Umbrello en la guardería
Umbrello asiste feliz a la guardería y, una vez por semana, su profesora nos entrega un papelito en el que nos solicita los objetos que debemos llevar en pocos días para el buen funcionamiento de sus clases. El último papelito recibido: Umbrello deberá llevará consigo el próximo lunes tres pelotitas de diferentes colores y tamaños, un lápiz, una cartulina tamaño 27x43, una foto de papá y mamá, una foto de sus hermanos si los tuviere, una foto de un vecino cualquiera en caso contrario, una foto de sus cuatro abuelos, su partida de defunción si faltare alguno de ellos, un gorro de los Yankees de Nueva York, una toallita, un bote de pegamento (sin gluten, por si se lo come), un recipiente vacío, un recipiente lleno de leche de burra (sin gluten), unas lentes de soldador, un koala, tres animales en extinción (dos muertos y uno vivo, no vale el koala), sus respectivas jaulas, alimentación para el koala (sin gluten) y para el animal en extinción vivo (con o sin gluten), un mono (tenemos la duda de si se trata de un cuarto animal o un mono de trabajo) y documentos que acrediten nuestra asistencia a un espectáculo en las últimas tres semanas; no valen recetas médicas y es una lástima porque las visitas al pediatra son lo más parecido a un espectáculo al que hayamos asistido en ese periodo.
La Nueva y yo, con la poca precisa ayuda de Umbrello y de Fratello, hemos pasado las últimas horas recopilando todas esas cosas, con la triste seguridad de que, aunque consiguiéramos nuestro objetivo, la próxima semana se nos entregará otro papelito y vuelta a empezar. Desesperanzado, esta mañana he querido hablar con la profesora de Umbrello.
-Señorita Pétula -le he dicho amablemente-.
-¿Dígame?
-Verá: nosotros les pagamos para que distraigan a Umbrello. No para que nos distraigan a nosotros.
No es eso lo que quería decirle, pero con los años y la paternidad mis ideas son cada vez más confusas. La señorita Pétula me ha mirado horrorizada y, sin responderme, ha cerrado la puerta del aula ante mis narices (con Umbrello dentro, afortunadamente). Sé que su próximo papelito contendrá su espantosa respuesta en forma de venganza.
La Nueva y yo, con la poca precisa ayuda de Umbrello y de Fratello, hemos pasado las últimas horas recopilando todas esas cosas, con la triste seguridad de que, aunque consiguiéramos nuestro objetivo, la próxima semana se nos entregará otro papelito y vuelta a empezar. Desesperanzado, esta mañana he querido hablar con la profesora de Umbrello.
-Señorita Pétula -le he dicho amablemente-.
-¿Dígame?
-Verá: nosotros les pagamos para que distraigan a Umbrello. No para que nos distraigan a nosotros.
No es eso lo que quería decirle, pero con los años y la paternidad mis ideas son cada vez más confusas. La señorita Pétula me ha mirado horrorizada y, sin responderme, ha cerrado la puerta del aula ante mis narices (con Umbrello dentro, afortunadamente). Sé que su próximo papelito contendrá su espantosa respuesta en forma de venganza.
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