lunedì, maggio 19, 2008

Músicas antiguas

“Sabemos que Nerón tocaba cuerdas, pero, ¿qué exactamente? Cuando Jesús y los apóstoles hubieron tocado un himno, se dirigieron al Monte de los Olivos, pero, ¿qué himno cantaron? Si lo oyéramos ahora, ¿nos horrorizaría oír al Salvador de la Humanidad desgañitándose y aullando con voz nasal?”

Robertson Davies: Angeles rebeldes

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domenica, maggio 11, 2008

Umbrello y el gobernador



Hace un par de años, la Nueva y yo nos fuimos de vacaciones a Nueva York. Por la noche, en nuestro camastro del Hotel Transilvania, derrengados tras andar todo el día por los sitios turísticos y por los que no lo son tanto, zapeabamos sin mucho interés entre los canales televisivos. En todos ellos repetían una y otra vez propaganda electoral del candidato Spitzer, que aspiraba al cargo de gobernador del Estado. De tanto oírla, esta canción se nos quedó grabada en la mente. Bastantes meses más tarde, cuando supimos que Umbrello se estaba formando en el vientre de la Nueva, empezamos a cantársela a él. Y ahora que ya está en casa se la seguimos cantando. Spitzer ganó esas elecciones. Hace pocas semanas salió en todos los informativos, acusado de tener tratos con una prostituta. Creo que incluso tuvo que presentar la dimisión (como si hubiera cometido un crimen espantoso, como bombardear un indefenso poblado iraquí, por ejemplo). Pero Umbrello no sabe nada de eso.

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sabato, maggio 10, 2008

Umbrello ya está en casa

Pues sí, Umbrello ya está en casa. En mi mente quedarán grabados para siempre muchos de los momentos vividos estos últimos cinco días, desde que la Nueva y yo llegamos al hospital hasta que, ayer por la tarde, un amable taxista nos devolvió a la lluviosa cotidianeidad del barrio del Clot. Jamás olvidaré, por ejemplo, el momento en que supe que el trágico cómico Andrés Pajares compartía hospital con nosotros, aunque en su caso no para dar a luz. El hecho me produjo una fuerte impresión, pues me di cuenta de que algún día yo podría decir sin faltar a la verdad: “Pues sí, he dormido con Pajares, qué pasa”. En realidad, las dos plantas que nos separaban del cómico nos impidieron comprobar si roncaba, si le olían los pies o cualquier otro detalle que habría encantado a los reporteros gráficos que, día tras día, se apostaron a la puerta del edificio en busca de noticias frescas sobre ese individuo. A veces mi empleo de pianista en un burdel me parece frívolo; el trabajo de esos reporteros no sólo es frívolo, sino que además debe de ser espantoso.
Es absurdo, en todo caso, querer hablar de Umbrello y hacerlo de Andrés Pajares. Es que aún me resulta difícil hablar de él (de Umbrello). Para empezar, queda claro que ese no es su nombre real, sino el ficticio, el que elegí para nombrarle en este blog. Sin embargo, tanto la Nueva como yo nos sorprendemos muy a menudo llamándole, precisamente, Umbrello.
Y es que aún tiene mucho de personaje ficticio, aunque llore y haga todas esas cosas que hacen los bebés ante la embobada mirada de la Nueva y la mía. Y la vuestra, si le viérais.