giovedì, marzo 18, 2010

Poeta congelado

Como ya anuncié en un post anterior, Umbrello tendrá pronto un hermanito. En apenas unos días nacerá Fratello (gracias, Viktor, por el nombre) y la Nueva y yo tuvimos muy claro que debíamos comprar una nevera más grande porque la cantidad de yogures, potitos y augmentines iba a crecer de forma exponencial. Así que ayer estuvimos de compras, pero lo que debería ser un fácil y fluido acto comercial se convirtió para mí en una monstruosa tortura por obra y gracia de un parlanchín vendedor que pretendió instruirme en la tecnología de las neveras, de los cubitos, del hielo y del frío en general. El hombre habló durante horas y horas de todos los modelos que se almacenaban en su establecimiento y de las nuevas tecnologías aplicadas a la conservación sostenible y ecológica de lechugas, chuletas y cervezas. Insistió en especial en el sistema No-Frost. Esto, al parecer, es lo último en el mundillo de las neveras. No-Frost, No-Frost, No-Frost, iba insistiendo el vendedor mientras mi mente iba desembarazándose lentamente de mi cuerpo y al final mi cabeza solo asentía automáticamente a las explicaciones del comercial y mi ser paseaba ya por los caminos de los sueños, libre de las ataduras de las neveras de este mundo. “No Frost, No Frost, No Frost”, iba oyendo yo a lo lejos y me dio por acordarme del poeta estadounidense Robert Frost y de aquella célebre imprecación suya, lo único que conozco de él, en realidad:

Olvida, Señor, mis pequeñas bromas sobre Ti y yo perdonaré Tu gran broma sobre mí

De repente desperté y me di cuenta de que tanto el comercial como la Nueva me miraban expectantes. Intuí que esperaban de mí una respuesta a alguna pregunta cuyo contenido ignoraba. Miré a uno y a otra en busca de pistas y, finalmente, suspiré y dije:

-Sobre todo, que no falte el No Frost.

Comprobé que el vendedor me miraba como se miraría a un poeta congelado. La Nueva no, ella me ya me conoce y se limitó a sonreír.

Etichette:

giovedì, marzo 04, 2010

El nuevo título del Sha

Leí casualmente que, casualmente, el 22 de noviembre de 1963 no sólo murió Kennedy: también lo hicieron CS Lewis, el autor de las Cartas del diablo a su sobrino y Aldous Huxley, el de Un mundo feliz y otras muchas cosas más que desconozco. Me dio por reflexionar otra vez en mi compulsiva obsesión por las coincidencias hasta que me di cuente de que, en realidad, ese día murió a buen seguro muchísima más gente. Y de que, sin duda, no tengo motivo personal alguno para que estas tres muertes coincidentes me llamen tanto la atención, dado que de Lewis apenas sé nada, más allá de que una vez conocí al sobrino del diablo en persona. Y de Huxley aún sé menos.
El suyo, el de Aldous Huxley, es sin embargo un nombre que siempre ha tintineado tontamente en mi memoria desde que, hace ya muchos años, leí en la prensa un anuncio de la Enciclopedia Británica. En el anuncio, como fantástico reclamo, se incluía una frase de Gabriel García Márquez, por aquel entonces en el cenit de su fama. Decía el colombiano:

“Alguna vez oí decir que Aldous Huxley había leído hoja por hoja los treinta volúmenes de la Encyclopaedia Britannica y durante años soñé con repetir esa proeza agotadora y fructífera”

Desde entonces mi imagen de Huxley es la de un anciano con gafas que lee una descomunal y polvorienta enciclopedia, desdeñando las bandejas llenas de comida que una preocupada esposa le hace llegar a su atiborrado despacho.
En fin. Cosas mías. El caso es que recorté aquel anuncio de la Enciclopedia Británica y lo guardé cuidadosamente en una de mis carpetas para vete a saber qué futura utilidad. Al enterarme, hoy, de la coincidencia fúnebre entre Kennedy, Lewis y Huxley me dio por buscar en Internet más detalles sobre la grandiosa proeza lectora de Huxley citada por García Márquez. Empecé por la wikipedia, lo que no deja de tener su qué pues se trata de buscar información acerca de una enciclopedia en otra enciclopedia. Pero, curiosamente, la wikipedia no refiere el episodio de Huxley con la Enciclopedia Británica pero sí la de otros individuos que llegaron a leerse entera la gigantesca obra. Incluso la de al menos dos personas que se leyeron de cabo a rabo dos ediciones diferentes. Sin embargo, lo que me ha impresionado, y lo que en realidad motiva este largo y extravagante post, es la historia de Fat´h Ali (1772-1834). Copio y pego:

“Cuando Fat´h Ali se convirtió en el Sha de Persia en 1797, le regalaron un set completo de la tercera edición de la Enciclopedia Británica, la cual leyó completamente; luego de esta hazaña, extendió su título de realeza para agregarle El Más Formidable Señor y Maestro de la Enciclopedia Británica

¡Maestro de la Enciclopedia Británica! Yo mataría por ese título.

Etichette: ,