Kylie Minogue
Leí hace unos días que la cantante Kylie Minogue ha superado un cáncer y que vuelve a trabajar. Me alegro mucho. Como además estoy aquejado de una vagancia tremebunda, aprovecho para rescatar en su honor Un himno mundial, el capítulo 2 de El día que me quieras.
UN HIMNO MUNDIAL
Hacía ya casi dos años que no veía a Abril y apenas sabía nada de ella, porque en mis manos el teléfono no sirve para saber nada de nadie. Y fue entonces cuando por motivos laborales tuve que viajar unos días a Amsterdam. Era la ocasión que había estado esperando de forma inconfesada.
Nada más llegar a mi hotel, la llamé a su casa, a esa insólita Groningen en la que vivía desde su boda con ese arquitecto holandés. Hay suerte, pensé al oír su voz; qué digo, mucha suerte. Abril me dijo que justamente esa misma semana iba a estar en Amsterdam, porque a Kornelius (¿quién coño es Kornelius?, pensé al principio; ah, claro, el arquitecto) le daba un premio la Academia Holandesa de no sé qué. Podríamos vernos el miércoles por la tarde, propuso Abril, aunque por desgracia sería difícil que viniera Kornelius, ya se sabe, con el premio tendría muchos compromisos con la prensa especializada. Es una lástima que no pueda venir Kornelius, dije yo, sonriente a mi lado del teléfono.
En fin, llegó el miércoles, como cada semana. Abril y yo nos habíamos citado en la plaza Damm, en el centro del centro de Amsterdam, ante el hotel Krasnapolsky. Ella me pareció más bella que nunca. Buscamos un bar con terraza y lo encontramos allí mismo, en la plaza, que rebosaba de actividad, concentrando toda la chusma del planeta, patinadores adolescentes, hippies, mochileros piojosos, turistas japoneses y una muchacha rubia la mar de sexy que bailaba ante las cámaras, seguramente grabando un anuncio, pensé, en fin, gente por todos los lados, y Abril ante mí.
Hablamos de los tiempos de Barcelona, de todo aquello que habíamos vivido en esos años, de nuestros trabajos, de nuestros amigos comunes, de tantos recuerdos, del suicidio de Sugranyes. Yo le hablé de mi amor por ella, que aún seguía vivo; ella me habló de su amor por Kornelius, de sus triunfos, de su maravillosa casa, de sus planes para tener un hijo. Como un sordo, insistí de nuevo y hablé de mi amor por ella, que aún seguía vivo. Y ella, emulando mi sordera, me repitió cuánto admiraba a Kornelius, lo grandioso de su obra, la inmensidad de su casa de Groningen, la ansiedad que sentía por ser madre.
Al final sentí la imperiosa necesidad de rendirme, y también la de despedirme de forma inmediata, de salir de ahí, de huir de ahí, de todos esos patinadores adolescentes, hippies, mochileros piojosos, turistas japoneses, y de esa muchacha rubia la mar de sexy que bailaba ante las cámaras, seguramente grabando un anuncio. Y, claro, sobre todo de Abril, de olvidarme de una vez para siempre de esa mujer que sólo me hablaba de Kornelius y de su amor por él, de su magnífica casa de Groningen y de su futura maternidad.
Volví a Barcelona e inventé un plan para olvidarme de ella. Rompí fotos, eludí lugares que me recordaran situaciones del pasado, incluso evité encuentros con amigos comunes. Pasaron las semanas; mi plan parecía funcionar y algunos días hasta llegué a pasar horas enteras sin pensar en ella. Pero, ay, en mayo descubrí que aquella muchacha rubia la mar de sexy que parecía grabar un anuncio en la plaza Damm no grababa un anuncio sino un videoclip musical, que esa muchacha rubia se llamaba algo así como Kylie Minogue y que la canción del vídeo se había convertido en un éxito inesperado en toda Europa, un bombazo, vaya, y que en distintas escenas del vídeo, unas seis o siete, en los planos en los que Kylie Minogue salta hacia al cielo con los brazos abiertos y sonrisa de boba, si uno se esfuerza, a lo lejos, a la derecha, se nos ve a Abril y a mí, sentados en la terraza de un bar, hablando yo de mi amor y ella de su Kornelius.
Esa canción se ha convertido en un himno mundial y es imposible poner la televisión o entrar en un bar sin ver el vídeo o oír la canción. En diciembre, Kylie Minogue, Abril y yo ganamos varios Grammy.
UN HIMNO MUNDIAL
Hacía ya casi dos años que no veía a Abril y apenas sabía nada de ella, porque en mis manos el teléfono no sirve para saber nada de nadie. Y fue entonces cuando por motivos laborales tuve que viajar unos días a Amsterdam. Era la ocasión que había estado esperando de forma inconfesada.
Nada más llegar a mi hotel, la llamé a su casa, a esa insólita Groningen en la que vivía desde su boda con ese arquitecto holandés. Hay suerte, pensé al oír su voz; qué digo, mucha suerte. Abril me dijo que justamente esa misma semana iba a estar en Amsterdam, porque a Kornelius (¿quién coño es Kornelius?, pensé al principio; ah, claro, el arquitecto) le daba un premio la Academia Holandesa de no sé qué. Podríamos vernos el miércoles por la tarde, propuso Abril, aunque por desgracia sería difícil que viniera Kornelius, ya se sabe, con el premio tendría muchos compromisos con la prensa especializada. Es una lástima que no pueda venir Kornelius, dije yo, sonriente a mi lado del teléfono.
En fin, llegó el miércoles, como cada semana. Abril y yo nos habíamos citado en la plaza Damm, en el centro del centro de Amsterdam, ante el hotel Krasnapolsky. Ella me pareció más bella que nunca. Buscamos un bar con terraza y lo encontramos allí mismo, en la plaza, que rebosaba de actividad, concentrando toda la chusma del planeta, patinadores adolescentes, hippies, mochileros piojosos, turistas japoneses y una muchacha rubia la mar de sexy que bailaba ante las cámaras, seguramente grabando un anuncio, pensé, en fin, gente por todos los lados, y Abril ante mí.
Hablamos de los tiempos de Barcelona, de todo aquello que habíamos vivido en esos años, de nuestros trabajos, de nuestros amigos comunes, de tantos recuerdos, del suicidio de Sugranyes. Yo le hablé de mi amor por ella, que aún seguía vivo; ella me habló de su amor por Kornelius, de sus triunfos, de su maravillosa casa, de sus planes para tener un hijo. Como un sordo, insistí de nuevo y hablé de mi amor por ella, que aún seguía vivo. Y ella, emulando mi sordera, me repitió cuánto admiraba a Kornelius, lo grandioso de su obra, la inmensidad de su casa de Groningen, la ansiedad que sentía por ser madre.
Al final sentí la imperiosa necesidad de rendirme, y también la de despedirme de forma inmediata, de salir de ahí, de huir de ahí, de todos esos patinadores adolescentes, hippies, mochileros piojosos, turistas japoneses, y de esa muchacha rubia la mar de sexy que bailaba ante las cámaras, seguramente grabando un anuncio. Y, claro, sobre todo de Abril, de olvidarme de una vez para siempre de esa mujer que sólo me hablaba de Kornelius y de su amor por él, de su magnífica casa de Groningen y de su futura maternidad.
Volví a Barcelona e inventé un plan para olvidarme de ella. Rompí fotos, eludí lugares que me recordaran situaciones del pasado, incluso evité encuentros con amigos comunes. Pasaron las semanas; mi plan parecía funcionar y algunos días hasta llegué a pasar horas enteras sin pensar en ella. Pero, ay, en mayo descubrí que aquella muchacha rubia la mar de sexy que parecía grabar un anuncio en la plaza Damm no grababa un anuncio sino un videoclip musical, que esa muchacha rubia se llamaba algo así como Kylie Minogue y que la canción del vídeo se había convertido en un éxito inesperado en toda Europa, un bombazo, vaya, y que en distintas escenas del vídeo, unas seis o siete, en los planos en los que Kylie Minogue salta hacia al cielo con los brazos abiertos y sonrisa de boba, si uno se esfuerza, a lo lejos, a la derecha, se nos ve a Abril y a mí, sentados en la terraza de un bar, hablando yo de mi amor y ella de su Kornelius.
Esa canción se ha convertido en un himno mundial y es imposible poner la televisión o entrar en un bar sin ver el vídeo o oír la canción. En diciembre, Kylie Minogue, Abril y yo ganamos varios Grammy.
5 Comments:
què gran aquest capítol del teu llibre! jajaja
Endevines qui sóc jo dels Sospechosos?
El senyor Kobayashi?
La Killie i jo compartim aniversari, el 28 de maig miraré de localitzar-la per fer una festa plegats.
Si lo dices así tan desinteresadamente para que te felicitemos, llegas tarde. La Nueva y yo ya sabes que tu cumpleaños es el 28, y el de la Hada el 29 (o algo así). Y ya tenemos medio preparada una fiesta en vuestro honor, en el recinto del Fòrum, en el que habrá butifarrada popular e hipopótamos acróbatas para el divertimento del populacho.
Al nombrar a la muchacha esta lo que me viene a la cabeza es una imaganen de poster colgado de armario de adolescente con el logo de la superpop. Y que siga estando asin de buena... joe. Reconozco que este es un comentario gualtrapa gualtrapa.
28 de mayo? Forum? Hipopotamos acrobatas? Si consigo recordarlo entonare el japiberdei aunque sea mentalmente... ingual me autoinvito y se viene algun ovni conmigo. A los ovnis creo que tambien les gusta la butifarra y la cerveza.
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