El sistema educativo
¿Quién, en este estruendoso y loco mundo en que vivimos, podría no darme la razón? Llevo años reflexionando sobre la educación de nuestros jóvenes y ahora, cuando la responsabilidad de la paternidad ha recaído sobre mis cansados hombros, me he decidido a proponer a la humanidad el revolucionario sistema educativo que, estoy seguro, acabará con la asnal ignorancia e indolencia que caracteriza a nuestra juventud. Es una propuesta basada en dos ejes fundamentales -la lotería y la enciclopedia- y que garantiza la autoeducación del estudiante. Elimina para siempre, de paso, esas lacras que son el colegio y el maestro y permite al Estado desviar los fondos que dedica ahora para su manutención a necesidades más perentorias: autopistas, cárceles, bibliotecas o jardines públicos, por ejemplo.
La lotería y la enciclopedia, como he mencionado de pasada, son los ejes de mi sistema educativo. El niño, o el joven -la educación sería obligatoria hasta los 20 años- estudiaría en casa y lo haría a través de la reposada lectura de artículos de enciclopedias que un sistema informático-lotero le iría señalando. Por las mañanas, el muchacho leería las entradas de la enciclopedia dedicadas, por ejemplo, a los moluscos bivalvos, a Robespierre y al feudalismo. Por la tarde, dedicaría el tiempo a satisfacer su curiosidad personal y ampliaría sus conocimientos sobre lo leído por la mañana. ¿Quién, por ejemplo, no querría saber más sobre Danton, Marat y la Revolución Francesa después de haber leído una breve reseña sobre Robespierre? ¿O quién no se adentraría sin remilgos en el secreto del barbecho o el derecho de pernada si un día se le hablara por primera vez en su vida del feudalismo?
Se me dirá, sin duda, que la curiosidad intelectual de nuestros jóvenes es muy limitada y que, sin la autoritaria figura del maestro, el muchacho perdería el tiempo jugando a la Play mientras su enciclopedia acumula polvo sobre polvo en sus tapas. ¡No! Por supuesto, se mantendrían los exámenes -de carácter trimestral-, en los que el alumno debería demostrar que domina al dedillo los temas que la lotería le ha ido indicando en los meses anteriores. En caso de suspender, el joven tendrá que repetir la prueba al cabo de otros tres meses y sus progenitores pagarán una multa con cuyo importe el Estado sufragará las enciclopedias, que serán de carácter gratuito. Si el suspenso se mantiene en la segunda convocatoria, el alumno será examinado por un cuerpo médico independiente y, en caso de no encontrársele ninguna anomalía mental que le exima, será fusilado, por vago. Sus padres, por supuesto, deberán devolver la enciclopedia, para el feliz aprovechamiento de otro niño.
La lotería y la enciclopedia, como he mencionado de pasada, son los ejes de mi sistema educativo. El niño, o el joven -la educación sería obligatoria hasta los 20 años- estudiaría en casa y lo haría a través de la reposada lectura de artículos de enciclopedias que un sistema informático-lotero le iría señalando. Por las mañanas, el muchacho leería las entradas de la enciclopedia dedicadas, por ejemplo, a los moluscos bivalvos, a Robespierre y al feudalismo. Por la tarde, dedicaría el tiempo a satisfacer su curiosidad personal y ampliaría sus conocimientos sobre lo leído por la mañana. ¿Quién, por ejemplo, no querría saber más sobre Danton, Marat y la Revolución Francesa después de haber leído una breve reseña sobre Robespierre? ¿O quién no se adentraría sin remilgos en el secreto del barbecho o el derecho de pernada si un día se le hablara por primera vez en su vida del feudalismo?
Se me dirá, sin duda, que la curiosidad intelectual de nuestros jóvenes es muy limitada y que, sin la autoritaria figura del maestro, el muchacho perdería el tiempo jugando a la Play mientras su enciclopedia acumula polvo sobre polvo en sus tapas. ¡No! Por supuesto, se mantendrían los exámenes -de carácter trimestral-, en los que el alumno debería demostrar que domina al dedillo los temas que la lotería le ha ido indicando en los meses anteriores. En caso de suspender, el joven tendrá que repetir la prueba al cabo de otros tres meses y sus progenitores pagarán una multa con cuyo importe el Estado sufragará las enciclopedias, que serán de carácter gratuito. Si el suspenso se mantiene en la segunda convocatoria, el alumno será examinado por un cuerpo médico independiente y, en caso de no encontrársele ninguna anomalía mental que le exima, será fusilado, por vago. Sus padres, por supuesto, deberán devolver la enciclopedia, para el feliz aprovechamiento de otro niño.
Etichette: Diccionarios y enciclopedias, Educación, Lotería
5 Comments:
pese a que pienso en opositar para secundaria (hice una carrera tan reclamada por el mundo laboral como filología románica en pleno siglo XXI) apoyo totalmente la idea.
ya buscaré algo de lo que comer: es más importante que los niños (y no tan niños) aprendan algo.
No te preocupes: alguien tendrá que escribir las enciclopedias. No puedo hacerlo todo yo.
Ya me estoy imaginando las peazo autopistas, cárceres y bibliotecas que vamos a tener!!
Aunque con tanta fusilación que no te extrañe que más que jardines públicos tengamos que invertir en camposantos!
Me parece tan buena idea como aquella de Swift que proponía el canibalismo como método para regular la población. Desde luego, el fusilamiento es lo único que puede disuadir a un vago de seguir siéndolo (a mí al menos me haría planteármelo)
Idea doblemente borgiana, eh?
Q.
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