mercoledì, luglio 27, 2005

Finiquito

Llevaba días observando al canario. Desde la semana anterior que no parecía el mismo, daba vueltas y vueltas sobre sí mismo, nervioso, y gritaba todo el rato. Ya sé que los canarios cantan, pero lo de Finiquito eran más bien gritos, como los de una mujer diminuta y con escasa capacidad pulmonar a la que persiguiera un enloquecido asesino con un hacha. Antes Finiquito no era así. Era más bien soso y autista, y silencioso como un reloj de arena.
Me dio la impresión de que Finiquito estaba así de raro desde que mi vecino Birraboy inició su mudanza. Debido a la amistad que forjamos tras años de compartir vecindad -aunque Birraboy a veces confundía vecindad con vecindaje-, y que justamente yo me dedico profesionalmente a las mudanzas y traslados, le presté uno de los vehículos de mi inmensa flotilla de camiones y camionetas para realizar la mudanza. Pensé que quizá Finiquito había visto la camioneta y se imaginó que éramos nosotros quienes nos trasladábamos, y que eso le entristeció. Pero no, qué coño iba a conocer Finiquito mi camioneta. Admito que mis vehículos son inconfundibles, con ese azul eléctrico y esas enormes letras amarillas, MESTRANSA. Pero Finiquito no sabe leer, que yo sepa, así que me niego a creer que pudiera relacionar la mudanza conmigo.
En fin, sea por lo que sea, Finiquito ya no era el pájaro autista que conocí y que tanto amaba. Ya no se paseaba sobre mi hombro derecho haciéndome sentir el mas ridículo de los piratas urbanos, y ni siquiera había vuelto a lanzarse en picado sobre mi sopa humeante y autoinfligirse quemaduras de tercer grado, lo que me impidía visitar tan a menudo como antes el consultorio veterinario del doctor Bellesguard y, en consecuencia, ver a su secretaria, la señorita Abril.
Hacía años que, frecuentemente, yo pasaba largas tardes en la consulta veterinaria. Mientras el doctor Bellesguard curaba amorosamente las graves heridas que Finiquito sufría por culpa de su estupidez pajaril, la señorita Abril y yo manteníamos largas conversaciones y diría que ya estaba a punto de conseguir que la muchacha abandonara su profesional seriedad para regalarme, no ya una cita, pero sí al menos una sonrisa.
Creo que me enamoré de ella por la manera de silbar de Finiquito en cuanto la veíamos. Desde la primera vez, en cuanto llegábamos a la consulta Finiquito abandonaba su habitual autismo y empezaba a silbar. ¡Y qué manera de silbar! Ahora no sé si la señorita Abril me gustaba más a mí que a él. El pájaro asomaba su cabecita por entre las vendas o las escayolitas y le dedicaba alguna escogida pieza de su, por otra parte limitado, repertorio musical. Algún tango de Gardel, alguna mazurca de Chopin o algún motete del Barroco español. Intuyo, sin embargo, que fue el día en que Finiquito empezó a silbar una canción compuesta por él mismo, y que yo detesto especialmente, que Abril empezó a mirarnos de reojo mientras esperábamos que nos atendiera el doctor. Es una canción para la que Finiquito apenas entreabre su piquito y silba algo así como “estoy tocando algo!!!” y de repente pasa de graves a agudos y canturrea algo como “seríamos crazies na-na-ná”.
En fin. Eso es el pasado. Ayer por la tarde llevé a Finiquito a la consulta del doctor Bellesguard para que examinara el extraño comportamiento del canario. La señorita Abril tampoco se mostró esta vez muy agradable y nos dio paso casi inmediatamente. El doctor Bellesguard dijo “mmm” cuando le conté los síntomas de Finiquito.

-Para esto tendrá que ir al doctor Pons Moraleja -dijo- Yo no me ocupo de patologías mentales -añadió.

La secretaria del doctor Pons Moraleja es fea y más bien vieja. No es lo mismo. Los desequilibrios nerviosos de Finiquito no tienen remedio, me dijo el doctor. Por la noche, en casa, intenté convencer al pájaro loco para que se lanzara una vez más sobre la sopa, o que al menos sufriera algún traumatismo que entrara dentro de las especialidades del doctor Bellesguard y así podríamos ir a ver a Abril, pero en el intento Finiquito se me desnucó. Mañana iré a comprarme un panda.

*Este cuento fue escrito anoche y de forma improvisada, a cuatro manos, entre mi hermana Jenny y yo mismo. Sin embargo, el nombre de Finiquito me lo inventé yo solito, eh.

3 Comments:

Anonymous Anonimo said...

El que no acabo de entendre és per què el protagonista va voler sustituir el Finiquito per un cotxe...
...i així, tota la tarda rient...

8:43 PM  
Blogger Jordi said...

Me ric me too mismamente

1:27 AM  
Anonymous Anonimo said...

No se si las historietas son reales o no, o si son inventadas por ti u otra persona... pero me parece geniaol como escribes!
Compraria un libro tuyo!

10:48 AM  

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