lunedì, giugno 27, 2005

El yokihara

La película iba de chinos, pero no entendí mucho más. Había un chino joven, el protagonista, que viajaba por todo el país buscando algo que nunca quedaba muy explicado, pero que podría definir como el conocimiento, algo que me pareció una gilipollez como cualquier otra, como la fuerza de la guerra de las galaxias. El chino joven visitaba a varios venerables ancianos, o quizá siempre eran el mismo, en realidad eran muy parecidos todos, con sus disfraces de chinos ancianos y sabios, con barbas de chivos y sombreros multicolores y siempre con palillos en las manos, como si en todo momento estuvieran dispuestos a sentarse a la mesa. Tuve la impresión de que el director de la película dudaba de su propia pericia como cineasta y, temiendo que los espectadores no acabaran de entender que la cosa iba de chinos, obligaba a todos los actores a destacar hasta la náusea su chinicidad.
Los venerables ancianos atendían al joven con una actitud reservada y distante, pero no dudaban en darle buenos consejos: “El buen pescador sabe pescar tiburones con la caña más pequeña”, “Anda con pasos cortos si quieres llegar lejos”, “Muestra a tu rival tus manos desarmadas y atacale con tus pies”. El chino joven, que a veces se llamaba Shi En y a veces Shinoku, y que al final le llamaban Shinoku Han -pero creo que siempre era el mismo- sufría paulatinamente una transformación en su comportamiento, convirtiéndose lentamente en un memo atontado, lo que me hizo sospechar que el director confundía el conocimiento con el autismo.
Luego, tras recibir innumerables lecciones de innumerables chinos ancianos, el chino joven viajaba a Tokio y en ese momento tuve la duda: ¿Era un chino que viajaba a Japón? ¿O siempre habían sido japoneses, él y todos los venerables ancianos chinos, y yo estaba confundido? El guión no lo dejaba claro. En Tokio, el protagonista recibía lecciones de boxeo chino por parte de un maestro con pinta de tontaina, que sin embargo mostraba una agilidad pasmosa a la hora de esquivar los golpes del chino joven, al que propinaba sin piedad una continua sarta de mandobles. Pero poco a poco las lecciones surtían efecto y el chino joven se convertía en un consumado karateca, tras lo cual el maestro se despedía de él en un bonito jardín chino y le decía algo así: “Que encuentres el yokihara, Shi En”. El joven chino puso cara de no saber de qué le hablaba exactamente el maestro, pero disimuló y le dijo: “Claro, claro. Hala, adiós”.
Luego el chino joven pedía una habitación en un hotel y, en ella, abría una maleta -que, curiosamente, hasta ese momento jamás había transportado- y sacaba de ella una de esas espadas chinas o japonesas cuyo nombre no recuerdo ahora, me sale el nombre de yakuza, pero no es yakuza, eso es la mafia japonesa, esa que siempre sale en las películas americanas y cuyos miembros siempre están sentados incómodamente tomando el te en una larga mesa, pocos minutos antes de ser asesinados por un rival despechado. Bueno, pues el chino joven tomaba la reluciente yakuza o como se llame y se la ponía a la altura de los ojos y la observaba con aspecto de pasmarote iluminado y yo ya temía que encendiera velas por toda la habitación y tomara el te sagrado o el arroz ritual o cualquier otra sandez, pero se limitaba a observar su yakuza en silencio.
Luego veíamos al chino joven andando por las calles de Tokio, magníficamente ambientadas para propocionar un ambiente chino, la mar de chinos transitando atareados arriba y abajo por calle, y en primer plano un frutero chino ordenando ante su tienda las cajas de frutas, especialmente mandarinas y naranjas de la China, inteligentemente dispuestas, supuse, para ser derribadas espectacularmente en cuanto empezaran las hostias, o las ostias, que nunca he sabido si llevan hache.
De repente, ocho chinos muy bien trajeados rodeaban al chino joven, que sacaba su yakuza -que no llevaba hasta ese momento-. Absurdamente, los ocho chinos malos se turnaban para atacar al chino bueno, en lugar de lanzarse todos juntos al mismo tiempo y dejarle hecho unos zorros. Así que, gracias a las lecciones recibidas por los venerables chinos ancianos, el chino joven se deshacía por orden de los estúpidos chinos malos, uno de los cuales, aquí sonreí, caía en cámara lenta sobre las cajas de frutas ante las protestas del frutero, que veía como sus frutas tan amorosamente ordenadas empezaban a rodar por las populosas calles de Tokio. Al acabar con el octavo chino trajeado, el chino joven recogía su katana, ahora he recordado que se llama katana y no yakuza, y se la guardaba no sé sabe dónde y continuaba su paseo en busca de su yokihara.
Le veíamos llegar a una oscura tienda llena de avalorios y chucherías y cachivaches y mirra e incienso y yo pensé “Ahora se va a comprar un Gremlin”, pero no, no salió ningún Gremlin pero sí el viejo vendedor chino de “Gremlins” -que era igual que los venerables maestros, posiblemente era el mismo actor-, con el que mantuvo una discusión que intuí muy trascendental pero de la que no entendí nada y al final el chino sacó de un armario una especie de enorme tazón chino que entregó al joven chino, y yo pensé “menudo rampoina, si algún día me regalan algo así no sabría dónde meterlo”, y el viejo vendedor chino dijo: “Usa el yokihara para hacer el bien” y el joven chino dijo “Así se hará” y se despidieron con un abrazo respetuoso y una reverencia aún más respetuosa y al salir a la calle el joven chino tropezó tontamente y el yokihara se cayó al suelo y se rompió en mil pedazos y el joven chino sacó su katana y se hizo un sukahara ventral o como se llame y salió “The End” en la pantalla y me fui del cine y cené en un chino y pedí una familia feliz o como se llame y una sopa de aleta de tiburón que me supo a suelas de zapatos puestas en remojo en meados calientes y acepté una copita de licor chino y esa noche vomité y soñé con Hiroshima.

domenica, giugno 26, 2005

La hora del Jabalí



No sé quién le bautizó con ese nombre, pero fue todo un acierto. Jamás he conocido a nadie tan parecido a un jabalí. A falta de colmillos, el Jabalí refunfuña en todo momento y, a juzgar por su actitud, se diría que le molesta que la gente entre en su bar, y no digamos ya que le pidan alguna consumición. Eso a mí me encanta y bebo sin parar para poder perdirle otra cerveza, que el Jabalí me sirve refunfuñando y con una exquisita mala educación. Lo que al Jabalí le gusta es abrazarse por encima de la barra a las muchachas que, sorprendentemente, no faltan nunca en su bar, quizá por un cierto gusto femenino por lo peligroso. No creo que pase nunca de ahí, pero me imagino al Jabalí haciendo el amor: estoy seguro de que, cuando folla, el Jabalí gruñe desagradablemente como tal y mueve la cola feliz al terminar.
Al Jabalí tampoco parece gustarle mucho que en su bar se celebren conciertos, pero eso es una incongruencia por que al fin y al cabo es él quien los organiza. Pero yo me fijo en él durante las actuaciones y no parece muy interesado en ellas. Si sólo le falta mirar el reloj a ver cuánto falta, estoy seguro de que si tuviera a mano un periódico se distraería haciendo el crucigrama. Eso sí, que nadie hable durante el concierto, porque entonces el Jabalí se enfurece y pide silencio a voz en grito y luego, para sí, insulta con tremendas palabras a quien haya osado molestar al cantautor de turno. A pesar de eso, yo creo que lo que de verdad le gusta al Jabalí es poner música cuando, por fin, acaba el concierto. Entonces nos hace oír extraños discos, normalmente de desconocidos cantantes italianos o franceses y, como si quisiera convencerse a sí mismo de ello, exclama: “Este era muy bueno”. Aunque le preguntes de quién es esa canción, raramente contesta. Se limita a repetir: “Era muy bueno”. Tú deduces que el tío del disco, o ya no es tan bueno como fue, o ya está muerto. Creo que al Jabalí sólo le gustan los cantantores muertos. Y que le gustaría que los cantantes que actúan en su bar se murieran de una puta vez, para poder decir que eran muy buenos.
Al Jabalí también le gusta mucho organizar sorpresas, pero no tiene mucha imaginación y tras asistir tres o cuatro veces a los conciertos de su bar uno ya le ve los trucos. Su sorpresa preferida es la del cliente que interrumpe al cantautor para pedir a voz en grito que le pongan una cerveza. La primera vez no sospeché nada: en medio de la actuación, entró una enorme puta borracha y, como si no se hubiera dado cuenta de que había un cantante actuando -lo cual es imposible, a causa de las mínimas dimensiones del bar del Jabalí- pidió gritando una cerveza. A todo el mundo, y hasta al cantante, le viene la risa por esa estrambótica aparición y entonces el Jabalí también sonríe, y eso es muy raro, e insulta en voz baja a la puta borracha y le sirve la cerveza.
Otra vez no fue una puta borracha: fue un gitano de película del Torete y la escena fue la misma: entró, se fue a la barra y pidió a voces una cerveza. Esta vez la puesta en escena fue algo más elaborada: el gitano, además de pedir la cerveza, también pidio perdón al cantautor por su interrupción y además solicitó algo de flamenco. Vi como al Jabalí se le escapaba la risa por un momento, pero enseguida recuperó la compostura y empezó con su retahíla de insultos en voz baja mientras servía la cerveza. Estoy seguro de que, esa misma noche, quizá al día siguiente, le echó la bronca la gitano mientras le daba los 20 euros acordados:
-Sólo tenías que entrar y pedir una cerveza a gritos. ¡No dije nada de que pidieras flamenco! -habría dicho el Jabalí.
-¡Soy un actor! -habría respondido el gitano- ¡Quería mejorar mi papel!
¿Por qué monta esos happennings el Jabalí? Tuve mis dudas, pero creo que ya tengo la respuesta. El Jabalí quiere que tengamos de su bar recuerdos bonitos, aunque sean tan raros como él. Aunque no lo parezca, el Jabalí nos quiere.
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mercoledì, giugno 22, 2005

Gary Larson (3)


“El barco de esclavos mejor equipado, por supuesto, siempre lleva recambios”

(Gary Larson)
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¡No enseñes nunca la foto!

Las películas americanas nos han enseñado que, si debes participar en una guerra o en una batalla, siempre vas a sobrevivir... a menos que se te ocurra enseñarle a un compañero la foto de tu amada que llevas en el bolsillo.

martedì, giugno 21, 2005

Mi sitio está ocupado

“A lo largo de toda mi vida, siempre encontré mi sitio ocupado, tal vez porque no lo había buscado donde debía”

(Ivan S.Turguénev: Diario de un hombre superfluo)

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The Farthings

The Farthings estaba bien situado y mi primera impresión fue que el establecimiento era el típico bed and breakfast británico, pequeño, acogedor, demencialmente decorado como si el tiempo se hubiera detenido en la época victoriana, y cuyos propietarios, de vez en cuando, cometen algún espantoso asesinato familiar. O sea, un fascinante tugurio.
The Farthings estaba regentado por el matrimonio Abercrombie, un apellido que he copiado de una novela de Agatha Christie para respetar la intimidad de los verdaderos propietarios. Los Abrecrombie eran la señora Helen, una agradable sesentona y su marido, el señor Mortimer, un hombre enorme, alto como un oso que, por supuesto, era el hermano, posiblemente gemelo, del taxista que me había llevado hasta allí en un disculpable ejercicio de nepotismo familiar.
Me sentía muy cansado, así que le dije a la señora Helen -el señor Mortimer se había ido con su hermano, el taxista, a tomar unas pintas- que me gustaría dormir unas horas y que, si me disculpaba, ya le explicaría en otro momento qué hacía yo en York, de dónde procedía, cuántos días pensaba quedarme en su bella ciudad de la que aún nada conocía y a dónde pretendía ir después, y que si no era molestia ya me contaría ella después cómo podía usar el teléfono público y a qué horas se podía desayunar en su hotel y a qué hora se cerraba la puerta principal y dónde podría encontrar la Oficina de Turismo de York y el mejor pub de la ciudad y todas esas cosas que las matronas de los hoteles británicos cuentan a sus huéspedes con el mismo tono funcionarial con que la policía lee sus derechos a los detenidos.
Por primera vez en muchas semanas dormí con un lirón o, para ser más exactos, al despertar pensé: “Por primera vez en muchas semanas he dormido como un lirón”. Luego, aún en la cama, pensé que no tenía ni la más mínima idea de qué era un lirón. Tumbado sobre mi espalda observé un rato los victorianos decorados del techo de mi habitación sin emitir juicio alguno sobre ellos y menos aún sobre el escaso gusto de quién allí los puso, alcancé el brazo y tomé mi portátil, me conecté a Internet e hice una búsqueda sobre la palabra “lirón”, lo que me permitió descubrir que hay múltiples tipos de lirón, entre ellos el lirón enano africano o el lirón careto, el segundo de los cuales mora en toda la península ibérica, aunque no creo haber visto jamás un lirón por las calles de Barcelona. El lirón, al menos el lirón careto, es un roedor de aspecto no excesivamente simpático, como todos los roedores, y sentí un cierto desazón por haber dormido como tal, pero también una innegable envidia hacia los lirones por su habilidad para dormir como yo había dormido esa tarde en The Farthings, York.

sabato, giugno 18, 2005

El nostre heroi

¿Recordes per què, d´entre els milers de pubs de Londres, vam escollir The Town com a refugi per les nostres tardes d´exili? Sí, exacte, pel nom. ¡The Town! ¡Quin nom tan poc ambiciós, al costat dels clàssics The Royal Arms o The Red Lyon! Ens va fer gràcia de seguida, i de seguida ens hi vam trobar bé. The Town era el destí inevitable de les nostres llargues passejades sota el plugim, en aquell exili forçós que ni tu ni jo haviem buscat i del que tant n´estavem gaudint. No sé si erem feliços, Patrícia, però qualsevol cosa ens feia riure, i això ha de ser la felicitat.
Crec que va ser la mateixa tarda que vam insultar Vargas Llosa que Matthew, l´amo de The Town, ens va explicar per primera vegada la seva història. Haviem entrat al pub esvalotats, corrents, rient, perquè quatre carrers més enllà ens haviem creuat amb Vargas Llosa, que viu a Londres des de fa anys. Tu com a peruana, i jo com a català, ens vam sentir amb dret a insultar-lo, i no sé què li vam dir, qualsevol bajanada, que va deixar l´escriptor perplexe, parat sota la pluja. Ens va fer tanta gràcia que, com si fossim dos adolescents ximplets vam fugint corrent, rient pel nostre atreviment.
I rient i corrent vam entrar a The Town com cada tarda, i vam demanar la nostra cervesa al Matthew, que pràcticament des del primer dia ens havia adoptat com a els clients més exòtics del seu humil pub. Fins aquell dia ens havia tractat amb amabilitat, però pràcticament no haviem parlat. Aquell tarda que vam insultar Vargas Llosa, però, Matthew sembla tenir ganes de xerrar. Mentre ens servia les cerveses, es va treure les monstruoses ulleres de miop i es va fregar els ulls. A tu et va semblar que plorava, i com que encara estaves eufòrica, li vas preguntar sense embuts:

-Oh, no et preocupis, noia -va dir ell- M´heu agafat en un mal moment.

Devia tenir moltes ganes d´explicar-ho, perquè no es va fer pregar.

-Avui fa cinquanta anys que va acabar la guerra. La Segona Guerra Mundial -va recordar-nos- Jo hi vaig ser, i tot i que no me´n agrada parlar, no n´he parlat gairebé mai en aquests cinquanta anys, avui hi he pensat tot el dia -va explicar l´home, que fins aquell dia no ens havia semblat tan vell.

L´Anne, la dona del Matthew, va acostar-se per escoltar la història del seu marit, que segurament coneixia tan bé com ell. El Matthew se la va mirar, i va fer l´ullet en senyal de complicitat.

-Jo era pilot de la RAF, de les Reials Forces Aèries. Vaig guanyar algunes medalles, però no us les ensenyaré perquè només són troços de metall, i en realitat no sabria dir-vos on són. L´Anne sí que ho deu saber, però sap que no m´agrada veure-les, i no les treurà. En acabar la guerra, a tots els que vam participar ens les desfilades per la victòria se´ns va considerar herois. I ho érem, és clar. Vaig defensar el meu país i vaig salvar vides, n´estic segur. No és per això que he plorat tot el dia. ¿Sabeu? En aquests cinquanta anys he pensat molt en els nois que vaig conèixer a la guerra i que no van tenir tanta sort com jo. En els milers i milers que van morir, aquí o en els altres bàndols, tant se val. Jo vaig ser un heroi, però en realitat, tot el que vaig tenir és sort. Sort de ser viu encara ara.

Estic segur que Matthew tenia moltes més coses a dir, però no va poder. La veu se li va tallar i se´n va anar dins, a la cuina. L´Anne va aixecar les celles en senyal de paciència i ens va servir una altra cervesa.
Aquell va ser el primer dia que Matthew va explicar la seva història. Però no va ser l´últim. A partir d´aquella tarda que vam insultar Vargas Llosa, el vell amo de The Town ens va agafar confiança, i sovint ens explicava històries de la guerra, on intentava rebaixar el seu paper d´heroi i on acabava plorant per les víctimes del conflicte. Tot i les seves paraules… ¡quantes nits, a casa, haviem parlat tu i jo d´en Matthew com “El nostre heroi”! N´estavem orgullosos, de tenir un heroi a la família del nostre exili londinenc.
La tarda que l´Anne ens va explicar l´altra història no recordo que insultéssim ningú pel carrer. Era una tarda plujosa, com gairebé sempre, i en arribar a The Town en Matthew va començar amb una altra de les seves històries de guerra, que tu i jo ja esperàvem amb il.lusió. No recordo per quin motiu exactament en Matthew va haver d´interrompre la seva narració, per absentar-se uns minuts. I aleshores es va acostar l´Anne:

-Feia dies que volia parlar-vos. No sé si faig bé en dir-vos´ho, però em sap greu que us empasseu totes les històries que us explica el meu marit -va dir.
-¿Què vol dir? -vas dir tu, amb el desencís pintat als ulls.
-En Matthew no va ser mai a la guerra. I encara menys podia ser pilot de la RAF. ¿Com voleu que amb aquests ulls de miop pilotés un avió?
-Es clar…
-Totes aquestes històries, doncs…
-Se les inventa, és clar que se les inventa. ¿Com podeu ser tan ingenus, jovenets?
-Oh… Ens agradava veure el senyor Matthew com un heroi -vas dir tu.
-Jo no he dit que no fos un heroi -va dir l´Anne- Sí que va ser un heroi, a la seva manera.
-¿?
-Veureu… Quan va començar la guerra, en Matthew va ser dels primers en presentar-se a l´allistament. El van refusar, és clar, per la vista. No servia per a la guerra. Però al cap d´uns mesos li van trobar un lloc. En Matthew era actor, i li van demanar que fes de pallasso pels nens dels refugis, nens que s´havien quedat sense família, nens que havien evacuat de les nostres ciutats per salvar-los dels bombardejos. I en Matthew va fer de pallasso durant gairebé tota la guerra. I us asseguro que fer riure un nen en aquelles condicions no devia ser fàcil. ¿No us sembla que té dret a considerar-se un heroi?
-¡Oh, és clar que sí! -vam dir els dos a una.
-¿I perquè el senyor Matthew no explica aquesta història directament, i s´inventa totes les altres? -vaig preguntar jo.
-Bé, això… Ja us he dit que en Matthew era actor. I encara ho és. Sou el seu públic.

¿Recordes Patrícia que a The Town hi havia una màquina d´aquelles on la gent pot comprar una cançó? En aquell mateix moment algú havia posat “Strawberry fields” i just aleshores els Beatles deien allò de “Nothing is real”… Ens vam mirar, vam mirar l´Anne que ens mirava, vam mirar el Matthew que tornava i ens buscava, els nostres ulls brillaven, vaig apartar uns cabells mullats que et queien sobre el front i et vaig besar, lentament, un cop més, als llavis.

26 de maig de 1998

venerdì, giugno 17, 2005

Dia de platja

Sóc a la platja i m´he quedat mig adormit. Noto com vaig perdent lentament la consciència, com es van difuminant les converses, que es van apagant i confonent amb els crits dels nens i les onades que metòdicament arriben a la platja, sempre uniformes. Però de cop em desperto, i no sóc l´únic: amb un ull he vist que arribava a la platja una dona amb un bikini groc. Es una dona molt alta, d´unes cames llarguíssimes, amb una llarguíssima cabellera rossa. No fa vent; llàstima, si en fes els cabells rossos volarien i farien més espectacular l´escena. Potser és la Steffi Graf, se´m acut. No crec, però no en puc tenir la certesa, perquè porta unes ulleres de sol, negres. Que no deixen veure-li els ulls. S´està escampant bronzejador pels braços i amb un gest enérgic s´ha apartat els cabells rossos que li queien per la cara. Com m´agradaria anar-hi i embolicar-m´hi, en aquells llargs cabells rossos.
Em sembla que sap que tothom la mira, els homes i les dones. I jo també. M´ha mirat i ha somrigut, abans d´estirar-se d´esquenes damunt una enorme tovallola vermella. Al cap d´una estona ha cambiat de posició, s´ha posat una mica més de bronzejador a l´esquena, s´ha acomodat el bikini groc i ha tornat a estirar-se. Ja hi porta molta estona; potser s´ha adormit, com m´estava passant a mi abans que ella arribés. Poc a poc, els homes i les dones que se la miraven han anat distraient-se, i em sembla que jo també torno a adormir-me, perquè les onades, les converses i els crits dels nen se´m tornen a confondre.
No s´ha adomit. S´ha aixecat, de cop, àgil, amb aquelles cames tan llargues, i aquell bikini groc. Ha mirat a una banda, i a l´altra, m´ha tornat a veure, ha somrigut i m´ha fet hola amb la mà. Em sembla que m´he posat vermell, i he dissimulat fent veure que jugava amb un grapat de sorra. Amb passes decidides, amb aquelles cames llarguíssimes, se´n va cap a l´aigua. Es banyarà; o no: s´atura i torna a la tovallola. Es clar, les ulleres de sol, se´n oblidava. Les desa a la bossa i torna cap a l´aigua. Ara que s´ha tret les ulleres és clar que no és l´Steffi Graf.
Les últimes passes cap a l´aigua les fa corrent, saltant per sobre les ones que arriben a la platja, i es llença a nedar, amb agilitat, cada cop més lluny. Neda molt bé i cada cop és més lluny. Ara no la veig: tarda una mica en reaparèixer, potser una mica massa. Mou els braços, sembla que… Abans que jo entengui que demana ajuda ja hi ha dos o tres homes que corren cap a l´aigua, i que tarden interminables minuts en arribar fins ella, i interminables minuts en poder-la treure, inconscient, amb aquelles llarguíssimes cames penjant-li sense sentit i els cabells rossos ara mullats, enganxats a la cara i la mare que ve i se´m emporta i diu que això és millor que no ho vegi un nen de sis anys i jo em resisteixo i miro al darrera, a temps encara de veure que ja li fan el boca a boca i que la dona del bikini groc no sembla reaccionar.

mercoledì, giugno 15, 2005

Geordie

Home
Mentre attraversavo London Bridge
un giorno senza sole
vidi una donna pianger d'amore,
piangeva per il suo Geordie.

Dona
Impiccheranno Geordie con una corda d'oro,
è un privilegio raro.
Rubò sei cervi nel parco del re
vendendoli per denaro.

Home
Sellate il suo cavallo dalla bianca criniera
sellatele il suo pony
cavalcherà fino a Londra stasera
ad implorare per Geordie

Dona
Geordie non rubò mai neppure per me
un frutto o un fiore raro.
Rubò sei cervi nel parco del re
vendendoli per denaro.

Junts
Salvate le sue labbra, salvate il suo sorriso,
non ha vent'anni ancora
cadrà l'inverno anche sopra il suo viso,
potrete impiccarlo allora

Home
Nè il cuore degli inglesi nè lo scettro del re
Geordie potran salvare,
anche se piangeran con te
la legge non può cambiare.

Junts
Così lo impiccheranno con una corda d'oro,
è un privilegio raro.
Rubò sei cervi nel parco del re
vendendoli per denaro.

(Fabrizio de Andre: Geordie, al disc Nuvole Barocche, 1969)

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Palabras y más palabras

“Palabras y más palabras. Nunca supe de nadie a quien sanara el corazón por el oído”

(William Shakespeare: Otello, Escena III, Acte I)

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martedì, giugno 14, 2005

La sabiduría de Charlie


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domenica, giugno 12, 2005

Detalles

“Todo arte se compone de detalles seleccionados”

(Truman Capote: Los perros ladran)

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sabato, giugno 11, 2005

Buñuelatu


No sé quién es Ricardo Muñoz Suay, pero sí sé que el hombre feo que tiene a su lado no es Luis Buñuel. Aunque éste era bastante feo, no lo era tanto como Nosferatu. La magnífica errata periodística corresponde al diario El País (30 de noviembre de 1995).
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giovedì, giugno 09, 2005

A mí también

“Siempre le resultaba extraño continuar existiendo para otros cuando no estaba presente”

(Graham Greene: Nuestro hombre en La Habana)

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Al Capone


El 30 de diciembre de 1999, para conmemorar el fin del siglo, el diario La Razón publicó un excelente monográfico sobre los hechos más destacados de este periodo. Uno de los apartados de ese monográfico estaba dedicado a los grandes personajes del siglo. Y uno de los personajes elegidos por La Razón fue el gángster Al Capone. Bueno, yo estoy completamente de acuerdo en que Capone fue uno de los grandes protagonistas del siglo XX, pero... esto... bueno, ocurre que el de la foto no es Al Capone, sino Antonio Machado.
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mercoledì, giugno 08, 2005

Juan Marsé

Anécdota explicada por Juan Marsé (El Periódico, suplement Libros, 12 d´octubre del 2001):

“Un día estaba en la planta de muebles de unos grandes almacenes firmando libros cuando se me acercó una señora y me preguntó qué cuánto costaba. Le dije que no lo sabía, que lo tenía que preguntar a la editorial y me contestó que el libro no, que lo que quería saber era el precio de la mesa”.

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Gary Larson (2)


“Ah, fantástico, ahora se me vuela la gorra”

(Gary Larson)
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martedì, giugno 07, 2005

El mandarín


“Pero el tajo ya está dado; como en la historia china del perfecto verdugo, el decapitado sigue en pie sin saber que apenas estornude su cabeza rodará por el suelo”

(Julio Cortázar: La vuelta al día en ochenta mundos).


“¿Mataría usted al mandarín? ¿Mataría usted a un viejo mandarín, al que nunca ha visto, un mandarín que vive en el corazón de la lejana China, si para ello tuviera que tocar sólo una campanilla y heredando así una enorme fortuna?”

(Jose Maria Eça de Queirós: El mandarín)
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Clases de latín

“Vestigia nulla retrorsum”: “Ningún momento regresa”

domenica, giugno 05, 2005

Domingo por la mañana

Hoy es domingo, y por la mañana, quizá el momento más terrible de la semana. No soy el único que lo ha observado:

Uno:
“Sunday morning creep in like a nun”
(“Els matins de diumenge passen sigilosament com una monja”)
(Lennon i McCartney: Lady Madonna)

Dos:
“Well I woke up Sunday morning
with no way to hold my head, that didn´t hurt
and the beer I had for breakfast wasn´t bad
so I had one more for dessert
(…)
Then I walked across the street
And caught the Sunday smell of someone´s fryin´ chicken”

(Kris Kristofferson: Sunday morning coming down)

Y tres:
“Yo odiaba hacer lo que se hace el domingo: esperar la llegada del lunes”
(Julian Barnes: Metroland)

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Ubeda y sus bellos cerros

Capítulo 22 de “La Vida del Cuerdas”, obra inédita de Mr. Rodríguez y un servidor

El Cuerdas no era muy hablador, pero a veces le daba por entornar los ojos, pespuntearse la nariz y contar ricas anécdotas de su pasado. Me viene ahora a la memoria un día en el que él y yo formábamos la barrera y esperábamos a que el equipo rival lanzara una falta directa, en una de nuestras matinales de fútbol sala.

-Así como en las culturas árabes -me dijo el Cuerdas sin venir a cuento y con un estilo algo bíblico- los invitados eruptan al finalizar una buena comida para agradecer al anfitrión su hospitalidad, en ciertas zonas del Benelux de difícil acceso es costumbre en los restaurantes que, en homenaje al cocinero, los comensales se golpeen salvajemente entre ellos con barras de hierro hasta descoyuntarse los hombros. Quedarse todos los comensales con los hombros descoyuntados se considera el mayor honor que puede recibir un cocinero, pero en contrapartida éste no cobrará ni un céntimo del importe de la comida, auque no se sabe si es por educación o porque, al no poder mover los brazos, los comensales están incapacitados para hacer el típico gesto de firmar al aire para pedir la cuenta.

La erudición del Cuerdas me dejó turulato, el equipo rival lo aprovechó para lanzar la falta, que me pilló desprevenido y nos metieron un gol. El Cuerdas me miró con rabia:

-Si cada vez que te cuento un rica anécdota me lo pagas haciendo el estaquirote en las barreras, mejor me callo.

Así nos quedamos sin ricas anécdotas del Cuerdas, pero a cambio nuestros promedios de goles encajados mejoró mucho. Aparte de eso, no sé por qué el título de este capítulo se llama “Ubeda y sus bellos cerros”. No sé dónde está Ubeda, no sé por qué “los cerros de Ubeda” se ha añadido al acervo de frases populares, y no sabría definir qué es un cerro. De pequeño tenía un compañero de clase que se llamaba Ubeda, y era de esos tíos raros que a la hora del patio, en lugar de jugar al fútbol, jugaba a perseguirse con otros tíos raros. Seguro que si en el patio de mi escuela hubiera habido árboles, Ubeda se habría subido a ellos.

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sabato, giugno 04, 2005

Sacha Guitry


Francamente, no sé mucho de Sacha Guitry. Por lo que he visto en Google, era un actor francés (1885-1957) del que dudo que yo haya visto película alguna. Pero por motivos que no vienen al caso conozco tres anécdotas suyas que me parecen fantásticas y que le han convertido en uno de mis extraños mitos personales.

La primera es una frase suya: “Si un hombre te roba tu mujer, no hay mejor venganza que permitir que la conserve”.

Las otras dos son anécdotas que recopila Adolfo Bioy Casares en el libro “De jardines ajenos”. La primera: Un día, tras superar una operació quirúrgica, al despertar no se le ocurrió otra cosa que decirle al médico: “Doctor, estuve a punto de perderle”.

Y la segunda se remonta a la época de la ocupación alemana de París: “Al llegar Sacha Guitry a la Estación de Orsay, encontró una multitud de parisinos que se apretujaban y daban empujones en su afán de huir ante el avance de las tropas alemanas. -¿No tienen vergüenza? -les gritó, y restauró el orden en tono autoritario. Después, para sorpresa e irritación de todos, se colocó con su equipaje a la cabeza de la fila. Como respuesta explicó: -Mi caso es distinto. Yo no tengo vergüenza, tengo miedo”.
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Cénit y nadir

He observado que, si bien todo el mundo sabe qué significa “cénit”, el punto más álgido de algo, casi nadie conoce la palabra “nadir”, que es justamente lo contrario del “cénit”, el punto más bajo. Yo mismo ignoraba hasta hace unos días que existiera esa palabra. Ya sé que no tiene importancia, pero quería dejarlo claro. Cuando me veáis roto y deprimido, me gustaría oír: “Jordi está en su nadir”. No me servirá de consuelo, pero al menos es bonito.

giovedì, giugno 02, 2005

Extra Caballos: Red Rum


Este es el túmulo funerario de Red Rum (1965-1995), caballo que ganó tres veces el Grand National. Está enterrado en el hipódromo de Aintree. Se puede visitar los días de carrera, de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Cuando ganaba, Red Rum solía reír a mandíbula batiente y eso a mí me hacía mucha gracia. Admito que soy muy simplón. Aparte de eso, las carreras de caballos no me interesan para nada, ni siquiera la de Ben Hur.
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Extra Caballos: El hombre ante la lluvia

“El caballo, parte de la naturaleza, permaneció impasible ante la lluvia. Sólo los hombres, que no formaban parte de la naturaleza, reaccionaban con aspavientos a los cambios de tiempo”

(Anthony Burgess: Cualquier hierro viejo)

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Extra Caballos: ¿Por qué piafan los caballos?

Hacia las cuatro de la madrugada, mi caballo Ramón empezó a piafar. Aquellos que jamás hayan visto un caballo si no es en las fotos de Jennifer Capriati quizá no sabrán que “piafar” es aquello que hacen los caballos cuando, según me explicó el indio Espasa Calpe, levantan una pata y luego la otra y la dejan caer con fuerza sin moverse del sitio, váya usted a saber por qué. El caso es que Ramón piafaba nervioso y por supuesto eso nos alarmó. Corrimos hacia él.

–¿Qué te ocurre, chaval? –dije yo, tan preocupado que no tuve en cuenta no sólo que los caballos no hablan sino que, en el caso de Ramón, también son sordos.
–Brffffffff –dijo Ramón, sin dejar de piafar.
–¿Qué? –dije yo.
–Creo que ha dicho no sé qué de Leonard Cohen –dijo Cantavella, que a veces parecía tan sordo como Ramón.

En esas estábamos cuando de repente Ramón dejó de piafar y de hacer comentarios y se derrumbó con estrépito.

–¡Aún no está muerto! –dijo Mr.Rodríguez, como si alguien hubiera dicho: “Ya está muerto”.
–Nadie ha dicho que ya esté muerto –dije yo, abundando en lo anterior.

Ramón nos observaba tumbado sobre un costado. Le costaba respirar y tenía en su mirada una tristeza infinita. Le dimos agua, porque en las películas a los moribundos siempre se les da agua (lo que a Woody Allen le hizo observar una vez que morirse no da sed, a menos que uno se muera después de haber comido arenques) y Ramón lo agradeció. Quizá había comido arenques, pero me extrañaría porque desde hace días sólo comíamos fríjoles y ahora ya ni eso.
Estuvimos toda la noche velando a nuestro fiel compañero. A parte de sus piafadas iniciales, no se quejó en ningún momento. Quizá alguna lágrima cayó de sus enormes y tristes ojos, pero no podría decirlo con certeza por que también los míos se anegaron varias veces durante esa larga espera y diría que también los de Cantavella y Mr.Rodríguez. Cuando el sol del nuevo día apuntó en el horizonte, Ramón respiró profundamente un par de veces, nos miró con lo que diría que fue un intento de sonreír por última vez, y murió.
No sabría decir cuánto tiempo permanecimos al lado de su cuerpo exánime. Al final pensé que Ramón merecía lo mejor y decidí celebrar unas exequias como es debido. Dado que desconocía la confesión religiosa de nuestro caballo, me incliné por una celebración laica. Dije unas palabras improvisadas y emocionadas, Cantavella pasó el plato y Mr.Rodríguez interpretó a la guitarra canciones que le pareció que podrían haberle gustado a Ramón de no ser sordo, como “Caballo viejo”, “Mi novia se llamaba Ramón” y “Dale Ramón (Chuta más fuerte para ver si metes gol)”.
Luego decidí que no podíamos dejar allí tirado aquel noble animal que nos había acompañado desde Abilene, hacía ya no sé cuánto tiempo. Con las manos empecé a cavar una fosa para enterrar dignamente a Ramón y Mr.Rodríguez y Cantavella no dudaron en ayudarme con gritos de ánimo. Al cabo de un par de horas de duro trabajo, sin embargo, comprobé que cavar una tumba en el desierto es una empresa de titanes. En ese tiempo sólo conseguí excavar un pequeño espacio en el que, con apuros, sólo cabía la cabezota de Ramón. Así que decidí enterrar sólo la cabeza. De lejos parecía un caballo con complejo de avestruz. En fin, qué triste final.

(capítulo 4 de “Yo estoy aquí para algo”, 2002)

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mercoledì, giugno 01, 2005

Més i més Woody

“Acompañándonos a la Opera de Milán a mi hija y a mí, Needleman, al asomarse por el palco, se cayó al foso de la orquesta. Demasiado orgulloso para admitir que había sido un error, durante un mes seguido fue a la Opera todas las noches y repitió la caída”

(Woody Allen: Perfiles)

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Gary Larson (1)


“-Bien, forastero, ¿cuál es la circunferencia de la Tierra? ¿Quién escribió La Odisea y La Iliada? ¿Cuál es el promedio de lluvia en la cuenca del Amazonas?
-¡Bart, estás loco! ¡No puedes disparar primero y preguntar después!”

(Gary Larson)
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