Anticipación
Bioy Casares recoge en no recuerdo qué libro el comentario que una vez le oyó decir a una señora:
“Ahora se están muriendo personas que nunca se murieron”.
Pensaba yo en esto cuando, esta mañana, me enteré de la muerte de un veterano actor español. Como me ha ocurrido en otras ocasiones, mi sorpresa al conocer una defunción ha sido enorme, no tanta por la noticia en sí sino por la certidumbre que tenía yo de que el fallecimiento se había producido hace años.
-¿Se ha muerto Fulanito? -pienso, al enterarme del óbito- ¿Pero no estaba muerto?
Esta inclinación mía a matar gente con anticipación se produce en todos los ámbitos, incluso en el familiar. Me acuerdo del día en que mi madre me comunicó la muerte del tío Baldomero, un lejano pariente que en mi infancia frecuentó mucho nuestra casa llevando siempre juguetes y bombones para mí.
-¿¿Que se ha muerto?? -dije, sorprendido y hasta cierto punto alarmado, pues yo le daba por muerto y enterrado desde hacía por lo menos un lustro.
-Sí, hijo mío -dijo mi madre, sorprendida ella por lo mucho que, al parecer, me había afectado la noticia.
Dado que mi relación con el tío Baldomero era más que escasa, y en realidad yo ya le tenía enterrado desde al menos cinco años, no asistí a las exequias alegando ciertos compromisos ineludibles. Me contaron que, durante la ceremonia fúnebre, mi madre justificó mi ausencia contándole a la viuda lo mal que había reaccionado yo al conocer el deceso de su marido y lo mucho que, al parecer, me sentía yo unido al tío Baldomero. Desde entonces, cada año, por mi cumpleaños, la viuda del tío Baldomero me manda bombones y esa es una señal infalible que me advierte de que la buena mujer sigue en el mundo de los vivos.
“Ahora se están muriendo personas que nunca se murieron”.
Pensaba yo en esto cuando, esta mañana, me enteré de la muerte de un veterano actor español. Como me ha ocurrido en otras ocasiones, mi sorpresa al conocer una defunción ha sido enorme, no tanta por la noticia en sí sino por la certidumbre que tenía yo de que el fallecimiento se había producido hace años.
-¿Se ha muerto Fulanito? -pienso, al enterarme del óbito- ¿Pero no estaba muerto?
Esta inclinación mía a matar gente con anticipación se produce en todos los ámbitos, incluso en el familiar. Me acuerdo del día en que mi madre me comunicó la muerte del tío Baldomero, un lejano pariente que en mi infancia frecuentó mucho nuestra casa llevando siempre juguetes y bombones para mí.
-¿¿Que se ha muerto?? -dije, sorprendido y hasta cierto punto alarmado, pues yo le daba por muerto y enterrado desde hacía por lo menos un lustro.
-Sí, hijo mío -dijo mi madre, sorprendida ella por lo mucho que, al parecer, me había afectado la noticia.
Dado que mi relación con el tío Baldomero era más que escasa, y en realidad yo ya le tenía enterrado desde al menos cinco años, no asistí a las exequias alegando ciertos compromisos ineludibles. Me contaron que, durante la ceremonia fúnebre, mi madre justificó mi ausencia contándole a la viuda lo mal que había reaccionado yo al conocer el deceso de su marido y lo mucho que, al parecer, me sentía yo unido al tío Baldomero. Desde entonces, cada año, por mi cumpleaños, la viuda del tío Baldomero me manda bombones y esa es una señal infalible que me advierte de que la buena mujer sigue en el mundo de los vivos.
Etichette: Bioy Casares
6 Comments:
Yo maté en los años 90 a Marira Gomez Kemp y todavía no me acabo de creer que siga viva.
Si al menos me enviara bombones...
Por lo menos da señales de vida con los bombones, que podría ser peor vamos.
Pues a mí me pasa lo contrario. Para mí que todos están vivos. Lo malo es cuando pregunto por cómo siguen.
Besos
Bueno, así te vas adelantando a los acontecimientos y ya no te cogen de sorpresa...
Mira en la página 16: http://www.paperdevidre.net/pdf_pdv/n45.pdf
A mí me pasa lo que a Zafferano. Una vez le pregunté a un amigo por su madre, a cuyo entierro recordé - luego - haber asistido un par de años antes. Somos menos amigos, desde entonces.
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