En clase
Suelo acompañar a la Nueva a sus clases de preparación para el parto. La maestra, por llamarla de alguna manera, es una anciana comadrona que por su edad podría haber asistido al parto de Napoleón pero que, sin embargo, maneja con soltura las nuevas tecnologías como el power-point o la fotocopia. Suponiendo sabiamente que conocíamos la práctica pero que lo ignorábamos todo de la teoría de la concepción, el otro día la anciana dedicó la clase a iluminarnos sobre el aparato reproductor de la mujer y nos introdujo en los misterios del cérvix, los secretos del útero o las curiosidades del fórceps. En una pantalla nos mostró una imagen similar a la que preside este post.
Armada de una batuta, la maestra nos fue indicando las distintas partes del aparato reproductor, sus usos y finalidades y mi mente fue apartándose rápidamente de su discurso y, como solía hacer en mis tiempos colegiales, empecé a pensar en el fútbol, en el recreo, en alguna historia rara. En mis cosas, vaya. Y, al final, la maestra pronunció la frase fatal:
-Vamos a hacer un repaso. A ver, ¿cómo se llama esta parte?
Y su batuta me señaló a mí.
-Tú, futuro papá. ¿Cómo se llama esta parte? -insistió.
Y yo, consciente de que lo que iba a decir marcaría un antes y un después en la vida de esa abnegada mujer, exclamé:
-El buche.
Fue así como conseguí lo que nunca había logrado en mis tiempos colegiales, cuando mis maestros solían confundir mi habitual mirada ausente con diligente atención a sus aburridos discursos: que me echaran de clase. Salí feliz y rebelde del aula, oyendo a mis espaldas, entre las risas generales y alguna absurda muestra de reprobación, las cada vez más salvajes carcajadas de la Nueva, que pronto me acompañó, castigada por reírse, en mi exilio en el pasillo.