mercoledì, giugno 27, 2007

Misterios chinos

Uno de los grandes misterios del barrio del Clot es la zapatería china que hace un par de años se estableció en el chaflán de la calle València con la avenida de la Meridiana, tan cerca de casa que si escupo desde mi sofá -cosa que no suelo hacer- puedo darle a la caja registradora. Venden allí los zapatos más cómicos y espantosos que he visto en mi vida, hasta el punto que la Nueva y yo solemos detenernos en su escaparate para comentar a carcajadas sus novedades. Pero el misterio de la zapatería china no reside en sus horrendos zapatos sino en el rótulo que, escrito en tres idiomas, publicita a los transeuntes qué es lo que allí se puede encontrar. En correcto catalán, anuncian: Calçats i bosses (es decir, calzados y bolsos). Unos caracteres chinos repiten lo mismo, imagino, pues mis nociones de ese idioma se limitan a decir sayonara y bonsai, e incluso en ese caso no ignoro que no se trata de chino sino de japonés. Y, en el rótulo, en un tercer idioma, que no es ni catalán ni castellano ni sánscrito ni nada que se le parezca, uno puede leer:

SOBREPASSR CORRENT

Cuando inauguraron la zapatería pasé un par de horas buscándole el sentido. ¿Sobrepassr corrent? ¿Intentaban decirnos que sus productos sobrepasan lo corriente? Es verdad, sus zapatos son abominables, eso es innegable, pero dudo que signifique eso. ¿O pretendían informarnos, en un catalán muy defectuoso, que hay que sobrepasar la tienda corriendo? Si uno busca buenos zapatos es un excelente consejo, desde luego, pero comercialmente no le encuentro la lógica.
Reflexionando acerca del sobrepassr corrent pasé varios meses de dudas, insomnio y pesadillas, síntomas que alertaron a la Nueva hasta el punto de que me llevó al psicólogo, que me recetó Primperán y me aconsejó sabiamente que entrara en la zapatería y preguntara a sus responsables sobre el sentido último de su misterioso lema.
Así lo hice, pero mis pesquisas fueron absolutamente inútiles. La muchacha china que atiende a los siempre invisibles clientes me miró con cara de no entender mi pregunta y, pese a mis esfuerzos, a mis dibujos y bocetos, a mis gritos y a que la agarré por el cuello y la arrastré a la calle para mostrarle enérgicamente el rótulo, no obtuve respuesta coherente.

-Sí, sí, zapatos -repetía ella con una cínica sonrisa china.
-No, no, zapatos no -grité exasperado- ¡Sobrepassr corrent! ¿Qué significa? ¡Que no sale ni en el google, coño!

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giovedì, giugno 21, 2007

Indios, campings y recuerdos

Anoche, en el Astrolabi, Flash me presentó a un amigo:

-Este es Paraguas en llamas -dijo, señalándome.
-¿Paraguas en llamas? Encantado -dijo el amigo.
-Igualmente -dije yo.

¿Me llamo ya Paraguas en llamas? Por unos momentos me sentí como un jefe indio. Luego, ya en la cama, mientras me adormecía lentamente, recordé esa conversación con ese surrealismo que sólo proporciona el sueño inminente y esa vez no me sentí como un indio piel roja, sino como un camping. Me acordé de campings que conocía e inventé otros: el Camping La Ballena Alegre, el Camping La Ardilla Roja, Las Arenas Blancas, El Sol y La Playa. Y el Camping Paraguas en llamas. Me pareció que mi camping tendría un indudable toque diabólico y me dormí feliz.

PD: Con Flash y con Ponyboy también hablamos ayer, muy brevemente, de tiempos pasados y eso me hizo pensar en aquellas salidas nocturnas con ellos y con mi hermana la Chocholoco, del espantoso bar de Kika y de sus guitarras olvidadas, del Jabalí y sus rebuznos, de aquella canción que se llama Marielle, de aventuras en taxi y de otras cosas. Esta mañana pretendía hablar aquí de eso, pero luego me acordé de esa frase, creo que de Borges (“nuestros recuerdos son de la última vez que los contamos”) y me dio pena seguir falseando esos recuerdos.

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lunedì, giugno 18, 2007

Normativas

A partir del próximo mes de noviembre las compañías aéreas que sirvan vuelos internacionales podrán impedir el embarque a los pasajeros cuyos penes midan más de 20 centímetros. La normativa, que excluye por ahora a las mujeres y a los niños, fue aprobada el viernes pasado por la Air Transport Asociación (IATA) en su reunión anual celebrada en Singapur. La IATA justificó la medida, que ya ha levantado ampollas, en “la necesidad que tienen las aerolíneas de adaptar sus costes y dsiponibilidades a los tamaños cada vez mayores de los varones en la sociedad occidental”.
Curtis S. Borovnikov, portavoz de la IATA, adelantó que los usuarios deberán enseñar en los mostradores de los aeropuertos, además de su tarjeta de embarque y su documento de identificación personal, su aparato reproductor. Para evitar situaciones embarazosas, las compañías aéreas despedirán, en el plazo de dos años, a unas 43.000 empleadas de tierra que serán sustituidas gradualmente por trabajadores masculinos. Por otra parte, para facilitar los trámites a los pasajeros, la IATA creará un registro mundial de tallas y medidas de penes que tendrá su sede en Vancouver (Canadá). Para inscribirse en él, adelantó Borovnikov, habrá que acudir a la ciudad canadiense donde expertos en medición tomarán gratuitamente la talla a los interesados, a los que se facilitará un carnet de vuelo en el figurarán sus datos personales y un número de registro creado aleatoriamente para impedir falsificaciones. En el carnet, además, se incluirá una fotografía del rabo del usuario. Este documento, por otra parte, sólo tendrá validez para seis meses, debido a los constantes cambios que sufre el miembro masculino a lo largo de la vida de su poseedor. La IATA se comprometió a implantar sedes locales del registro de tallas y medidas para evitar continuos y engorrosos viajes a Canadá. El Ayuntamiento de Barcelona ya ha mostrado interés en albergar la sede española del registro, que podría alojarse en los terrenos del Fòrum.
Como era de esperar, la nueva normativa de las aerolíneas ya ha creado controversia en distintos sectores. Por un lado, la influyente Asociación Nacional del Rifle (NRA) que preside el actor Charlton Heston criticó agriamente la decisión de la IATA. En un mitin celebrado el sábado en Vaccaville (California), Heston recordó que “la segunda enmienda permite a la población tener y portar armas pero no dice nada de su control por parte de las autoridades”. Visceralmente a favor, en cambio, se mostró la Asociación Europea de Consumidores (AEC), que asegura en un comunicado de prensa difundido ayer que el control de tallas de penes redundará en una mayor comodidad de los usuarios de las aerolíneas. “Vemos con frecuencia cada vez mayor”, señala el comunicado de la AEC, “que una minoría de usuarios con tallas excesivas perjudica los intereses de la mayoría, obligando a ésta a viajar en inaceptables condiciones de incomodidad”. En España, el PP, en voz de su secretario general Angel Acebes, exigió al Gobierno la reedición del Pacto Antiterrorista para estudiar la situación bajo el prisma de la nueva normativa internacional. La Agrupación de Trabajadoras del Sexo, por otra parte, emitió un comunicado en el que, en tono irónico, duda de la necesidad de aplicar a los pasajeros españoles el reglamento aprobada por la IATA. El actor Nacho Vidal, finalmente, se quejó de la “persecución” que, según él, representa la decisión de la IATA, y aseguró que “yo no soy ninguna molestia ni para las compañías aéreas ni para el resto de usuarios, porque si bien mi talla supera en mucho los 20 centímetros, mi aparato es flexible y fácilmente adaptable a los standards requeridos por la IATA, incluso en los momentos de mayor excitación”.

venerdì, giugno 08, 2007

Mi gorila

Soy una celebridad que vive en el anonimato. Soy el gorila del Yogurón. El país entero imita mis gestos de gorila cariñoso y mi amistoso broaaarrrr. El gorila es mi mayor éxito en mi triste carrera de actor. El único, en realidad. Pero es enteramente mío y es creación mía.
El papel me lo dio, casi por pena, Mansilla, que ya llevaba años haciendo publicidad. Mansilla, para que ustedes se sitúen, es el que hace de galán en aquel anuncio del coche que cae en la piscina. También es el policía que le roba sus donuts al condenado a muerte. Y el explorador del Yogurón. ¿Ok? Pues yo soy el gorila del Yogurón. Mansilla me llamó una mañana y me preguntó si quería un pequeño papel en un anuncio que iba a rodar. Cómo decirle que no, estaba bien pagado y en cualquier caso era lo único que me habían ofrecido en un año y medio.
Dos días después supe que iba a interpretar a un gorila en un anuncio de yogures. Mi papel consistiría en meterme dentro de un enorme disfraz y lo único que se me pedía es que fuera un gorila clásico, uno de esos gorilas medio subnormales que se golpean con furia el pecho y gritan como atontados. Mansilla, mientras tanto, disfrazado de elegante explorador, tenía que deleitarse comiendo un Yogurón, el nuevo maxiyogur: el Yogurón es tan apetitoso, según el anuncio, que uno no deja de comer ni ante el ataque de un gorila. En fin, otro apestoso anuncio.
No sé cómo se me ocurrió, pero pocos minutos antes de empezar el rodaje, ya metido en mi disfraz de gorila, me vino la idea. Me acerqué al director, un tipo con aspecto moderno y alelado con gafas de pasta que en ese momento charlaba despreocupado con Mansilla.

-Tengo una idea -le dije.
-Dime -me dijo el director, casi sin mirarme.
-Una idea para el anuncio. Una idea sobre mi papel -le expliqué.

El director me miró como sólo se puede mirar a un tío disfrazado de gorila que se cree haber salido del Actor´s Studio. Mansilla sonrió.

-Eso del gorila clásico está ya muy visto -dije.
-¿Sí?
-Puedo darle otro enfoque al papel -añadí.
-¿Otro enfoque? -intervino Mansilla.

Se lo expliqué. El gorila del Yogurón no debía ser un gorila amenazante. Tenía que ser un gorila amistoso. Eso del gorila amenazante podría granjearnos las antipatías de la poderosa e influyente Liga Animal, improvisé. En lugar de eso, cuando Mansilla empezara a comerse el Yogurón, yo, en mi novedoso papel de gorila bonachón, podía acercarme por detrás y pedirle que me diera un poco de ese exquisito manjar.

-No me parece mal -dijo Mansilla, mirando al director.
-A mí como si os hacéis una paja comiendo la mierda esa -dijo él- Pero acabemos rápido.

Así fue como creé el papel del gorila del Yogurón. Y lo bordé: como había explicado, me acerqué lentamente al explorador Mansilla y, en lugar de proferir espantosos gritos y golpearme el pecho como los gorilas clásicos, le di un leve puñetazo cariñoso en el hombro a Mansilla, ladeé mi cabezota en señal de súplica y lancé un simpático broaaarrrr, como un erupto agradable y convincente que inventé allí mismo. Mansilla, o el explorador, conmovido, me dio el Yogurón. Hasta sonreí, aunque eso no se vio en el anuncio porque la careta del gorila era inmóvil
El anuncio fue un éxito. En pocas semanas, España entera hacía el gorila. Si en un bar querías que un amigo te invitara a otra cerveza, ladeabas la cabeza, le golpeabas con cariño en el hombro y decías broaaaarrrr. Querías pedir un favor al jefe, hacías como el gorila del Yogurón. Querías que tu chica te diera otro beso, hacías el gorila.
El Yogurón fue un éxito descomunal, y mira que era malo. A nadie se le ocurrió investigar quién estaba dentro del disfraz de gorila, pero no me importa. Su imagen salió en todas partes, en llaveros, muñecos, braguitas, videojuegos, cómics y hasta en el envase del Yogurón Limón, el siguiente producto que lanzó la empresa de yogures. Ahí me traicionaron: para el anuncio contrataron a Antonio Banderas para hacer de explorador, a Britney Spears para que enseñara las tetas y a otro tío de Hollywood para hacer de gorila. Hasta para la banda sonora compraron los derechos de aquella canción de Brassens sobre gorilas. Ese segundo gorila, además de decir broaaaarrrr, podía sonreír de verdad y hasta decía no sé qué gilipollez sobre el Yogurón Limón, mientras se iba con Britney Spears por la jungla y dejaba a Mansilla abandonado. No tuvo mucho éxito, y además la Spears le robaba todas las escenas al gorila. La gente sigue imitando a mi gorila. Ya lo dicen en el mundo del cine: las segundas partes nunca fueron buenas. Pero con ese presupuesto, yo habría hecho un gorila inolvidable.

mercoledì, giugno 06, 2007

La vida en la playa

El sábado pasado, la Nueva me arrastró a la playa, pese a mi descomunal resistencia. Lo que más odio de la playa no es el agua, con sus restos fecales flotando por ahí, sino la arena: esos millones de malditos granitos que penetran entre los dedos de mis pies y no me abandonan hasta octubre o noviembre, por muchas duchas que me tome. Muchas duchas, menudo anacoluto, o lo que sea. En fin, el caso es que, además de encontrarme en la playa, tuve que limitarme a permanecer en la arena, porque el agua, a pesar de los restos fecales y todas esos residuos que en ella flotan, estaba al límite de la congelación. Así que la Nueva y yo nos tumbamos sobre la arena, hablando de nuestras cosas y de las cosas de los demás.
Mientras charloteabamos de forma más bien despreocupada, la Nueva empezó a recoger piedrecillas:

-Mira ésta, qué blanca es -me decía.

O bien:

-Esta parece un lapislázuli -se inventaba, pues sus conocimientos de geología son nulos.

De repente, tomó una piedra de forma singular:

-Mira, mira -me dijo, como una niña con piedras nuevas.

Era una pequeña piedrecilla, de forma curiosa.

-¡Cuántos millones de años ha permanecido al amparo de la abrasión del sol y la erosión del agua! -exclamó admirada.
-¿A ver? -dije yo.

La tome entre mis dedos y, como soy un hombre y no un geólogo, quise comprobar su dureza antes que cualquiera de sus otras virtudes. La piedrecilla dijo clic y se rompió en dos. Millones de años de abrasión y erosión al carajo, pensé.

-Qué bruto eres -dijo la Nueva.
-Bueno... -dije yo- Piensa que para la piedra ha sido un cambio radical, tras tantos millones de años de aburrida rutina.

La piedrecilla que rompí el sábado es la que podéis ver en la foto. Para que podáis haceros una idea de su minúsculo tamaño la puse al lado de uno de los cromos de la temporada futbolística 72-73, el cromo perteneciente a Aguirre Suárez, jugador del Granada. Al ver el montaje, la Nueva hizo cara de no entender nada.

-Es una metáfora de la vida -improvisé.
-¿Eh?
-Sí, Nueva -dije- En 1972 yo era un infante que coleccionaba cromos. Tú ni siquiera habías nacido. Aguirre Suárez era un futbolista de 26 años que, por lo que recuerdo, rompía las piernas de los contrarios. En 1972 la piedrecilla se desesperaba por la playa de Castelldefels, aburrida y desprotegida ante la erosión. En el 2007, cuando Aguirre Suárez tiene ya 61 años y tú bastantes menos, la piedrecilla, gracias a mi torpeza, ha vivido uno de los días más felices de su vida. Como tú y yo.
-Está bien -aceptó la Nueva- Venga, a cenar. Guarda la piedra.
-Y el cromo -dije yo.
Posted by Picasa

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