venerdì, luglio 02, 2010

En el Astrolabi

La otra noche apareció un canguro por casa y aproveché para acercarme al Astrolabi, el bar donde, ya hace algunos años, contraje mis últimas borracheras, abandoné al alcohol y hasta el tabaco y donde conocí a la Nueva, con quien en estos últimos tiempos he ido construyendo una tradicional familia. En la barra del Astrolabi me encontré con Poniboy, amigo de aquellos años, con quien comenté las últimas novedades del Mundial de fútbol, las anécdotas del pasado -apolilladas, porque si son frescas no tienen tanta gracia-, las curiosidades del presente y las incertidumbres del futuro que, en mi caso e intuyo que también en el suyo, me preocupan más bien poco. Vengándose por mis preguntas acerca de sus actuales trabajos musicales, Poniboy inquirió por mis semiabandonados intereses literarios.

-¿Por qué no actualizas el blog con más frecuencia? -dijo a traición.
-Bueno... -improvisé yo una respuesta- Ya sabes... Los niños... Fratello es muy pequeño y Umbrello es medio lunático. La Nueva... Mi descomunal pereza...

Luego, ya en casa, volví a pensar en ello y me acordé de una anécdota del escritor Juan García Hortelano. Leí que a su viuda le preguntaron una vez cómo era posible que su esposo, célebre amante de inacabables y alcohólicas tertulias, de fiestas de sol a sol y morrocotudas salidas nocturnas, cómo era posible, repito, que pese a todo ello hubiera compuesto una obra literaria tan vasta y sólida como la suya.

-Es que, a veces -dicen que respondió la viuda- sus amigos estaban ocupados.

En mi caso, a veces Umbrello y Fratello duermen. Pero más bien poco.