Yo quiero ver duendes a mi alrededor
Anoche, siguiendo el extravagante consejo de un amigo tomé a ciegas un libro de la estantería. Se trataba de Así hablaba Zaratustra, de Nietzsche, libro que ni he leído ni puedo explicar cómo llegó a mi poder. El consejo tenía una segunda parte: abrirlo al azar y leer la primera frase en la que se posaran mis ojos. Así que leí:
“Yo quiero ver duendes a mi alrededor”.
Según mi amigo, si se cumplen exactamente las instrucciones del consejo uno consigue, a las pocas horas, vivir una experiencia similar a la descrita en la frase leída. Estupendo, pensé. Voy a ver duendes.
Pero anoche no vi ninguno y esta mañana, al levantarme, tampoco, aunque he estado un buen rato viendo cosas raras porque no encontraba mis gafas. Al final he pensado: burro de mí, ¿cómo puedo ser tan cretino? ¿En verdad espero que den resultado unas instrucciones tan absurdas? He intentado olvidarme del tema y de los duendes leyendo el periódico hasta que, de repente, me he dado cuenta de que, como me anunció mi amigo, el sistema funciona a la perfección. Como decía la frase de Nietzche, llevo horas esperando ver duendes alrededor. La frase no me prometía ver duendes, sino el deseo de verlos.
He repetido la experiencia y he tomado otro libro al azar. La nueva frase me ha parecido al principio muy prometedora, pero cada vez que la repito me parece más misteriosa y enigmática :
“No espero otra cosa, Borderas”.
“Yo quiero ver duendes a mi alrededor”.
Según mi amigo, si se cumplen exactamente las instrucciones del consejo uno consigue, a las pocas horas, vivir una experiencia similar a la descrita en la frase leída. Estupendo, pensé. Voy a ver duendes.
Pero anoche no vi ninguno y esta mañana, al levantarme, tampoco, aunque he estado un buen rato viendo cosas raras porque no encontraba mis gafas. Al final he pensado: burro de mí, ¿cómo puedo ser tan cretino? ¿En verdad espero que den resultado unas instrucciones tan absurdas? He intentado olvidarme del tema y de los duendes leyendo el periódico hasta que, de repente, me he dado cuenta de que, como me anunció mi amigo, el sistema funciona a la perfección. Como decía la frase de Nietzche, llevo horas esperando ver duendes alrededor. La frase no me prometía ver duendes, sino el deseo de verlos.
He repetido la experiencia y he tomado otro libro al azar. La nueva frase me ha parecido al principio muy prometedora, pero cada vez que la repito me parece más misteriosa y enigmática :
“No espero otra cosa, Borderas”.