Leía ayer los informes escolares de Umbrello y Fratello, que acaban de finalizar el curso. Observé que el primero, a sus 4 años, y entre otras muchas habilidades, se muestra muy motivado por las actividades realizadas en inglés, le avergüenza un poco cantar en público, no tiene problemas para distinguir los cambios atmosféricos y sabe nadar, pero sólo con un artefacto al que llaman churro. Su hermano Fratello, a sus dos años, obedece normalmente las órdenes de las maestras, cuida de su higiene personal, mantiene el equilibrio estático cuando está de pie y gesticula cuando oye música.
-Bueno –le dije a la Nueva- No está mal, ¿no?
-Sospecho que en el caso de Fratello se han confundido de niño –dijo ella.
No, no creo que haya ocurrido eso. Ya se sabe que los niños no se comportan igual en casa que en la escuela. Sin embargo, ese comentario me hizo recordar una observación que en su día me pareció muy certera y aguda y que leí, hace ya muchos años, en
Camins de França, una obra autobiográfica de Agustí Calvet, alias Gaziel, escritor catalán que, entre otras cosas, fue director de 'La Vanguardia' antes de la Guerra Civil. Dijo Gaziel que “a la Pedagogía a gran escala, aunque fuera la mejor, siempre la he tenido como una rama, la más alta, de la Ganadería”.
Sigo estando de acuerdo. No creo que los niños deban ser educados en casa ni que el ratio de niños por clase actualmente –unos 25 en el caso de Umbrello y Fratello- sea excesivo; yo compartí aulas con casi 50 individuos y no me ocurrió nada grave, ni a mis congéneres tampoco, si exceptuamos el caso de Úbeda aunque este ya era tonto antes de apuntarse a la escuela; eso sí, tengo la impresión de que, aparte de unas pocas nociones sobre sumar y restar, los diagramas de Venn, el feudalismo y el análisis sintáctico, poco más aprendí. Incluso puedo decir que he olvidado todo eso, aunque recuerdo muchos detalles de la época del feudalismo. Las cosas interesantes que sé ahora las aprendí luego, por mi cuenta, por casualidad o instruido por sabios maestros involuntarios: qué es el rugby, por ejemplo, o dónde está Balaclava, cómo escribía Capote o quiénes fueron los Tigrecitos de Mompracem.
Pues pensaba esto esta mañana mientras veía como desayunaban Umbrello y Fratello y decidí de repente, sin programa, medios ni preparación, emprender con la educación básica de mis hijos, la realmente importante, la que les permitirá, espero, andar por la vida como Dios manda y no en chándal.
-¿Sabéis quién era Elvis Presley? –les he preguntado.
Por su silencio he entendido que no. He tomado el elemento didáctico número 1,
The all time greatest hits of Elvis Presley y les he puesto a escuchar
If I can dream, y luego
Suspicious minds, y luego
His latest flame. Umbrello ha escuchado silencioso como acostumbra, pero con respeto e interés; Fratello ha empezado a bailar –así que su maestra no mentía- pero al cabo de un rato parece haberse cansado y se ha dedicado a su Barril Pirata. Sospecho que éste encontrará sosos incluso a los Sex Pistols.
No sé. Ya lo veremos. Iremos poco a poco. Hoy les he enseñado, a fuerza de repetición, a pronunciar correctamente el nombre de Elvis Presley y ya saben cómo suena el Rey. Mañana les hablaré un poco de los zeppelines, mostrándoles fotos de su gigantesca belleza y de su trágico final. El sábado será día de tema libre, que escogerán ellos, e imagino que querrán hablar de Leo Messi. Será un placer.
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