del Atlético de Madrid hace unas décadas y que se hizo célebre por su extravagante comportamiento. Le pedí la firma en un barco, en el anvés de un prospecto de Primperán -lo único que tenía a mano- y ambos, creo, estábamos como mínimo alegres.
Ahora me pongo a leer Un día volveré, pero me despido con una rica anécdota que leí no recuerdo dónde y que no sé si ya conté en este mismo blog. Asegura la leyenda que se hallaba Juan Marsé en unos grandes almacenes presentando su último libro. Le habían sentado ante una mesa, casi oculto por una pila de ediciones del libro en cuestión, para que se los firmara a sus incondicionales. Pero el caso es que pasaban los minutos y apenas se había acercado nadie. Al final, una señora se plantó ante Marsé y le preguntó:
-¿Cuánto vale?
-¿El libro? –dijo Marsé- No lo sé exactamente, ahora se lo pregunto y se lo digo.
-No, el libro no. La mesa -cortó la señora.

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3 Comments:

Blogger Vanbrugh said...

Tus teorías sobre el porqué de que los libros de Marsé aparezcan con mayor frecuencia que otros en el Punt Vert me parecen francamente acertadas, en especial la primera.

En otro orden de cosas ¿no será proveerte de libros, más bien que provenirte de ellos, lo que haces en ese útil lugar? (Digo yo, vamos, tú eres muy dueño de hacer con los libros lo que más te convenga...)

11:38 AM  
Blogger Jordi said...

Sí, Vanbrugh, tienes razón. Me proveo. Gracias, de veras.

9:04 PM  
Blogger M. said...

Una simple constatación: en Chile Marsé también goza de una amplia popularidad como trasto literario. Divertida entrada, como de costumbre.

8:31 PM  

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