En Cuenca
La Nueva y yo estuvimos en Cuenca al volver de Nueva York (pasando por Teruel; el recorrido típico, vaya). Y lo que no nos sucedió ni una sola vez en Nueva York nos ocurrió en Cuenca: nos perdimos. Tuvimos que preguntar por una dirección a un señor que, muy amablemente y sin que se lo pidiéramos, expuso todo tipo de detalles sobre el origen, las características y la singular belleza del sitio al que queríamos ir. Pero su primera frase había sido “tienen que seguir por esa calle hasta encontrar la casa de color almazarrón” y a partir de ahí yo me desanimé, convencido de que que jamás encontraríamos esa casa ni llegaríamos a nuestro destino pues ignorábamos cuál es el color almazarrón y sabía que no nos atreveríamos a preguntarlo.
PD: Ahora sé que el almazarrón es el óxido rojo de hierro, pero no sé si volveré a Cuenca para buscar esa casa que hay que buscar para no perderse.
PD: Ahora sé que el almazarrón es el óxido rojo de hierro, pero no sé si volveré a Cuenca para buscar esa casa que hay que buscar para no perderse.