Biografías innecesarias (4)
FUTBOL/BIOGRAFIAS INNECESARIAS
4.SAM CHEDGZOY
Jamás vi jugar a Sam Chedgzoy; en realidad, sería difícil encontrar a alguien que lo haya hecho y, desde luego, si entre los escasos lectores de este blog hay alguien que le vio jugar, me da un patatús. Tengo tan poca familiaridad con Chedgzoy que hasta me cuesta escribir su extraño nombre y suelo equivocarme; no sé por qué, me parecería más lógico que se llamara Chegdzoy y no Chedgzoy, pero en fin, así se llama, Chedgzoy. Me enteré de su existencia hace poco, cuando a través del Google intentaba descubrir el verdadero nombre de Mónica Randall, una inquietud que tenía yo en esos días y que abandoné sin satisfacer. Eso sí, descubrí, gracias a los inescrutables caminos del Google, muchas cosas: la filmografía completa de la Randall, sin grandes títulos a destacar; la existencia de una película porno llamada “El coñote enmascarado” en la que, por otra parte, no intervenía esa gran actriz catalana; supe también que, en Estados Unidos, dónde si no, reside otra Mónica Randall, tan polifacética ella que es fotógrafa, directora de cine y muchas otras cosas, entre ellas “historical preservationist”, sea eso lo que sea, y que ha escrito un libro titulado “The Mansions of Long Island´s Gold Coast”. Hallé otra filmografía, la de Tony Randall, un actor que cuando yo era pre-pequeño aparecía en una serie de TV que recuerdo que mis padres veían en esos tiempos de blanco y negro. Y, por unos vericuetos que ya he olvidado, fui a parar a Sam Chedgzoy.
Sam, nacido en 1890, resultó ser uno de los futbolistas más importantes de la historia del Everton, donde entre 1910 y 1926 jugó más de 300 partidos antes de largarse a Canadá donde prolongó su carrera hasta más allá de los 40 años. No está mal, pero en realidad todo eso carece de interés. Lo que me llamó la atención de él fue la anécdota por la que aparece en varias páginas de internet y que se produjo en 1924.
La historia es un poco pesada de explicar, pero a mí me encantó. Digamos que hasta 1924 no se permitía lo que hoy llamamos “gol olímpico”, es decir, marcar un gol en el lanzamiento directo de un corner. Para permitir esa acción tan espectacular, la Federación Inglesa (a cuyo cargo corrían entonces las normas del fútbol) modificó el reglamento pero lo hizo con una redacción algo confusa (como mi propia redacción). Así, la nueva norma decía simplemente que el jugador que lanzaba el corner podía marcar un gol, pero nada más. Cuenta la web oficial del Everton: “Chedgzoy se ganó un lugar único en la historia del fútbol tras forzar a la federación inglesa a introducir un cambio en los reglamentos del juego. El periodista de deportes del “Liverpool Echo” Ernest Edward informó a Chedgzoy de que con la nueva normativa nada impedía a un jugador sacar un corner sobre sí mismo y avanzar con el balón sin pasárselo a nadie. En un partido ante el Tottenham y tras apostar dos libras con Edwards, Chedgzoy decidió aprovechar lo ambiguo del reglamento y sacó un corner con un autopase, fue regateando a los sorprendidos rivales (que, supongo, y esto lo digo yo, se habrían quedado inmóviles pensando “dónde va éste”) hasta llegar al área donde chutó a gol”. Creo que el árbitro anuló el gol, pero en el descanso Chedgzoy y Edwards le convencieron, reglamento en mano, de que la jugada era legal. “Doce meses más tarde” -continúa la historia- “se introdujo una enmienda al reglamento, permitiendo el gol en el lanzamiento directo del corner pero especificando que el jugador que lo lanzaba sólo podía tocar el balón una sola vez antes de que un segundo jugador lo hubiera hecho”.
¿Cuál es la moraleja del cuento? Yo qué sé. Yo lo que buscaba era el nombre real de Mónica Randall y acabé pensando en “El coñote enmascarado”.
4.SAM CHEDGZOY
Jamás vi jugar a Sam Chedgzoy; en realidad, sería difícil encontrar a alguien que lo haya hecho y, desde luego, si entre los escasos lectores de este blog hay alguien que le vio jugar, me da un patatús. Tengo tan poca familiaridad con Chedgzoy que hasta me cuesta escribir su extraño nombre y suelo equivocarme; no sé por qué, me parecería más lógico que se llamara Chegdzoy y no Chedgzoy, pero en fin, así se llama, Chedgzoy. Me enteré de su existencia hace poco, cuando a través del Google intentaba descubrir el verdadero nombre de Mónica Randall, una inquietud que tenía yo en esos días y que abandoné sin satisfacer. Eso sí, descubrí, gracias a los inescrutables caminos del Google, muchas cosas: la filmografía completa de la Randall, sin grandes títulos a destacar; la existencia de una película porno llamada “El coñote enmascarado” en la que, por otra parte, no intervenía esa gran actriz catalana; supe también que, en Estados Unidos, dónde si no, reside otra Mónica Randall, tan polifacética ella que es fotógrafa, directora de cine y muchas otras cosas, entre ellas “historical preservationist”, sea eso lo que sea, y que ha escrito un libro titulado “The Mansions of Long Island´s Gold Coast”. Hallé otra filmografía, la de Tony Randall, un actor que cuando yo era pre-pequeño aparecía en una serie de TV que recuerdo que mis padres veían en esos tiempos de blanco y negro. Y, por unos vericuetos que ya he olvidado, fui a parar a Sam Chedgzoy.
Sam, nacido en 1890, resultó ser uno de los futbolistas más importantes de la historia del Everton, donde entre 1910 y 1926 jugó más de 300 partidos antes de largarse a Canadá donde prolongó su carrera hasta más allá de los 40 años. No está mal, pero en realidad todo eso carece de interés. Lo que me llamó la atención de él fue la anécdota por la que aparece en varias páginas de internet y que se produjo en 1924.
La historia es un poco pesada de explicar, pero a mí me encantó. Digamos que hasta 1924 no se permitía lo que hoy llamamos “gol olímpico”, es decir, marcar un gol en el lanzamiento directo de un corner. Para permitir esa acción tan espectacular, la Federación Inglesa (a cuyo cargo corrían entonces las normas del fútbol) modificó el reglamento pero lo hizo con una redacción algo confusa (como mi propia redacción). Así, la nueva norma decía simplemente que el jugador que lanzaba el corner podía marcar un gol, pero nada más. Cuenta la web oficial del Everton: “Chedgzoy se ganó un lugar único en la historia del fútbol tras forzar a la federación inglesa a introducir un cambio en los reglamentos del juego. El periodista de deportes del “Liverpool Echo” Ernest Edward informó a Chedgzoy de que con la nueva normativa nada impedía a un jugador sacar un corner sobre sí mismo y avanzar con el balón sin pasárselo a nadie. En un partido ante el Tottenham y tras apostar dos libras con Edwards, Chedgzoy decidió aprovechar lo ambiguo del reglamento y sacó un corner con un autopase, fue regateando a los sorprendidos rivales (que, supongo, y esto lo digo yo, se habrían quedado inmóviles pensando “dónde va éste”) hasta llegar al área donde chutó a gol”. Creo que el árbitro anuló el gol, pero en el descanso Chedgzoy y Edwards le convencieron, reglamento en mano, de que la jugada era legal. “Doce meses más tarde” -continúa la historia- “se introdujo una enmienda al reglamento, permitiendo el gol en el lanzamiento directo del corner pero especificando que el jugador que lo lanzaba sólo podía tocar el balón una sola vez antes de que un segundo jugador lo hubiera hecho”.
¿Cuál es la moraleja del cuento? Yo qué sé. Yo lo que buscaba era el nombre real de Mónica Randall y acabé pensando en “El coñote enmascarado”.
2 Comments:
També a Amèrica però a Argentina viu una senyora amb el mateix nom i cognom que la que escriu (no seré la primera ni la última que s´ha buscat al google...). És doctora en ciències de l´educació, i comunicació i relacions públiques.
I em causa una estranya satisfacció saber que hi ha algú amb una carrera tan brillant que es diu igual que jo.
No hi ha res MÉS ABSURD...
El que és segur és que la Monica Randall no es diu ni Monica ni Randall.
¿Sería mucho pedirle que investigara el paradero (yo lo he intentado sin el menor éxito) del excelente extremo derecho paraguayo Hermes Gonzalez que jugó en el Barça en la temporada 1957-58 y al año siguiente pasó al Real Oviedo?
V-M
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