martedì, agosto 30, 2005

Freddy

-Lo siento -dije yo- Ahí no entro.
-¿Por qué? -dijeron mis amigos.
-No me gusta que me asusten -afirmé.

Y a partir de ahí mis amigos echaron en cara mi cobardía, mi escasa solidaridad y mi excesiva terquedad, y de nada sirvieron mis excusas, lo de que no me gusta que me asusten (que admito que es falso) y lo de que yo en realidad ni siquiera quería ir esa noche al Parque de Atracciones. Al final, Screaming pidió la palabra y, con espíritu didáctico, me explicó:

-El Castillo del Terror es para niños, hombre. Casi no da miedo -dijo.
-Entonces para qué entrar -repuse yo, no sin cierta lógica.
-Venga hombre, no seas así -dijo- Yo he entrado ya dos o tres veces. Iré a tu lado y te iré avisando de los sustos.

En fin, que ante la proposición de Screaming y las injustas acusaciones de gallina que está recibiendo de mis amigos, acepté entrar al Castillo del Terror. Y para dejar claro que yo de gallina nada, me puse delante de todos. Detrás de mí, Screaming iba cumpliendo su promesa.

-Ahora saldrá Drácula -me avisaba.

Y en efecto, aparecía Drácula por una puerta, y yo le saludaba con una valentía digna de encomio: Hola qué tal, decía yo. Y a Frankenstein, y a la niña del Exorcista, y a todos los monstruos que allí habitaban los iba saludando con una pasmosa tranquilidad, para desconcierto de los actores. De vez en cuando, oíamos al final de la cola gritos histéricos de nuestros amigos, los mismos que me habían acusado de gallina.

-Es que ahora ha aparecido un tío degollado para asustar a los que van detrás -me explicaba Screaming.

Y así iban sucediendo las cosas en el Castillo del Terror. Debo decir que mi amigo Screaming demostraba tener una memoria prodigiosa, pues se sabía de pe a pa todos los trucos de la instalación. Pero también debería explicarles que Screaming sufre una especie de dislexia mental, y frecuentemente confunde palabras y nombres. Así se explica que, casi al final, me avisara:

-Ahora por esa puerta va a salir Freddy Mercury -dijo.
-¿Freddy Mercury? ¿Qué hace aquí? A mí no me da miedo Freddy Mercury -afirmé.
-¿No?
-No. Para nada.

Y se abrió la puerta y apareció Freddy, y yo dije ahhh y di un salto como una gallina y grité como un ñu y Freddy Kruger y no Mercury se acercó a mí y con sus afiladas garras acarició mi cuello.

-Usted no es Freddy Mercury -es lo único que se me ocurrió decir, mientras se me erizaban todos los pelos del cuerpo, hasta los más íntimos.
-Qué dices -me dijo desconcertado el actor que hacía de Freddy Kruger.
-Nada. Déjeme en paz -dije yo.

Salí corriendo de la sala. Screaming me persiguió.

-¡Tranquilo, tranquilo! Sólo es un actor.
-Ya lo sé, hijo de puta. ¿Quién va a salir ahora? ¿Brian May? ¿Montserrat Caballé?
-Qué dices. Ahora sale el hombre lobo -explicó él.