Camellos en orden alfabético
Sé que tengo libros que nunca leeré. ¿Cómo llegó a mi poder un ejemplar del árido El asno de oro, del romano Apuleyo? Lo ignoro, pero sé que El asno de oro estará siempre conmigo porque me es imposible deshacerme de un libro, sin llegar de todos modos a la excentricidad que narra Alberto Manguel en Una historia de la lectura:
“En el siglo X, en Persia, el visir al-sahib ibn Abbad Abd al-Quasim Ismail, con el fin de no separarse de su colección de 117.000 volúmenes cuando viajaba, se los hacía transportar por una caravana de cuatrocientos camellos adiestrados para caminar en orden alfabético”.
También yo, como el visir Ismail, guardo mis libros en orden alfabético guiándome por el nombre de su autor. Desde Ackroyd hasta Zweig, mi biblioteca ha ido creciendo con los años. Quizá algún día compre, si lo hubiere, un libro del popular Acebes (aunque no prometo leerlo) para ampliar sus límites por la derecha (y nunca mejor dicho), pero no se me ocurre ningún escritor que me permita hacerlo por la izquierda, más allá de mi querido Zweig.
Ordenar los libros de forma alfabética también tiene sus problemas. Como, repito, yo no tiro nunca libros, conservo en mi poder, por ejemplo, La magia de un crack, una biografía del futbolista Romario. Pero si alguna vez se me ocurriera consultar esa obra debería perder muchos minutos buscándola en mi biblioteca, porque jamás recuerdo quién es su autor y que, a causa de su apellido, me obligué en su día a emparedar el libro entre los de Roberto Fontanarrosa y los de Stephen Fry. Quizá sería más inteligente simular que la biografía la escribió el propio Romario, y en ese caso los vecinos del falso literato brasileño serían el celestino Fernando de Rojas y el contratista Jean Jacques Rousseau, recuerdos ambos de mis años de estudiante y cuya presencia, como la de la biografía de Romario, no ha sido requerida en muchos años.
“En el siglo X, en Persia, el visir al-sahib ibn Abbad Abd al-Quasim Ismail, con el fin de no separarse de su colección de 117.000 volúmenes cuando viajaba, se los hacía transportar por una caravana de cuatrocientos camellos adiestrados para caminar en orden alfabético”.
También yo, como el visir Ismail, guardo mis libros en orden alfabético guiándome por el nombre de su autor. Desde Ackroyd hasta Zweig, mi biblioteca ha ido creciendo con los años. Quizá algún día compre, si lo hubiere, un libro del popular Acebes (aunque no prometo leerlo) para ampliar sus límites por la derecha (y nunca mejor dicho), pero no se me ocurre ningún escritor que me permita hacerlo por la izquierda, más allá de mi querido Zweig.
Ordenar los libros de forma alfabética también tiene sus problemas. Como, repito, yo no tiro nunca libros, conservo en mi poder, por ejemplo, La magia de un crack, una biografía del futbolista Romario. Pero si alguna vez se me ocurriera consultar esa obra debería perder muchos minutos buscándola en mi biblioteca, porque jamás recuerdo quién es su autor y que, a causa de su apellido, me obligué en su día a emparedar el libro entre los de Roberto Fontanarrosa y los de Stephen Fry. Quizá sería más inteligente simular que la biografía la escribió el propio Romario, y en ese caso los vecinos del falso literato brasileño serían el celestino Fernando de Rojas y el contratista Jean Jacques Rousseau, recuerdos ambos de mis años de estudiante y cuya presencia, como la de la biografía de Romario, no ha sido requerida en muchos años.
9 Comments:
Estimado Jordi.
Enorme regocijo el que me ha supuesto la lectura de la anécdota de los camellos del visir al-sahib ibn Abbad Abd al-Quasim Ismail. Sin embargo tal y como manifesté en el artículo que puede usted leer en http://www.tabernil.com/2006/06/contra_el_orden_alfabetico, estoy totalmente en contra de ese injusto orden. Espero haber despertado su interés por leer cuáles son mis razones y también que sepa disculpar que publicite Tabernil.com apoyándome en su simpático blog.
Benjamin Nazka.
Estimado (otra vez) Jordi:
Veo que la dirección del artículo ha quedado cortada, así que lo intento de nuevo.
Contra el orden alfabético.
Gracias.
Gracias por tu aportación, he leído tu crítica al orden alfabético y, aunque no te falta razón, lo prefiero a cualquier otro. Es un orden tan ordenado que, como tú denuncias, acaba siendo arbitrario y absurdo, y eso a mí me encanta, porque me recuerda a mí mismo.
Oiga, que este blog no es simpático, ¡es la obra de un genio!
Yo lo he hecho alguna vez, pero quedaba feo.. ahora los ordeno por los colores y tamaños.. mucho más estético a la par que elegante.
Tengo una estantería digna de portada de revista.. eso sí, a la hora de elegir lectura nunca sé qué es mejor: rojo de pasta dura o grisáceo edición bolsillo....
Besos.
romario , aqui tengo su biografia
http://www.youtube.com/watch?v=p_CtDbZJHpo
Querido Jordi, no quisiera generar en ti falsas esperanzas, pero al igual que podrías ampliar los límites por la derecha, en el caso de que Acebes escribiera (¿sabrá?), podrías también ampliarlos por la izquierda el día en que a Gennady Zyuganov le de por explicar que tal le fue como secretario general del partido comunista de rusia en la época post gorbachoviana.
O también podrías aprender a tocar a la guitarra grandes clásicos del rock tejano como Beer Drinkers and Hell Raisers, Party on the Patio o Tube Snake Boogie.
Y de paso amplias aun más a la izquierda con los ZZ Top y su libro de acordes
en las bibliotecas oficiales, siempre funciona bién así: por orden alfabetico....en casa resulta más complicado. Yo los ordeno por temas, estilos, tamaños (ya que no todas las estanterias soportan grandes formatos)y dentro de los standares (novelas de bolsillo) los ordeno por idioma, (català, español, inglés), temàtica (biografia, poesia, viajes, cocina, historia...) y la ultima repartición, es la habitación donde esta la estanteria (comedor, estudio, pasillo, habitación, cuarto de baño...)de ello depende qué tipo de lectura haga en cada lugar.
una sugerencia para ampliar la "A" añadir algo de Paul Auster
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