El ruido de mis ojos
Cuando la Nueva duerme, es casi imposible despertarla si no es, como ya comenté en un post anterior, susurrándole al oído falsas noticias sobre la Reina. Han dicho que un loco ha mutilado salvajemente a la Reina, le digo por ejemplo, y entonces la Nueva abre un ojo, y luego el otro. Si no es así, no hay nada capaz de turbar su profundo sueño, ni siquiera mi habitual torpeza con los objetos, ese concierto que ofrezco involuntariamente cada mañana con vasos y platos que chocan por mi culpa, monedas que se esparcen sobre la mesa acristalada en una alegre, ruidosa e interminable cantinela, radios que enciendo a todo volumen, libros que echan a volar de mis manos para caer al suelo en un estrépito monumental. Nada, si no es con las vicisitudes de la Reina, la Nueva sigue durmiendo. En ese descanso tan profundo, la Nueva adopta poses entrañables, como la de la imagen que acompaña este texto tanto como para ilustrarlo como para demostrar al mundo que los Cuatro Magos de Oriente nos trajeron a la Nueva y a mí una cámara digital.
La Nueva durmiente
Curiosamente, en el proceso de dormirse, en esos minutos en que uno ni duerme ni está despierto, la Nueva es asombrosamente sensible y le afecta hasta el más pequeño incidente. Anoche, poco después de acostarnos, sentí un ligero escozor en el ojo derecho y me lo froté suavemente con un dedo. La Nueva se sobresaltó y, con voz somnolienta, me preguntó:
-¿Por qué hacen tanto ruido tus ojos?
La Nueva durmiente
Curiosamente, en el proceso de dormirse, en esos minutos en que uno ni duerme ni está despierto, la Nueva es asombrosamente sensible y le afecta hasta el más pequeño incidente. Anoche, poco después de acostarnos, sentí un ligero escozor en el ojo derecho y me lo froté suavemente con un dedo. La Nueva se sobresaltó y, con voz somnolienta, me preguntó:
-¿Por qué hacen tanto ruido tus ojos?
1 Comments:
Qué sexi! fiu, fiu!
ji ji
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