lunedì, febbraio 11, 2013

La eficiencia nunca fue mi lema

Yo acaba de salir de una larga adolescencia y, contra todo pronóstico, una empresa contrató mis servicios como auxiliar de secretaría, o algo así. Mi puesto carecía de nombre exacto en el organigrama de la empresa (me llamaban “el chico”, “el chaval”, “ese” y, en las últimas semanas, “el atontado ese”) y el propio organigrama carecía de méritos para ostentar dicho nombre, pues solo éramos cuatro: el jefe, el señor Esmarats; su anciano padre, la señorita Flora y yo. Flora llevaba el peso de la empresa, más bien leve, mientras el señor Esmarats iba de un lado para otro molestando bastante y produciendo nada, la verdad, y su padre dormitaba todo el día en un rincón. Dormitaba tanto que, en ocasiones, Flora y yo llegamos a temer que hubiera muerto. “Voy a ir buscando el teléfono de Pompas Fúnebres”, llegó a decir un día Flora, cuyo lema era la eficiencia.
Mis ocupaciones eran varias: la primera de todos fue acercarme al estanco en busca de un paquete de Marlboro para el señor Esmarats. A veces, cuando Flora se iba a desayunar, incluso me ocupaba del teléfono. Digo a veces, porque muchos días cuando Flora se ausentaba yo dejaba sonar el teléfono, seguro como estaba de que la llamada –cualquier llamada- me acarrearía graves problemas. Esa actitud poco profesional pero muy práctica se acentuó desde la mañana en que llamó nuestro mayor cliente, el señor Tramullas y yo, ante la ausencia de Flora y del señor Esmarats, descolgué el teléfono con una inconsciencia solo explicablepor mi juventud. Para resumir, diré que Tramullas pretendía hacernos llegar, inmediatamente, unos importantes documentos.
-¿Tenéis fax? –dijo autoritario.
-¿Eh? –dije yo.
Bueno, creeréis que soy estúpido y muy lejos de la verdad no andáis, pero en mi disculpa diré que esta rica anécdota ocurrió hace ya décadas. La informática solo aparecía en las más novedosas películas americanas y algo tan simple como el fax acaba de desembarcar en las oficinas españolas. No en la del señor Esmarats, por supuesto. Y yo no sabía de qué me hablaba Tramullas. En mi joven mente atontada –hoy sería un fan del Facebook- fax solo sonaba a personaje de Vickie el Vikingo. Fax y Snorre. Hoy, buscando información sobre esa serie de dibujos animados, he descubierto que Fax ni siquiera se llamaba así. Faxe es su nombre exacto. Bueno, para mí siempre se llamará Fax y el caso es que el señor Tramullas pretendía imperiosamente mandarme sus documentos y, mientras le oía hablar –o gritar y maldecirme- al otro lado de la línea telefónica, yo pensaba en Vikie el Vikingo, en su padre Alvar, en Fax y Snorre. La llegada de Flora salvó la situación.
-El señor Tramullas, que no sé qué quiere –le dije a Flora, escabulléndome a ver si el viejo Esmarats seguía dormitando o, finalmente, nos había abandonado.
Me acordé de todo esto esta mañana, cuando con Umbrello y Fratello veíamos la tele a horas intempestivas. En TV3 han emprendido con la reposición (o deposición) de Vickie el Vikingo. Su estreno, según compruebo en la vikipedia la vikinga, ja ja ja, se produjo en 1975. Eran duros años, recuerdo, en los que solo existían dos canales de televisión. Cualquier estreno, así, era un éxito asegurado y únicamente eso explica que personajes como el propio Vickie, Heidi, Marco, Orzowei o el Algarrobo se convirtieran inmediatamente en trending topics ja jaja, que sembrado estoy hoy, en la España franquista o postfranquista cuando, en realidad, solo habrían merecido, como el propio Franco, un tiro en la nuca. Me acuerdo de otros personajes incomprensiblemente célebres de la televisión de la época (aquí admito que no todos merecían la ejecución): el doctor Jiménez del Oso, el árbitro Ortiz de Mendíbibil, el doctor Rosado o la periodista taurina Mariví Romero. Esta última siempre me hacía pensar en mi propia abuela con treinta años menos. Nunca se lo dije (a mi abuela), por si acaso se esfumaba una herencia que, finalmente, se reveló inexistente.

6 Comments:

Blogger C. B. said...

Como creo que somos de la misma quinta, más o menos, me atrevo a hacerte una pregunta/dilema: ¿te daba envidia o lástima el hijo del doctor Rosado?

7:09 PM  
Blogger Jordi said...

No recuerdo haber sentido nunca nada por el hijo del doctor Rosado. Él, en cambio, siempre me dio mucha grima. No se parecía en nada a los doctores que yo conocía. Daba la impresión de ser un cocinero de chiringuito simulando ser médico.

12:14 AM  
Blogger Jordi said...

¿A ti te daba envidia?

12:15 AM  
Blogger C. B. said...

Creo que envidia, aunque no sabría decir por qué. Quizá porque él estaba en la tele haciendo chorradas con su padre, mientras yo hacía los deberes en la mesa camilla.

12:25 AM  
Blogger C. B. said...

No sé qué consecuencias puede traernos abrir un debate sobre el doctor Rosado y su hijo.

12:30 AM  
Blogger Jordi said...

Yo tampoco lo sé, pero la ciencia siempre ha dado sus mayores saltos partiendo de pasos dubitativos.

12:33 AM  

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