La hora del Jabalí
No sé quién le bautizó con ese nombre, pero fue todo un acierto. Jamás he conocido a nadie tan parecido a un jabalí. A falta de colmillos, el Jabalí refunfuña en todo momento y, a juzgar por su actitud, se diría que le molesta que la gente entre en su bar, y no digamos ya que le pidan alguna consumición. Eso a mí me encanta y bebo sin parar para poder perdirle otra cerveza, que el Jabalí me sirve refunfuñando y con una exquisita mala educación. Lo que al Jabalí le gusta es abrazarse por encima de la barra a las muchachas que, sorprendentemente, no faltan nunca en su bar, quizá por un cierto gusto femenino por lo peligroso. No creo que pase nunca de ahí, pero me imagino al Jabalí haciendo el amor: estoy seguro de que, cuando folla, el Jabalí gruñe desagradablemente como tal y mueve la cola feliz al terminar.
Al Jabalí tampoco parece gustarle mucho que en su bar se celebren conciertos, pero eso es una incongruencia por que al fin y al cabo es él quien los organiza. Pero yo me fijo en él durante las actuaciones y no parece muy interesado en ellas. Si sólo le falta mirar el reloj a ver cuánto falta, estoy seguro de que si tuviera a mano un periódico se distraería haciendo el crucigrama. Eso sí, que nadie hable durante el concierto, porque entonces el Jabalí se enfurece y pide silencio a voz en grito y luego, para sí, insulta con tremendas palabras a quien haya osado molestar al cantautor de turno. A pesar de eso, yo creo que lo que de verdad le gusta al Jabalí es poner música cuando, por fin, acaba el concierto. Entonces nos hace oír extraños discos, normalmente de desconocidos cantantes italianos o franceses y, como si quisiera convencerse a sí mismo de ello, exclama: “Este era muy bueno”. Aunque le preguntes de quién es esa canción, raramente contesta. Se limita a repetir: “Era muy bueno”. Tú deduces que el tío del disco, o ya no es tan bueno como fue, o ya está muerto. Creo que al Jabalí sólo le gustan los cantantores muertos. Y que le gustaría que los cantantes que actúan en su bar se murieran de una puta vez, para poder decir que eran muy buenos.
Al Jabalí también le gusta mucho organizar sorpresas, pero no tiene mucha imaginación y tras asistir tres o cuatro veces a los conciertos de su bar uno ya le ve los trucos. Su sorpresa preferida es la del cliente que interrumpe al cantautor para pedir a voz en grito que le pongan una cerveza. La primera vez no sospeché nada: en medio de la actuación, entró una enorme puta borracha y, como si no se hubiera dado cuenta de que había un cantante actuando -lo cual es imposible, a causa de las mínimas dimensiones del bar del Jabalí- pidió gritando una cerveza. A todo el mundo, y hasta al cantante, le viene la risa por esa estrambótica aparición y entonces el Jabalí también sonríe, y eso es muy raro, e insulta en voz baja a la puta borracha y le sirve la cerveza.
Otra vez no fue una puta borracha: fue un gitano de película del Torete y la escena fue la misma: entró, se fue a la barra y pidió a voces una cerveza. Esta vez la puesta en escena fue algo más elaborada: el gitano, además de pedir la cerveza, también pidio perdón al cantautor por su interrupción y además solicitó algo de flamenco. Vi como al Jabalí se le escapaba la risa por un momento, pero enseguida recuperó la compostura y empezó con su retahíla de insultos en voz baja mientras servía la cerveza. Estoy seguro de que, esa misma noche, quizá al día siguiente, le echó la bronca la gitano mientras le daba los 20 euros acordados:
-Sólo tenías que entrar y pedir una cerveza a gritos. ¡No dije nada de que pidieras flamenco! -habría dicho el Jabalí.
-¡Soy un actor! -habría respondido el gitano- ¡Quería mejorar mi papel!
¿Por qué monta esos happennings el Jabalí? Tuve mis dudas, pero creo que ya tengo la respuesta. El Jabalí quiere que tengamos de su bar recuerdos bonitos, aunque sean tan raros como él. Aunque no lo parezca, el Jabalí nos quiere.
1 Comments:
Qué grande eres, Jordi, y qué grande es el Jabalí! jajaja
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