Infierno
En los últimos días mi vida se ha convertido en un espantoso infierno. Todo empezó el pasado día 8 con una gripe que nos dejó a mí y a la Nueva casi sin fuerzas ni ánimos pese al abuso indiscriminado de frenadoles y bisolvones (y de primperanes: compré dos por error creyendo que servían para la gripe. Luego no pude devolverlos y en el armario de medicamentos adquiridos por error ya no cabían). Cuando contra todo pronóstico superamos la gripe, llegaron los electricistas, que no por error pero sí irresponsablemente contraté hace unas semanas para remozar el obsoleto sistema eléctrico de casa. Desde su llegada añoro la gripe, a la que recuerdo con ternura y lágrimas en los ojos.
Mis electricistas se llaman Juanito y Juan y, sin mucha lógica, el del diminutivo es el jefe y quien empuña el black & decker. El Juan a secas, en cambio, es una especie de becario que ignora cualquier cosa que se relacione con la electricidad; a su lado parezco Thomas Edison. El primer día, Juanito y Juan se me antojaron una versión grotescamente caricaturizada de Pepe Gotera y Otilio; tras varios días, siento por ellos la misma confianza que sentiría por el doctor Mengele si yo fuera su paciente. Juanito dedica buena parte del día a la apertura de agujeros asimétricos en lo que la Nueva y yo, hasta ahora, llamábamos ingenuamente tabiques. Mientras, Juan se fuma mis ducados y me habla de filosofía, a la que es muy aficionado. Juan defiende con ardor una nueva visión del pensamiento de Kant y exige, a veces a gritos, que se haga una relectura sin prejuicios de sus obras. Yo le digo que a mí qué me cuenta, que yo sólo soy el tipo que se arrepiente de haberle contratado para que me haga la instalación eléctrica y que, además, a mí Kant nunca me llamó la atención, que a mí el filósofo que me hacía gracia era Epicuro y que viéndole a él, fumando de esa manera mis ducados en lugar de trabajar, que es para lo que le pago, pienso que no será él un nieto bastardo de Epicuro. Juan ataja estas discusiones con un “bufff”, rebusca en mi biblioteca algún ejemplar viejo de “Interviú” y se encierra en el lavabo largas horas.
Juanito, a su vez, habrá terminado de agujerear innecesariamente alguna pared maestra y, aprovechando que acaba de llegar la Nueva, recogerá los restos del espejo que ha roto por la mañana y, como quien no quiere la cosa, preguntará inocentemente:
-Señora, ¿esto dónde se lo pongo?
Cuando dentro de unos días se vayan Juanito y Juan está previsto que lleguen otros individuos, sin duda satánicos, para instalar un parquet en lo que quede de piso. Y tras ellos vendrá a pintar el cuarto jinete del Apocalipsis. Esta es mi última anotación en este blog. Sé que no voy a sobrevivir. Espero que me recuerden siempre como un tipo simple que nunca entendió nada.
Mis electricistas se llaman Juanito y Juan y, sin mucha lógica, el del diminutivo es el jefe y quien empuña el black & decker. El Juan a secas, en cambio, es una especie de becario que ignora cualquier cosa que se relacione con la electricidad; a su lado parezco Thomas Edison. El primer día, Juanito y Juan se me antojaron una versión grotescamente caricaturizada de Pepe Gotera y Otilio; tras varios días, siento por ellos la misma confianza que sentiría por el doctor Mengele si yo fuera su paciente. Juanito dedica buena parte del día a la apertura de agujeros asimétricos en lo que la Nueva y yo, hasta ahora, llamábamos ingenuamente tabiques. Mientras, Juan se fuma mis ducados y me habla de filosofía, a la que es muy aficionado. Juan defiende con ardor una nueva visión del pensamiento de Kant y exige, a veces a gritos, que se haga una relectura sin prejuicios de sus obras. Yo le digo que a mí qué me cuenta, que yo sólo soy el tipo que se arrepiente de haberle contratado para que me haga la instalación eléctrica y que, además, a mí Kant nunca me llamó la atención, que a mí el filósofo que me hacía gracia era Epicuro y que viéndole a él, fumando de esa manera mis ducados en lugar de trabajar, que es para lo que le pago, pienso que no será él un nieto bastardo de Epicuro. Juan ataja estas discusiones con un “bufff”, rebusca en mi biblioteca algún ejemplar viejo de “Interviú” y se encierra en el lavabo largas horas.
Juanito, a su vez, habrá terminado de agujerear innecesariamente alguna pared maestra y, aprovechando que acaba de llegar la Nueva, recogerá los restos del espejo que ha roto por la mañana y, como quien no quiere la cosa, preguntará inocentemente:
-Señora, ¿esto dónde se lo pongo?
Cuando dentro de unos días se vayan Juanito y Juan está previsto que lleguen otros individuos, sin duda satánicos, para instalar un parquet en lo que quede de piso. Y tras ellos vendrá a pintar el cuarto jinete del Apocalipsis. Esta es mi última anotación en este blog. Sé que no voy a sobrevivir. Espero que me recuerden siempre como un tipo simple que nunca entendió nada.
11 Comments:
Sobrevivirás... y además tendrás que venir a contárnoslo todo!
A mi un día un taxista me echó las cartas mientras me llevaba al aeropuerto... qué cantidad de vocaciones perdidas en oficios corrientes!
Besos.
Vaya, este cuento me recuerda a la cronica de vila-matas en el pais el otro dia .
Viendo que no se actualizaba el blog en más de una semana, intuía que algo siniestro había ocurrido. Pero no podía imaginarme algo tan desastroso.
Sólo me queda decirte que mucho ánimo y que, aunque parezca mentira, se sobrevive a cualquier cosa.
lo extraño es que tú y la Nueva no os hayáis convertido en una pareja de psicokiller con tamaña provocación a los instintos...
la la la lalalalalá que ¡viva españa!
animo chaval, todos hemos sobrevivido alas reformas de casa, ademas podia ser peor, te pòdian haber venido los de manos a la obra,jajaja.
Yo simepre voto por el haztelo tu mismo, tardas el doble que un profesional, te queda peor, pero sale gratis, ademas de normal un profesional siempre tarda un huevo y nunca lo deja bien.
Un besote
Ommmmmmmmmm... eso nunca falla! Respirad hondo y contad hasta diez. Todo eso pasará y se os quedará una casa de lo más bonita. Si no... a) os encomendaís a la virgen del tabique enfoscado, que es mu milagrosa, o b) buscaís en el listín telefónico dónde viven los susodichos trabajadores y haceis que parezca un accidente.
saludos!
Aahh la nunca suficientemente bien valorada gripe!! la echas de menos eh? si es que nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes!!
Pues nada, ya veo que te quedan muchos toros que lidiar así que valor...
... y un beso!
Quiero más historias, Joooooooordi!!!! ¡¡¡¡¡Acaba ya con las p**** obras y conecta el ordenador!!!!
¡Dios mío! ¡Esto es un infierno!
¡No me siento las piernas! Coronel Trautman. Para sobrevivir a la guerra, hay que convertirse en guerra. RAMBO
Breeders: en realidad, este cuento no se parece tanto a la crónica de Vila-Matas de la semana pasada como a la de la semana siguiente. Como podrás ver.
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