venerdì, ottobre 28, 2011

Apunte prescindible

Veía yo esta tarde un telediario donde comentaban una de las últimas futiles controversias nacionales. Decía la presentadora: "Las palabras de Fulanez han generado una gran polémica en la red". Ahí dejé de escuchar, porque de repente pensé: ¿Qué ocurría antes de la masiva popularización de internet? ¿Eran noticia de telediario los temas que se comentaban en los bares? No recuerdo haber escuchado jamás, hace 15 o 20 años, algo así como: "Las palabras de Fulanez han generado una gran polémica en las barras de los bares".

lunedì, ottobre 24, 2011

En la consulta

Visité hoy al médico, no como acto de cortesía pues no le conocía de nada, sino porque realmente me encontraba mal. Me dolía la garganta, tenía sequedad en los ojos y me zumbaban los oídos. “Un resfriado”, dirán ustedes, pero ni ustedes ni yo somos médicos más que de oídas, así que quise consultar a un profesional. Este acto es, sin embargo, un proceso mortificante para mí. Ya en la sala de espera veo que la multitud que me precede está allí simplemente para chincharme, pues su aspecto general es ciertamente saludable. Hablan y ríen entre ellos, ojean revistas del corazón y publicaciones científicas con auténtico interés y aprovechamiento y hasta dedican el tiempo para mandar mensajes por el móvil a los cuñados que, expectantes, aguardan noticias en casa. Yo, en cambio, apenas puedo sostenerme en la silla -cuando la encuentro- y cierro los ojos en la falsa creencia de que en la oscuridad el tiempo pasa más rápido.
Cuando al final me llaman, todo es un engaño; no es mi turno, es que la enfermera quiere comprobar unos datos: mi verdadero código postal, como si eso fuera una variable a la hora de tener en cuenta para, vete a saber cuándo, la eminencia médica que se mantiene encerrada a cal y canto en su despacho decida emitir un diagnóstico sobre mi agonía. Al cabo de un largo rato vuelven a llamarme. Bueno, eso creo yo, mis zumbantes oídos y la galleta príncipe que asoma del gaznate de la enfermera me confunden, a quien llaman es a otro, un tipo que que se levanta jovial y sonriente. Si está enfermo, será algo leve y mental.
Pero al final todo llega y mi turno también. Me presento ante el médico, que sin mirarme me pregunta: “¿Qué le ocurre?”. Qué desilusión, siempre he soñado con un médico que, como Sherlock Holmes, diagnostique mi enfermedad y prescriba su tratamiento con un simple vistazo a la palidez de mis mejillas y a los restos de tiza de la manga de mi americana. ¡No! Hay que contarle al médico lo que le ocurre a uno y es en ese momento cuando olvido detalles y confundo dolores, equivoco síntomas y mezclo medicaciones ya tomadas con enfermedades pasadas.
“Mmmm”, asegura siempre el médico.”¿Le duele el brazo derecho?”, me pregunta. “Sí”, digo yo. “¿Y el izquierdo?”, añade. “No”, afirmo. “Ya veo. Vaya que le hagan una placa de cadera izquierda”, determina. “¿Y mi resfriado?”, pregunto yo. “No, usted no está resfriado. Habrá que averiguar lo que le pasa. Es posible que sea reumático, quizá traumático. Podría tratarse de algo automático o incluso psicosomático. Su aspecto y sus dolores en el brazo derecho así me lo indican”.
Sé que el doctor se equivoca. Esgrimo mi condición de esgrimista y el hecho de que soy diestro para justificar mis molestias en el brazo derecho. Ya no me escucha. Me da una receta. Debo tomar varios kilos de calcio y un raro medicamento de valor incalculable que no entra en la Seguridad Social. Que no beba ni una gota de alcohol y que vuelva con la placa lo antes posible, ordena tajante. Salgo de allí desencajado, pero con las primeras gotas de agua sobre mi frente -llueve a mares, claro está- empiezo a sentirme mejor, entro en un bar y pido un vermouth.

giovedì, ottobre 13, 2011

Juventud

En una de sus muchas colaboraciones periodísticas, el poeta Joan Maragall observó que "la juventud consiste principalmente en no tener pasado". Su amigo Miguel de Unamuno le escribió para decirle que esa afirmación "es uno de esos descubrimientos de cosa evidente que son los más eficaces. No sabe usted bien qué horizontes me abre esa tautología". Ignoro qué horizontes se le abrieron a Unamuno, pero la obviedad también a mí me parece magnífica.

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sabato, ottobre 08, 2011

Consulta al diccionario

Serán cosas mías, pero la reacción de los medios de comunicación y de muchas de las personas que conozco ante la muerte de Steve Jobs me indujeron a consultar en el diccionario el significado exacto de...

papanatismo.
(De papanatas).
1. m. Actitud que consiste en admirar algo o a alguien de manera excesiva, simple y poco crítica.

Y sí, creo que estaba en lo cierto.

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venerdì, ottobre 07, 2011

¿Rescate para España? No, gracias

Uno. El Instituto Nacional de Estadística (INE) se ha fijado en mí y en mi humilde familia para que participemos –de forma obligatoria- en el nuevo Censo de Población y Viviendas español. Aparentemente, la cosa es fácil: la encuesta se puede responder por internet. Decido cumplir con mis deberes como ciudadano e intento satisfacer las inquietudes del INE acerca de las características de mi hogar y de mi familia. Fracaso en el primer intento: el moderno sistema informático del INE parece haber fallecido, pues no da señales de vida. “Probaré mañana”, me digo. Iluso. Mañana –que es hoy- el sistema ha resucitado, pero sólo se digna a preguntarme en qué idioma prefiero responder. Le digo que en catalán y, al parecer, muere de un patatús pues no vuelve a dirigirme a palabra. No volveré a equivocarme por tercera vez. Mando a la mierda al INE, a los mentecatos de sus dirigentes y a los merluzos de sus informáticos y decido esperar a que, ante mi silencio, me envíen a un probo funcionario con un bolígrafo para que me haga las preguntas de rigor, como siempre se habían hecho los censos.
Dos. Mamá me pide que haga en su nombre una gestión burocrática en la Agrupació Mútua, entidad catalana de histórico pasado y, por lo que he leído, de negro futuro. Aparezco en su sede, presento los papeles de los que disponía y que supuse que serían necesarios para completar el trámite. Falta uno, un certificado de matrimonio: hay que ir al Registro Civil a buscarlo, con lo que pierdo otra mañana. No me quejo, por que es culpa mía: debería haber preguntado qué papeles se requerían antes de iniciar los trámites. En fin, que obtengo el dichoso certificado de matrimonio, vuelvo a la Agrupació Mútua y lo presento: todo está en orden, me dicen, en unos días mamá recibirá en casa la resolución que le urge. Y un cojón. Lo que ha recibido, esta mañana, es una carta de la Agrupació Mútua en la que le exigen, para cumplimentar su solicitud… un certificado de matrimonio. Entiendo lo del negro futuro.
Tres. El domingo por la noche el pequeño Fratello empieza a vomitar. No parece grave, pero pienso que será conveniente que el lunes le vea su pediatra. Llamo a Sanitat Respon, el servicio oficial que, en Catalunya, concede las citas previas con los médicos del Seguro, pediatras incuidos. ¡Perfecto! Me dan hora para el lunes a las 10 de la mañana. Fratello pasa la noche algo intranquilo pero yo no porque sé que a las 10 le verá la doctora. Sin embargo, a las ocho de la mañana, quien empieza a vomitar es… ¡Umbrello! Vaya. Llamo a Sanitat Respon: Tengo hora para Fratello, les cuento, pero no para Umbrello, que ahora tambien está enfermo. ¿Sería posible obtenerla? No, me dicen, porque la pediatra de mis hijos está desde esta mañana de baja. ¿Y quien visitará a Fratello, digo yo? Una sustituta, no se preocupe, me dicen ellos. ¿Y puede visitar ella a Umbrella? ¡No!, afirman. Como su pediatra está de baja su agenda está cerrada. No pueden darme nuevas horas para mis hijos. Debo ir con ellos al Centro de Atención Primaria (CAP) y ya me dirán allí el qué. Pues vaya, pienso, pero no protesto. Antes de ir al CAP, sin embargo, les llamo y les cuento el caso. Tengo hora para Fratello pero no para Umbrello. ¿Podrá visitarlos juntos la doctora sustituta? Uff, eso no pueden decirlo. Tengo que ir allí y presentarme en el mostrador. Los niños están vomitando, digo, no quiero pasarme toda la mañana allí con ellos. Es la única manera, insisten ellos. Pierdo los nervios y les digo lo que pienso, de ellos y del mundo. Pues vale, me dicen. En fin: ya estoy en el Centro de Atención Primaria con mis vomitones hijos. Todas las dificultades habidas y por haber a través del teléfono parecen haber desaparecido, aunque la persona con la que hablo es la misma que me atendió por teléfono. “Pase con los dos niños juntos”, me dice, en un increíble alarde de lógica.
Cuatro: ¿Sigo? ¿Les cuento que las reformas que la Nueva y yo realizamos en nuestro hogar, hace ahora solo un año, van pareciéndose cada vez más al Muro de Berlín, por su aspecto cochambroso y deteriorado, y no precisamente por culpa de Umbrello y Fratello, sino por culpa de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio? ¿Que la garantía del coche de segunda mano que compramos también hace ahora un año, que era entonces de 365 días, como repitió el vendedor a mis preguntas, es ahora de solo seis meses y que el responsable de ese milagro inaudito soy yo, por no leerme la letra pequeña, como me dijo anteayer ese mismo vendedor con su cara de cemento armado y sonrisa de hiena? ¿Sigo? ¿Les cuento lo que me ocurrió hace unas semanas con ONO? ¿Y con Endesa?
Dicen los periódicos que igual vienen los europeos y nos rescatan. Por favor, ¡no! ¡No rescaten a España! Dejen que nos hundamos en nuestras heces y no permitan que acabemos de contaminar a la civilización occidental con nuestra ignorancia, nuestra incompetencia y nuestra incultura. Sálvense ustedes.