He continuado esta mañana con mi arqueología doméstica rescatando viejos videos. Hoy he visto uno que, en su carátula, anunciaba la película
El cuarto poder (
Deadline USA, claro), dirigida en 1952 por Richard Brooks y protagonizada, cómo no, por Humphrey Bogart. Como suele suceder con mis polvorientos videos, la cinta se inicia con unos minutos del telediario emitido antes de la película, minutos que suelen ser tan divertidos como la película misma. Me entero, por ejemplo, que Eduardo Chozas acaba de ganar una etapa de la Vuelta a Andalucía, etapa en la que ha abandonado Greg Lemond en las primeras rampas del puerto de Gador. Eso ha disparado mi máquina de recuerdos: Chozas, he rememorado, ganaba cada año una etapa del Tour de Francia; Lemond solía ganar el Tour entero. En Andalucía las cosas eran al revés. Luego han informado ampliamente de un torneo de vela y he pensado que si al próximo rey le gusta, yo qué se, el tiro con arco, en los telediarios hablarán de tiro con arco. Finalmente se entrevista al baloncestista Piculín Ortiz y nos dicen que Luis Suárez ha anunciado sus planes de preparación para el Mundial de fútbol de 1990, planes que, como se demostró finalmente, eran equivocados.
El caso es que eso me ha hecho pensar que en 1990 yo trabajaba en un periódico. Sí, esas cosas hacía yo antes de tocar el piano en una casa de citas. Recordando historias de mi vida periodística casi no me he dado cuenta de que empezaba la película, que trata precisamente de un periódico (
The Day). Bogart es su director y dirige las ediciones vestido de smoking; no me ha parecido raro, pues conocí a un director que trabajaba en calzoncillos.
A Bogart los problemas se le acumulan: por un lado, está investigando las manipulaciones de un gángster (Rienzi) que controla la ciudad; por otro, su ex mujer, de la que está enamorado, se va a casar con otro. Y además, los herederos del fundador pretenden vender el diario a la competencia. Esos herederos se pelean con su propia madre, que es la propietaria de una tercera parte de la empresa: me doy cuenta de que, al menos en las películas, los periódicos americanos siempre son propiedad de viudas. Recuerdo que la propietaria del
Los Angeles Tribune, donde trabajaba Lou Grant, también era una viuda, la señora Pynchon. Durante años pensé que la actriz que interpretaba el papel de la señora Pynchon era la misma que hacía de Agatha, la amiga de Higgins en
Magnum; hoy he descubierto en Google que no, que son dos actrices distintas, aunque espantosamente feas las dos. Tampoco la señora Garrison, la propietaria del diario de Bogart es muy guapa; es que es una Barrymore y dicen que los Barrymore bebían mucho. Ya se sabe que el alcohol corrompe la belleza. En la película realmente beben mucho, sobre todo Bogart.
¿Por dónde íbamos? ¿Por el bar de O´Brien? También en las películas, los periodistas, y también los policías, se reúnen siempre en el bar de O´Brien. Eso sí que es estilo: en 1990, cuando yo trabajaba en un periódico, donde nos reuníamos era en la Pizzería Diego. No es lo mismo, claro, pero recuerden que mi director trabajaba en calzoncillos y no en smoking.
Bogart, como todos los periodistas de las películas, está divorciado, pero sigue enamorado de su ex. Y le dice: “¿Te acuerdas de todos los paseos que nunca hicimos?”. Eso me ha gustado mucho. También me ha hecho derretir de gusto una de esas frases tópicas de películas de gangsters. Se la dice un periodista a un tipo que le encañona con una pistola: “¿Le importaría apartar ese chisme?”. Luego, la horrenda señora Garrison, en un momento de lucidez, se ríe de sus hijas: “La estupidez no es hereditaria. Vosotras la adquirísteis por cuenta propia”. También Rienzi, el gángster, llama estúpidos a sus matones, pero no le falta razón pues acaban de asesinar a un testigo en las mismas rotativas del periódico que le intenta acusar del asesinato de otra persona. Luego llegará la policía, que no se entera de nada, y les dirá a los del diario: “¿Cuándo los periodistas seréis mayorcitos y dejaréis de jugar a policías?”. Mientras bebe con Bogart, la señora Garrison rememora la felicidad que vivió con su marido: “Me amaba mucho, pero entre edición y edición”. Bogart, conmovido, le cuenta lo desgraciado que fue su propio matrimonio y ella le consuela: “No se habría casado usted si el periódico hubiera tenido dos bonitas piernas”. He visto nuevamente, como si fuera ayer mismo, las piernas del director que trabajaba en calzoncillos, que muy bonitas no eran, eran más horribles que la propia señora Garrison. Bogart, en cualquier caso, es un director multiusos, que responde a las llamadas, se reúne con todos, investiga, interroga a los testigos, compagina el periódico, da órdenes, etc... Eso es falso, normalmente, los directores de periódicos no suelen hacer gran cosa. El primero que conocí, en mi primera juventud, nunca se levantaba de su despacho. Yo, que era muy inocente, llegué a creer que era impedido y así, el día que le vi de pie por primera vez, me dio un susto de muerte. Bogart es tan inocente como yo y en una escena recrimina al director de publicidad: “¿Desde cuando su sección dicta las noticias de este periódico?”.
En fin, que pese a todo la cosa acaba más o menos bien. El periódico demuestra la culpabilidad del gángster y, al final, la empresa es vendida. Eso parecerá horrible, pero el diario que dirigía aquel que trabajaba en calzoncillos jamás encontró comprador y mira que lo buscó.
El video prosigue con el programa
Jazz entre amigos, con un amplio reportaje sobre el panorama jazzístico en Italia. Mientras escribo esto oigo las notas de un saxo que se me antoja insoportable.
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