La cuenta
Una de esas noches en que tuve que comer solo en la amplia sala de Can Sepias, disfrutando de sus excelentes platos combinados, pedí la cuenta mientras degustaba el café. Para hacerlo hice el internacional gesto de similar que se estampa una firma en el aire. El camarero me vio, asintió con la cabeza y cuando le vi acercarse al cabo de unos pocos minutos preparé la cartera para abonar el importe. Para mi sorpresa, el camarero no me trajo la cuenta sino un bolígrafo.
¿Qué había ocurrido? ¿El camarero había interpretado que yo pedía un bolígrafo? ¿Era un camarero inexperto que desconocía el gesto de pedir la cuenta simulando una firma en el aire? ¿Mis gestos habían sido tan precisos que, en lugar de pedir la cuenta, había dado a entender claramente que necesitaba un bolígrafo? Mi monstruosa timidez me obligó a aceptar la situación y simulé sonrojado que, efectivamente, lo que necesitaba imperiosamente era un bolígrafo y sacando mi agenda apunté un par de notas que carecían de la menor importancia. Al cabo de un momento, sin embargo, volvió el camarero y casi me arrancó el bolígrafo de la mano y depositó la cuenta en mi mesa.
–Perdón, me confundí –se excusó, antes de entregar el bolígrafo, en una mesa cercana, a un individuo que, tras unos minutos de duda y sorpresa, sacó sonrojado su agenda y apuntó un par de notas que sin duda carecían de la menor importancia.
¿Qué había ocurrido? ¿El camarero había interpretado que yo pedía un bolígrafo? ¿Era un camarero inexperto que desconocía el gesto de pedir la cuenta simulando una firma en el aire? ¿Mis gestos habían sido tan precisos que, en lugar de pedir la cuenta, había dado a entender claramente que necesitaba un bolígrafo? Mi monstruosa timidez me obligó a aceptar la situación y simulé sonrojado que, efectivamente, lo que necesitaba imperiosamente era un bolígrafo y sacando mi agenda apunté un par de notas que carecían de la menor importancia. Al cabo de un momento, sin embargo, volvió el camarero y casi me arrancó el bolígrafo de la mano y depositó la cuenta en mi mesa.
–Perdón, me confundí –se excusó, antes de entregar el bolígrafo, en una mesa cercana, a un individuo que, tras unos minutos de duda y sorpresa, sacó sonrojado su agenda y apuntó un par de notas que sin duda carecían de la menor importancia.
4 Comments:
Cuenca, buena tierra de ajos....
Me ha recordado a aquel anuncio en el cual y abuelete decía algo así como "usté tire to p'alante hasta que llegue a una paré blanca que pone "BAR" y entonse gira a la deresha....." Claro está que el acento no debe ser el mismo...
Qué gracia me hacen estas situaciones ridículas... he soltado una carcajada imaginando tu cara al agarrar el bolígrafo.
De donde ha salido ese camarero???
Ay! qué gracia!
Un besazo
A mi eso me ha pasado a veces al brindar desde lo lejos con el barman (alzamiento de copa), con lo cual me he visto con otra en la mano sin haber apenas catado la que tenía entre manos!!!
jajaja ja no ets tan feliç? bravo per aquest retorn, com m'he rigut...
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