martedì, maggio 31, 2005

Amabilitat

“Sempre diuen: “Déu ens estima”. Si això és estimar, prefereixo una mica d´amabilitat”.

(Graham Greene: El Capità i l´enemic)

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El Cuerdas

Hace unos meses, mi falso hermano Mr.Rodríguez y yo escribimos, a cuatro manos y dos gafas, una breve novela titulada “La vida del Cuerdas”, en la que desarrollamos, con simpar sagacidad e inusual bla bla bla un estudio psicológico sobre el personaje de El Cuerdas, un mecánico de automoción, poeta en sus ratos libres y habilidoso jugador de fútbol sala al que conocimos en la Barcelona de la postguerra (2002). Desde entonces, la novela duerme el sueño de los justos en un cajón y sólo la titánica indolencia de Mr.Rodríguez ha impedido hacer fotocopias y distribuirla por los canales habituales (es decir: “Toma, mira qué hemos hecho”). Como avance editorial, Burning Umbrellas se complace en ofrecer dos capítulos de “La vida del Cuerdas”, en concreto los capítulos 4 bis y 22 bis, que hablan de la singular relación de El Cuerdas con el séptimo arte y que son una muestra del carácter irrepetible de este extraordinario personaje.


Muy gratuito capítulo 4 bis
EL CUERDAS Y EL SEPTIMO ARTE
Además de gustar del cine de glaciares, el Cuerdas era un amante del séptimo arte. A veces, por ejemplo, le daba por escribir falsas reseñas sobre películas inexistentes. Esas reseñas de películas inexistentes que inventaba las escribía en servilletas de papel, en el bar, tras los partidos de fútbol sala, y se reía para sí mismo, sin compartir con los demás sus pequeñas creaciones, que inmediatamente arrugaba y lanzaba distraídamente al suelo. Yo descubrí un día qué era lo que hacía el Cuerdas con esas pequeñas servilletas, y empecé a coleccionarlas a escondidas. Estos son algunos de sus films inventados.

SALTA, DALAI Un canguro recala accidentalmente en el Tibet. Su talante alegre y conciliador le granjeará la admiración de los tibetanos, que le nombrarán Dalai Lama.

EL SECRETO Antonio, ejecutivo de una importante multinacional, tiene un secreto: de noche se viste de bombero-torero y asiste a los más importantes incendios y corridas de la ciudad. Una noche se incendia un toro en la casa de su jefe y Antonio es descubierto.

YO SERÉ TÚ Un jinete pierde la vista al chocar frontalmente su caballo con Mauricio Pocchetino. A causa del accidente el futbolista blanquiazul se perderá un importante partido ante el Numancia, y el jinete invidente decide sustituirle.

SECUESTRO El Rey Juan Carlos es secuestrado por los seguidores de Carlinhos Brown, que exigen un suculento rescate. El alcalde Joan Clos recibe el encargo del Gobierno de mediar con los secuestradores, pero no entiende la misión y no deja de sonreír como un zopenco toda la película.

SECUESTRO Remake innecesario de “Secuestro” realizado en Hollywood con grandes medios y escasas ideas. Aquí, para adaptar la historia a los gustos estadounidenses, el alcalde Clos debe enfrentarse con su perenne sonrisa de bobo, no a Carlinhos Brown, sino a Gloria Stefan, lo cual da paso a varios numeritos musicales para lucimiento del edil barcelonés.

FULLHOZER El doctor Fullhozer es un científico loco que no tiene ninguna intención de destruir el mundo. Desesperado por su poca ambición, decide destruir el mundo.

EL SENTIDO DE LA VIDA Un hombre se marea en el autobús, vomita sobre sus propios pantalones y reflexiona sobre por qué le ha ocurrido eso y justamente en ese momento, y repasa otros vómitos que ha sufrido a lo largo de su vida.

EL CHINO DE LA MOTO Yan Zee es un chino al que le gusta disfrazarse de Mickey Rourke y pasearse por Pekín en su moto. Las autoridades chinas deciden poner fin a esa situación tan desagradable y Yan Zee sufrirá un auténtico calvario.

EL CHINO DE LA MOTO II Yan Zee ha aceptado finalmente la prohibición de las autoridades chinas y vende su moto y su disfraz de Mickey Rourke. Al día siguiente sale a la calle en bicicleta, como todos los chinos, y vestido de amarillo. Ante la mirada de sus compatriotas, Yan Zee declara valientemente: “Qué pasa, ahora soy Indurain”.

FAROLILLOS Y MANDANGAS (EL CHINO DE LA MOTO III) Tras varios años de cautiverio, Yan Zee sigue obsesionado con Indurain, hasta que un año se apunta al Tour de Francia. Tras la primer etapa Yan Zee está destrozado físicamente, pero el hecho de ocupar el farolillo rojo le recuerda a su país, lleno de farolillos y mandangas, y decide disputar también la segunda etapa.

ZAFIRO 3 Clemente, un muchacho introvertido y con pocos recursos económicos, se compra un Seat 124. Pese a los consejos de sus amigos, Clemente coloca en el parabrisas del coche un gran adhesivo de la discoteca de Zafiro 3, lo que no mejorará en absoluto su nulo éxito con las chicas.

KINVARA Un grupo de turistas catalanes visita la pequeña localidad irlandesa de Kinvara. Los habitantes del pueblo deciden ampliarlo al declarar los catalanes que se lo esperaban más grande.

ESPERA ANGUSTIOSA Broderick, una miga de pan, ha quedado abandonado bajo la mesa. A lo lejos, un caracol se acerca lentamente. Durante 120 minutos angustiosos asistiremos desde el punto de vista inmóvil de Broderick a su agonía y a una terrible incertidumbre: ¿Devoran los caracoles a las migas de pan? No revelaremos el sorprendente final.

JABO Megaproducción belga sobre la controvertida figura de Javier Irureta. La historia se resiente a causa de la poco afortunada elección de Denzel Washington Jr. para el papel del entrenador del Depor.

GENOCIDIO MARIACHI ¿Qué habría sucedido si Adolf Hitler hubiera nacido en Michoacán? Este es el sugerente punto de partida de este interesante film mexicano. Denzel Washington Jr. insiste en interpretar papeles poco acordes con sus registros como actor, en este caso encarnando al terrateniente José Goebbels.

MUERTE NATURAL Un hombre fallece de muerte natural y en circunstancias nada sospechosas. Un ex policía expulsado del cuerpo decide absurdamente investigar el suceso.

HURRA, LA BIBLIA Pretenciosa producción estadounidense que pretendía resumir la Biblia en 95 minutos. El film estaba producido por la Espuma Seca Hurra y los intentos del director de introducir con calzador en las escenas bíblicas continuas referencias a este popular producto acaban por irritar al espectador atento.

VIRULENTA Eric Clapton se convierte de repente en un virus. La singular destreza de Mano lenta como agente patológico le hace ganar el apodo de Viru-lenta. Como chiste ya era horroroso, pero como película es un bodrio colosal, lastrado además por su excesivo metraje.


Muy gratuito capítulo ehh 22 bis
EL CUERDAS Y EL SEPTIMO ARTE (II)
He aquí (¿o “eh, aquí“?) una nueva muestra de las películas inexistentes inventadas por el Cuerdas.

AMOR QUELONIO Una tortuga enamorada de un cantautor deberá luchar contra los prejuicios de la sociedad victoriana. Intervienen en pequeños papeles Javier Irureta y Denzel Washington Jr., que además interpreta a la tortuga. Recibió el Oscar a los mejores títulos de crédito del principio, que son de aquellos que simulan ser hechos por una máquina de escribir y que hacen “txc txtxc txc txc”.

EL LEÑADOR SUBNORMAL Un leñador se vuelve subnormal a causa de un disgusto en las quinielas y empieza a sembrar de cadáveres una pequeña localidad aislada en las montañas. Fue la última intervención de Al Pacino antes de convertirse en Robert de Niro.

HOLOCAUSTO SUBNORMAL Años después, el leñador subnormal ataca de nuevo... Previsible coproducción hispano-italiana que pretende explotar el éxito de la primer parte. Espartaco Santoni sustituye a Al Pacino en el papel del leñador subnormal.

HILDE (HOLOCAUSTO SUBNORMAL II) Memez insuperable al servicio de la actriz alemana Hilde. El leñador subnormal de las dos primeras partes de la saga se ha convertido aquí en un leñador travesti subnormal.

MATAD A WILLY, COÑO Un niño pretende salvar por enésima vez a una orca amenazada por no recuerdo quién. Las fuerzas del progreso se rebelan y matan a Willy y violan salvajemente al niño de los cojones. Un canto a la amistad y a la naturaleza.

EL HIJO DEL COLOSO EN LLAMAS Un pequeño rascacielos siembra el pánico en Nueva York, traumatizado por los trágicos sucesos que acabaron con la vida de su padre años atrás. Charlton Heston, que ya protagonizó la primera parte, repite aquí papel, el del astronauta que lucha contra los simios.

PLATÓN Monumental thriller sobre la vida del filósofo Platón, interpretado por Denzel Washington Jr. Tuvo una calurosa acogida por parte del público, pero la crítica no recibió de tan buen grado los diálogos campechanos y los chistes explicados del protagonista.

JACKIE Producción de la factoría Disney sobre Jack el Destripador. Las últimas innovaciones informáticas al servicio del cine de animación proporcionan un insuperable realismo y colorido a las escenas de los asesinatos de las prostitutas, para mayor goce del público infantil.

S&G Tedioso e insufrible biopic sobre la vida de Simon y Garfunkel. Para el papel de Garfunkel, Javier Bardem se sometió a sesiones de maquillaje que alcanzaron las 24 horas y se dejó calvicie. Art Garfunkel, en una de sus escasas apariciones cinematográficas, interpreta el papel de Paul Simon. Gracias a “camaleón” Bardem, Paul Simon no fue aceptado para el papel de Garfunkel.

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lunedì, maggio 30, 2005

El pianista manco

A Bobby Robson, el veterano entrenador inglés, le preguntaron una vez qué le hubiera gusta ser de no haberse dedicado al fútbol. Y respondió:

-Habría dado mi brazo derecho por ser pianista.

Cómo pasa el tiempo

Ese abotargado pelele fue algún día mi amigo, pensé, consciente incluso de que ignoro qué significa “abotargado”. Pero ese adjetivo me vino a la cabeza y pensé que a Roberto le venía como anillo al dedo. Si “abotargado” significa que alguien es amorfo, gordo y blandengue, Roberto era el hombre más abotargado que he visto en mi vida. Le contemplé unos segundos, recordando que años atrás, no muchos, Roberto había sido un hombre atlético, alto y ágil, el que siempre daba el primer paso y arrastraba a los demás. Ahora le veía como un pelele abotargado.
Luego observé a esa mujer, “Dolores”, había dicho Roberto, “mi esposa”, y pensé en cómo cuernos habría conseguido Dolores abotargar de esa manera a mi amigo. ¿Con muchas horas de sofá, muchas y abundantes comidas calientes, muchas visitas a los suegros, muchos fines de semana en Paradores Nacionales, muchos viajes en coche? Yo qué sé, yo jamás he abotargado a nadie.
“Llevamos ya tres años casados”, dijo Roberto con una sonrisa que apenas consiguió tensar los músculos de sus abotargadas mejillas. “Cómo pasa el tiempo”, dije yo, mirando con aprensión a Dolores, esa abotargadota de hombres, que sonreía todo el rato y que agarraba a Roberto del brazo, como si ese pelele estuviera en condiciones de empezar a correr y huir de ella. “A ver si nos llamamos un día y vienes a comer”, añadió Roberto, y supuse que la última vez que nos vimos ya dijimos lo mismo. “Claro”, dije yo, sonriendo, no ante la idea de comer con ese pelele y su abotargadora mujer, sino ante el recuerdo de que apenas unos meses atrás yo había cambiado de teléfono, lo que impediría a mi abotargado amigo encontrarme.
“Bueno, muchacho, estás igual, como siempre”, dijo Roberto. “¡A ver si nos vemos!”, insistió. “Claro que sí”, repetí yo. Nos despedimos. Al cabo de unos pasos, me di la vuelta y grité: “Tú también estás como siempre”. Roberto se giró y me saludó con la mano, sonriendo, como diciendo “¡Gracias, amigo!” En sus abotargados ojos vi por un momento el recuerdo de quien fue mi amigo y un insondable rastro de tristeza. En los de Dolores, en cambio, vi la mirada de una enemiga para siempre.

domenica, maggio 29, 2005

Plegaria

“Concédeme, Señor, serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar las que sí puedo,
y sabiduría para distinguir las unas de las otras”

No sé quién es el autor de esta plegaria. Yo la descubrí en la fantástica novela “Matadero Cinco”, de Kurt Vonnegut. Años después, a principios del 2001, se produjo una pequeña polémica en las cartas al director de “La Vanguardia” acerca de quién era su autor. Aunque no hubo unanimidad entre los lectores, la mayoría se inclinó por otorgar su autoría a San Francisco de Assís.

“Extraña y tranquila”, con un epílogo

Primera parte:
M ha ensayado veintitrés mil veces el movimiento y esta noche parece que, por fin, ha tenido suerte. La muchacha acaba de salir del edificio y M ha conseguido simular que coincidían. En realidad, él hace ya más de media hora que ha terminado su jornada, pero ha estado perdiendo tiempo todo ese rato para coincidir con ella, como ha intentado hacer muchos días sin éxito durante las últimas semanas.
—¡Hola! ¿Ya te vas? —ha dicho él.
—Sí —ha dicho la muchacha extraña y tranquila.
—¿Quieres que te acompañe? —se ofrece M, enseñando las llaves del coche.
—¿A dónde vas?
—¿A dónde vas tú?
—Yo voy a X. ¿Por dónde vas tú?
—Bueno, yo no voy tan lejos, la verdad. Pero no me importa acompañarte.
—Hombre, no…
—Insisto. Por favor.
— (…)
—Venga, va, que no me importa, de verdad.
—Bueno, vale.
La muchacha que M ha estado observando durante días —y sabe que ella sabe— sube al coche.
—Bueno, yo te acompaño… —dice él— Pero para llegar a X tendrás que indicarme. ¿Qué hago? Cojo la calle H hasta el final, ¿no?
—Sí.
Es realmente, M lo ha sabido siempre, incluso sin haber hablado nunca seriamente con ella, una muchacha extraña y tranquila. ¿Cómo hacer que hable? ¿Cómo hablarle?
—¡Vaya día hemos tenido hoy! —intenta— Estoy tan cansado que me siento como un paralítico.
—Ajá —responde ella—
No le ha hecho gracia el comentario. Quizá tiene un hermano paralítico. Qué cagada. Quizá todos los de su familia son paralíticos. Ella tiene a su cargo a una familia entera de paralíticos, y quizá a eso se debe su carácter extraño. ¡Qué estupideces!
—Ya me avisarás cuando tenga que coger el desvío, ¿eh? —dice ahora M—
—Sí, aún falta un poco.
—No me gustaría equivocarme. Con la mala suerte que tengo seguro que vamos a parar a un suburbio abandonado, y nos atacaría un grupo de delincuentes. A mí me violarían como un perro antes de asesinarme salvajemente, y a ti te llevarían secuestrada para prostituirte.
— (…)—sonríe ella, callada.
Tampoco ha sido un comentario demasiado acertado, piensa M. O quizá sí, porque ella no parece escandalizada y, aunque no ha dicho nada, ha sonreído la broma.
—Ahora por aquí a la izquierda. Y me dejas ahí, ahí vivo.
—Muy bien… ¿aquí va bien?
—Sí, perfecto. Oye, pues muchas gracias –dice ella, ya apeándose.
—Oye… Quería decirte que...
— (…)
—Supongo que te habrás dado cuenta de que…
—Pues sí.
—¿Y?
—No.
—¿Qué quieres decir?
—Que lo siento. Adiós. Gracias por llevarme.
— (…)—ahora es M quien calla.


Segunda parte:
—Otra cerveza, por favor —dice M, acodado en la barra, una hora después.
Bebe cerveza y piensa en la conversación. Peor no pudo ir. Qué absurda ha sido todo. Pasea la vista por el bar, casi vacío. De repente, cuatro hombrecitos minúsculos, del tamaño de un pitufo, aparecen andando por la barra y empiezan a cavar un agujero justo al lado de su cerveza. Los diminutos obreros trabajan con picos y palas y van horadando la barra como si la madera fuera arena. En un momento han excavado un hoyo de unos cinco centímetros de profundidad en el que cabría su vaso. Los hombrecitos miran el reloj, se secan el sudor de su frente y se van paseando por donde vinieron, por encima de la barra, dándose la vuelta de vez en cuando, le sonríen burlonamente y le saludan con la mano. M les observa perplejo y después ve cómo se acerca el camarero, que aparentemente no se ha dado cuenta de la increíble aparición. De hecho, parece indignado:
—¿De dónde ha salido este agujero? ¿Qué coño has hecho aquí, cabrón? —le grita.
M pasa el dedo por el agujero, cada vez más perplejo.


Tercera parte y epílogo:
“Extraña y tranquila” es mi “cuento fundacional”, el primero que escribí escribiendo lo que deseaba escribir (pero no de la manera en que lo deseaba, pero ese es otro problema). La primera versión (1998) era bilingüe (el narrador hablaba en catalán y los personajes en castellano, aún ahora no sé por qué) y era uno de los cuentos que formaban “Els contes de Colfax” (2000). La segunda versión, íntegramente en castellano, aparece en la segunda parte de “El día que me quieras” (2003) aunque, como se explica en una nota a pie de página (p.65), la muchacha extraña y tranquila no es la misma Abril cuyas ausencias protagonizan ese libro.
Contrariamente a lo que suelen suponer sus escasos lectores, la historia de la primer parte del cuento (es decir, la conversación entre M y la muchacha) es absolutamente imaginaria y nunca se produjo en la vida real (afortunadamente). Sin embargo, por increíble que parezca, la segunda parte (la aparición de los pitufitos en el bar) sí es una historia real. En la barra de un pequeño bar del barrio de Gràcia se halla aún el hoyo que los pitufitos cavaron esa noche delante de mí (bueno, de M), aunque el dueño del establecimiento lo oculta con un aparatoso objeto publicitario de no recuerdo qué bebida alcohólica, justo delante del tirador de cerveza. Si encuentran ese bar y ese agujero y le preguntan al camarero, les explicará que una noche un imbécil medio borracho agujereó la barra, no se sabe cómo. Pues les aseguro que no fui yo; fueron los pitufitos. Aún recuerdo con dolor la sonrisa burlona con la que se despidieron de mí.

sabato, maggio 28, 2005

Más silencio

“Con su eterno silencio en los labios y la mirada”

(Ivan S.Turguénev: Diario de un hombre superfluo)

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Confusió

“No ens havíem vist mai, enlloc, en cap ocasió, però s´assemblava tant a un veí meu que em va saludar cordialment: ell també s´havia confós”

(Pere Calders: Del conte El mirall de l´ànima, a Invasió subtil i altres contes)

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La increïble història del doctor Lanzarote

He callat durant molts anys, però ja no aguanto més: he d´explicar la increïble història que em tocar viure de primera mà, quan jo no era més que un vailet, i que va tenir per protagonista el doctor Lanzarote. El doctor Lanzarote, i la casualitat és ben curiosa, era canari. Però no de Lanzarote, sinó de Hierro, la qual cosa donava peu a que els meus germans i jo fessim contínues bromes a costa seva, parlant d´ell com "El Hombre de Hierro".
Pobre doctor Lanzarote! No en tenia res, d´home de ferro. Passava llargament de la seixentena, era petit, escanyolit, amb aspecte malatís, com si tota la seva ciència no li servís per guarir-se a sí mateix. Ocupava el cinquè primera, on hi tenia la vivenda i la consulta. En realitat, de clients en tenia ben pocs; apart dels veïns, que el visitaven més per fer-li companyia que per patir alguna malaltia, el doctor Lanzarote gairebé no rebia mai ningú. El pobre home patia pel seu fracàs i sovint se´l podia trobar per l´escala, assegut en algun esglaó, plorant llàgrimes amargues, buscant el consol d´algun veí compassiu.
Veure un home plorant és una cosa molt trista. Recordo una vegada, durant unes vacances a Tunísia, que vaig veure com un botiguer plorava desconsoladament perquè uns malfactors acabaven de prendre-li no sé quina mercaderia. Jo i els meus germans, i els altres turistes que passejavem per aquell mercat ens vam atançar per intentar que el pobre home deixés de plorar. Ho vam intentar tot, però el botiguer només va aturar les llàgrimes i va treure el somriure quan una noia de les del grup, una alemanya que es deia Heike, va preguntar-li pel preu d´una catifa.
Ah, la Heike! Com la recordo! La veritat és que ens vam mig embolicar, durant aquell viatge a Tunísia. Només van ser vuit dies, i després no l´he tornat a veure mai més, perquè ella viu a Frankfurt. Però sempre que miro les fotografies d´aquell viatge rememoro les nits passades amb aquella alemanya tant estranya. ¡Tenia unes coses, la Heike! Un dia em va explicar que la seva mare havia matat el seu pare, i que per això estava tancada en una presó al seu país. Jo no m´ho vaig creure, però aquella tarda, a l´hotel, vam passar una estona escribint postals pels coneguts. I vaig poder veure com la postal que Heike escribia a la seva mare anava adreçada a la Presó Federal de Wiesbaden.
Es curiós, perquè la Heike no és l´única persona que he conegut durant la meva vida que tenia algú a la presó. Durant dos anys vaig estudiar anglès a l´Institut Americà, on vaig tenir un professor, el Kenneth, amb qui vaig fer una bona amistat. Doncs resulta que un germà del Kenneth és l´alcaide de la presó de Sant Quintí, a l´estat de Califòrnia.
Com m´agradaria anar a Califòrnia! No em puc queixar, perquè he voltat força. Però als Estats Units encara no he anat mai. Tinc un amic que hi va anar, a la part de Nova York i Boston. Li va agradar molt, però em va prevenir: en quinze dies l´havien robat dues vegades. A mi, en canvi, mai no m´han robat res, tot i que he estat en llocs força perillosos, com un mercat de Tunísia on vaig veure com un lladre li robava una catifa a una turista alemanya. Sempre que em ve al cap aquesta anècdota recordo que, mentre presenciava el robatori, pensava: "Mira tu, com són els magrebins". Reconec que és un comentari racista, però el més curiós del cas és que el lladre no era pas magrebí. No!
A l´endemà el recepcionista de l´hotel em va explicar que l´autor del robatori de la catifa, a qui havien detingut gràcies la col.laboració d´un comerciant, era un occidental. Em va ensenyar un diari local en francès, que encara guardo com a souvenir, i que publicava la crònica del robatori i de la detenció del culpable: un anglès que es deia Kenneth, i que es veu que havia fugit mesos abans de la presó de Sant Quintí, a Califòrnia.
A Califònia hi vaig estar fa dos estius.Quina meravella! La veritat és que del meu bon record d´aquell viatge en té molta culpa la meva parella d´aleshores, una noia alemanya, la Heike, que havia conegut uns anys abans en unes altres vacances que vaig passar a Lanzarote. La Heike i jo ens vam mig embolicar, però afortunadament per mi després d´aquell viatge a Tunísia no la vaig veure més: mesos després de tornar a Wiesbaden, es veu que ella i la seva mare s´havien compinxat per matar el seu pare, un venedor de catifes de Frankfurt que havia estat a la presó per estafar un comerciant. Tot això ho vaig saber per una postal que em van enviar els meus germans des de Tunísia, mentre jo viatjava cap a Lanzarote, on m´esperava el doctor Hierro amb qui havia planejat passar uns dies de vacances.

venerdì, maggio 27, 2005

La lagartija

“La lagartija, más susto que animal”.

(Miguel Angel Asturias: El hombre que lo tenía todo todo todo)

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giovedì, maggio 26, 2005

Anécdota de Pérez

Uno me contó una historia de sus tiempos escolares. El protagonista, al que llamaré Pérez (en realidad se llama López), era un alumno revoltoso, que nunca escuchaba al maestro y que perdía el tiempo molestando a sus compañeros y observando los cambios climáticos a través de la ventana del aula. Un buen día, el maestro, harto, interrumpió la clase y se dirigió a Pérez:

–¡Basta ya! –gritó– ¡Estoy harto de usted! A ver, Pérez, ¿usted cree que esto puede seguir así? Levántese, póngase la mano en el corazón y responda.

Pérez se levantó, y ante la sorpresa de sus compañeros y por supuesto del profesor, se puso la mano en la cabeza. El maestro, rojo de ira, gritó:

–¿Y ahora qué coño hace?
–¿Pero no me ha dicho que me pusiera la mano en el cabezón? –dijo Pérez, añadiendo la fama de sordo a las curiosas famas que ya acumulaba.

Ne me quitte pas

“Moi je t´offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il en pleut pas.
Je creuserai la terre
Jusqu`après ma mort
Pour couvrir ton corps
D´or et de lumière.
Je ferai un domaine
Où l´amour sera roi
Où l´amour sera loi
Où tu seras reine.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas”

(De la cançó “Ne me quitte pas”, de Jacques Brel)

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mercoledì, maggio 25, 2005

Abril Matrix

Bebí de un trago mi vaso de leche, miré a Abril y pregunté:

-¿Qué haremos esta noche?
-¿Es necesario que hagamos algo? --respondió ella.

Abril era muy así. Habría sido una excelente guionista para películas del tipo “Matrix” o sandeces similares, de esas en que uno de los personajes pregunta:

-¿Qué es Matrix?

Y un cretino con aspecto místico responde:

-La pregunta no es qué es Matrix, sino por qué.

Gilipolladas de guionista que no acaba de entender su propio guión y que pretende disimular dándole un toque trascendentaloie. Si yo pudiera dinamitar “Matrix”, por ejemplo, el guión sería así:

-¿Qué es Matrix? -pregunta Neo.
-La pregunta no es qué es Matrix, sino por qué --responde Morfeo.
-De acuerdo -dice Neo- ¿Por qué?
-¿Por qué qué? -responde Morfeo ajustándose sus gafas- No te entiendo. ¿A qué te refieres?
-Eres un imbécil -exclama Neo.
-¿Imbécil yo? Mira que te acuchillo, niñato -grita Morfeo.

Eso haría con el guión de “Matrix”. Pero, ¿y con el de mi vida con Abril?

De fútbol

Al entrenador inglés Ron Atkinson, después de un partido polémico, le preguntaron sobre la actuación del árbitro. Y respondió: “Jamás he comentado nada sobre los árbitros y no romperé ahora la costumbre de toda una vida por este imbécil”.

martedì, maggio 24, 2005

Y el mundo empezó a temblar

Marino Lejarreta, Charlie Mottet y tres o cuatro ciclistas de mucho menos renombre subían cansinamente las rampas del Galibier, mientras yo luchaba para impedir que mi mente se desconectara lentamente para llevarme a los procelosos mundos de los sueños, signifique lo que signifique procelosos. Mi querido hermano Ambrosio ya dormitaba a mi lado. Mi cabeza intentaba mantenerse erguida para seguir viendo esa interesante etapa del Tour de Francia, cuando Ambrosio se levantó de repente de un brinco y exclamó:

--¡Aaah!

Ambrosio había sido hasta ese momento un hombre tranquilo y su comportamiento solía ser de lo más discreto, así que me sorprendió grandemente su grito y, más que eso, el pánico que vi reflejado en su cara, que por nada podía atribuirse a las vicisitudes de esa etapa del Tour de Francia, por mucho que Lejarreta, Mottet y los otros escapados hubieran conseguido unos minutos de ventaja sobre el líder de la clasificación general. Indurain, claro.

--¿Qué te sucede, Ambrosio? --le pregunté.
--¡He tenido una visión! --dijo él.
--¿Una visión?
--Me voy a morir, pero ya --explicó.
--¿Pero ya? Venga, hombre --dije.
--En serio --insistió, y casi no pudo terminar su respuesta, porque el mundo empezó a temblar y todo se vino abajo de repente y perdí de vista a mi querido hermano Ambrosio y la retransmisión del Tour y la tele incluida y el techo me cayó encima y por vete a saber por qué extrañas casualidades me vi debajo del piano de la vecina del piso de arriba y tras unos segundos interminables de ensordecedores ruidos y temblores se hizo el silencio y me encontré vivo, y a mi vecina tumbada a mi lado, y por una rendija del piano pudimos comprobar que el cielo aún no se había caído pero que todo lo demás sí. Nos rescataron cuatro días después, y al cabo de un mes la vecina y yo nos casamos y aprovechando la experiencia acumulada durante esos cuatro días fundamos una familia. De Ambrosio no se encontraron ni los restos. Indurain, indiferente a todo, ganó aquel Tour y alguno más. Así es la vida.

William Shakespeare


“La única prueba que tenemos de la existencia de Shakespeare, aparte de su obra literaria, es el retrato de un hombre con pinta de tontaina”
(Martin Amis: La guerra contra el cliché)
Posted by Hello

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lunedì, maggio 23, 2005

Severiano Ballesteros

He aquí una más de mis estúpidas ideas para escribir un cuento, cuyo protagonista sería Severiano Ballesteros: En el cuento, Severiano gana una y otra vez toda clase de torneos y siempre es recibido por sus paisanos como un ídolo. El golfista cántabro se sube a una fuente que hay en Pedreña, su pueblo natal, para que la gente le aclame como el héroe que es. Un día, sin embargo, tras ganar su vigesimocuarto Open Británico, Severiano Ballesteros acude puntualmente a la cita en Pedreña y se encarama a la fuente para ser aclamado. Pero como la noche anterior ha llovido, Seve resbala y se rompe la crisma.
La moraleja es: Tanto va el cántabro a la fuente que al final se rompe.
Creo que nunca lo escribiré, porque el cuento no da mucho más de sí y es estúpido.

Sobre las enciclopedias

“ -¿Cuál es su género literario favorito?
-Lo que más me gusta es la enciclopedia. Es la mejor lectura para un hombre ocioso y curioso. Cuando empecé a ir a la Biblioteca Nacional, era muy tímido, así que sacaba un tomo de la Enciclopedia Británica y empezaba a leer. La letra D la leí entera.”

(Entrevista a Jorge Luis Borges, La Vanguardia, 2 de juny de 1985)

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domenica, maggio 22, 2005

Més Woody

“—¿Usted es el joven cobarde del que habla todo el mundo?
—Bueno, no soy tan joven”

(Woody Allen, en el personatge de Boris, a la pel.lícula “Love and death”, és a dir (?), “La última noche de Boris Grushenko”)

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O sigui, que no n´hi ha per tant

“No puedo respirar sin ti
pero este círculo de costillas
sigue funcionando por su cuenta”

(Sam Shepard: Crónicas de motel)

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sabato, maggio 21, 2005

De Londres a Windsor

Dado mi incurable amor por todo lo relacionado con la Gran Bretaña, asistí hace unos años, con dolor y respeto, y a través de la pequeña pantalla (la televisión, no el microondas) a las honras fúnebres de la Reina Madre de Inglaterra. Con la pompa y grandeza que les son características, sus súbditos pasearon el cadáver de esa gran mujer (encerrado en una caja) por todo Londres, hasta que enfilaron el camino hacia Windsor, donde debía ser enterrada. En ese momento se interrumpió la transmisión y durante una hora y cuarto más o menos se nos ofrecieron videoclips musicales, quizá no muy apropiados para la ocasión. En todo caso, al cabo de esa hora y cuarto se reanudó la emisión y pudimos comprobar que el coche fúnebre con los restos de la Reina Madre llegaba a Windsor sin más contratiempo. Poco más de sí dio la bella ceremonia.
Un par de días después, un amigo me comentó que había leído en no sé dónde que en Windsor se había inaugurado un parque temático del tipo “El mundo en miniatura”, con esas reproducciones a escala de monumentos de todo el mundo. Parece increíble que a alguien le interese tal tema, pero este amigo afirmó que, dado que pensaba viajar a Londres en breve, quizá podría acercarse a contemplar dicho espectáculo. Y me preguntó:

–¿Sabes cuánto se debe tardar entre Londres y Windsor?
–En coche fúnebre, una hora y cuarto –le dije.

Y es que, si se sabe ver, la televisión siempre nos ofrece informaciones valiosas.

Mala sangre


“Dicen que guardamos silencio. Es falso. Es el silencio el que nos guarda”.
(Del personatge interpretat per Dennis Lavant a la pel.lícula “Mauvais sang”, de Léos Carax, 1986, amb Michel Piccoli, Juliette Binoche i Dennis Lavant)
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venerdì, maggio 20, 2005

Para que bailen los osos

“La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas”

(Gustave Flaubert: Madame Bovary)

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Dije woops

Anoche me acosté con muchas ganas de dormir y ningún sueño. Me distraje viendo a través de la ventana cómo unas nubes blancas manchaban ese cielo tan negro y por un momento creí que podría dormir. Pero me fijé demasiado en lo blancas que eran esas nubes y lo rápido que viajaban, pensé que debía haber mucho viento. Una tras otra, una nube blanca aparecía a la derecha de la ventana y, al cabo de unos pocos minutos, desaparecía por la izquierda y era sustituida por una nueva nube. Desvelado otra vez, intenté hacer un cálculo: ¿A qué velocidad viajaban esas nubes? Era imposible resolver el problema, claro, carecía de los datos. Por ejemplo: ¿A qué altura se encontraban? ¿Cuál era su tamaño real? Se me ocurrió llamar a Mansilla, que es geólogo, pero luego pensé que la geología no es la ciencia que podría ayudarme, y además eran las cuatro de la madrugada y ni siquiera Mansilla, aunque me conoce mucho, me habría perdonado una llamada a esa hora y por ese motivo.
Seguí dando vueltas en la cama. Pensé que a centenares de metros, o yo qué sé, a miles de metros, esas nubes que yo veía tan plácidas y blancas y agradables desde mi ventana, eran en realidad parte de un espectáculo aterrador, miles y miles de agua vaporizada empujados a toda velocidad por helados vientos huracanados.
Luego imaginé que una de esas nubes blancas caía de repente sobre mi casa, y que ese gigantesca tormenta de agua y viento arrancaba la puerta y arrasaba en pocos segundos con todo lo que encontraba a su paso hasta salir a toda velocidad por donde había entrado, dejando tras de sí un rastro de desolación y destrucción. Cuidado con las nubes blancas, pensé. Nubes blancas, nube blanca, blanca. Blanca. Sí, claro, así entró Blanca en mi vida, entró como un huracán sin llamar a la puerta, dio unas vueltas a una velocidad pavorosa y se fue por donde llegó. Blanca: así ocurrió, sí, pensé. Intenté dormir.
Al cabo de unos minutos tomé el teléfono y decidí llamar a Mansilla. Quería pedirle que mirara al cielo y me dijera si sabría decirme a qué altura se hallaban esas nubes blancas que manchaban el cielo tan negro. Para eso están los amigos, ¿no?
No fue Mansilla quien respondió, sino su mujer, Blanca. Colgué el teléfono. Dije woops y me quedé dormido al fin.

giovedì, maggio 19, 2005

Quiéreme, coño

“El mundo se va a acabar,
el mundo se va a acabar,
si algún día me has de querer
te debes apresurar”

(de la cançó “El Mundo”, de Molotov)

“Viva México, cabrones” (Rafa Márquez)

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Vida con Milagros

Le dije a Milagros, que estaba enfrascada en instruir a la nueva asistenta en el arte de la plancha, que salía a dar un paseo.

-Ojo con los dobladillos -dijo Milagros.
-Descuida -dije, por si acaso el consejo de mi compañera no era para la asistenta, como parecía
ser, y sí para mí, aunque desconocía cuál podía ser el peligro de los dobladillos durante un paseo e incluso ignoro qué es dobladillo.

Al salir al jardín me detuve. Mierda, me dije, está lloviendo. Reflexioné durante unos segundos: podía volver a entrar, sentarme ante mis folios en blanco y desesperarme una vez más ante mi falta de ideas para una nueva novela o desafiar a la lluvia y dar el paseo que me convenía. Pero me daba pereza volver a entrar y preguntarle a Milagros dónde coño guardábamos los paraguas, y tampoco me apetecía mojarme. Opté por una solución intermedia. Recordando aquella máxima de Confucio (o fue Churchill, no estoy seguro), “Cómo va a llover si no llevamos paraguas”, decidí desafiar a los elementos y a grandes zancadas, impertérrito ante esa lluvia que sólo existe en nuestras mentes, como dejaron claro Churchill y Confucio, o uno de los dos, inicié mi paseo.
En pocos segundos me presenté en el centro, básicamente porque vivíamos en él. Constaté con estupor que Churchill o Confucio se equivocaban por una vez, y que pese a no llevar paraguas, cuando llueve, llueve, y que me encontraba empapado de cabeza a los pies, como no me había encontrado desde aquel día en Groningen que, bueno, ustedes recordarán sin duda.
Decidí refugiarme en algún portal o, en su defecto, en algún bar. Por suerte no encontré ningún portal y sí su defecto, es decir, un bar, concretamente el Bar Casa Pacheco, ante la Monumental, y que para más defecto debía ser la sede de alguna peña taurina y en cuyas paredes colgaban decenas de fotos de toros, toreros y picadores y, no pude imaginar por qué razón, también dos o tres de Bobby Farrell que, por si ustedes lo ignoran, se trataba del negro de Boney M.
Me acerqué a la barra y, para iniciar una conversación amistosa con el camarero, comenté:

-Joder, me ha pillado la lluvia en plena calle.
-Pues es raro, porque hace tres días que llueve sin parar -dijo él.
-Sí, es que salí a dar un largo paseo -respondí sin mucha convicción.
-En fin -dijo él- ¿Lo de siempre?
-Sí, por favor -dije, gratamente sorprendido por la profesionalidad del barman, sobre todo por que en mi vida había pisado ese local.

Lo de siempre, por desgracia, no era una cerveza sin alcohol, sino un vaso largo casi lleno hasta los topes de Anís del Mono, sin hielo, lo que me convenció de que aquel buen hombre me había confundido con algún borrachuzo amante de los toros o, quizá, de Bobby Farrell y los Boney M. Y del Anís del Mono, sin duda, licor que no sólo no puedo soportar, sino que además me produce efectos secundarios como ensanchamiento de vesícula y explosión de ambos ojos oculares. Por supuesto, no probé ni una gota de aquel brebaje, que fui derramando por el suelo cada vez que el camarero se distraía, algo difícil puesto que yo era el único cliente.

-Buen espectáculo esta tarde, ¿eh? -comentó el barman con expresión soñadora, mirando la fachada de la Monumental.
-Bueno, la verdad es que no sé mucho de toros --dije.
-¿Toros? No, me refiero al concierto.
-¿Qué concierto?
-Boney M unplugged, coño. Qué va a ser. ¿Dónde cree que se ha metido la gente?
-¿Han ido a ver a Boney M?
-Claro. Esta es la Gran Peña Catalana de Boney M. Bobby Farrell es el dueño del bar.
-Yo pensé que esto era la Casa Pacheco.
-Uy, no, Pacheco hace años que murió. Lo pilló un toro.
-Lo siento.
-No lo sienta, era un hijo de puta. Con Bobby estamos mucho mejor.

Alguien me tocó ligeramente del hombro. Me giré y vi que Milagros me observaba con curiosidad.

-¿Qué haces tú aquí? -dije desconcertado.
-¿Dónde? -dijo ella.
-En Casa Pacheco.
-¿Qué?

Me di la vuelta y comprobé que el barman había desaparecido y también mi Anís del Mono y, por supuesto, las fotos taurinas y hasta las de Bobby Farrell.

-Te has dormido -dijo Milagros.
-Otra vez -admití, acariciando con los dedos mis folios en blanco y sintiendo un inconfesable deseo de escuchar “El Lute”, aquel infravalorado hit de los Boney M.

mercoledì, maggio 18, 2005

Apoteosis del sopor

“La vida es corta, pero el día es largo”

(J.W. Goethe)

Don Anselmo, o nada tiene importancia

Ya desde pequeño fui un apasionado de los documentales y los debates de La 2, que entonces no se llamaba La 2 sino el UHF. No debía de tener más de siete u ocho años cuando, una tarde, me dispuse a contemplar un interesante programa divulgativo que, con todo lujo de detalles, analizaba la crisis del petróleo y sus consecuencias para el mundo entero. En esos días, la crisis del petróleo no era una crisis más, sino La Crisis, y tanto había oído hablar yo de ella y de sus terribles consecuencias que a todos nos amenazarían, hasta a los niños, que el caso me tenía realmente preocupado. En fin, que tras una amena introducción, el presentador de la emisión dio paso a un no menos interesante coloquio, en el que un experto en el tema se dispuso amablemente a responder las preguntas de los espectadores, un grupo de jóvenes que, como yo, vivían prácticamente por y para la problemática petrolífera. Recuerdo como si fuera ayer la primera pregunta que un joven con acné le hizo al experto:

–Don Anselmo, ¿a dónde cree que nos llevará la actual situación de crisis? –inquirió el joven, como si supiera leer en mi mente.

El experto reflexionó unos momentos y respondió:

–Bueno, en primer lugar he de decir que no me llamo Anselmo.

A pesar de encontrarme yo en la más tierna infancia, ya sabía reír a mandíbula batiente y eso es lo que hice. A mis padres les preocupó que me tomara tan a la ligera lo del petróleo. Pero es que en ese mismo momento, y gracias al falso don Anselmo, había comprendido que, al fin y al cabo, ni el petróleo ni nada tenía la más mínima importancia.

martedì, maggio 17, 2005

Hola, Abril

Ayer la vi por la calle, tras tres años sin saber nada de ella. Apareció de repente saliendo de una tienda de ropa cara, con prisas, hablando por el móvil y sin fijarse en su entorno. La seguí durante unos minutos, observándola. Tres años dan para mucho, pensé. Cómo había cambiado Abril. Vestía con elegancia, con un aspecto de madurez que jamás había visto en ella. Incluso había perdido esos andares algo desgarbados que siempre la habían caracterizado y que me a mí me encantaban, ahora se movía con agilidad sobre sus altos tacones. Se habrá casado, pensé un tanto absurdamente, como si el matrimonio otorgara a las mujeres elegancia, madurez y habilidad para andar con tacones. Pensé en alcanzarla y decirle algo.

-Hola, Abril --me imaginé diciendo.

¿Cómo reaccionaría ella? ¿Me miraría desconcertada durante unos segundos intentado adivinar quién era yo, ese tipo que la abordaba por la calle, a ella, una mujer elegante y casada?

-Soy Juan --diría yo entonces.
-¿Juan? Ah, hola, Juan --diría ella, posiblemente sin haberme reconocido del todo, y yo me sentiría ridículo y arrepentido de haberla saludado.

Bueno, quizá no ocurriría así. Quizá Abril me regalaría una sonrisa y un sincero:

-¡Hola, Juan!

Claro, es posible que fuera así. Y entonces yo dudaría, ¿qué digo después de “Hola, Abril”? Por ejemplo, un simple:

-¿Hola, qué tal, Abril? ¿Cómo estás?

Muy pobre y muy retórico. Por supuesto ella no me iba a contar en breves minutos cómo estaba, qué había hecho durante esos tres años, si se había casado y con quién y dónde había aprendido a andar con tanto garbo con esos tacones.
Así que mejor no decir nada, seguirla unos minutos, recordar lo que ocurrió hace tres años, admirarla un ratito y luego dar media vuelta y pensar en olvidarla otra vez y al día siguiente volver estúpidamente a esa misma calle con la vana esperanza de encontrarla de nuevo, a lo mejor Abril vivía por allí, claro que sí, quizá si volvía a menudo por allí algún día fuera ella quién me viera a mí y no al revés, y fuera ella quién viniera y me dijera:

-¡Hola, Juan! ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

Y yo me sentiría feliz y sonreiría para dejar claro que yo sí la reconocía inmediatamente, y diría:

-¡Hola, Abril! ¡Qué guapa estás!

A lo mejor incluso iríamos a tomar un café y me contaría qué había hecho en esos tres años y me diría que no, que no se había casado, esa habilidad para andar con esos tacones la había adquirido en un cursillo de Elegancia Social para Mujeres, yo qué sé. Y yo entonces le diría todo lo que hace tres años callé y quién sabe lo que ocurriría después.
Bueno, en eso pensaba mientras seguía a Abril, cuando apareció ese hombre, le dio un beso en la mejilla y dijo:

-Hola, María.

Y juntos de la mano dieron media vuelta y pasaron a mi lado y vi que sí, que sin duda esa debía ser María, y que claro que no era Abril, si Abril habría sido incapaz de andar con esos tacones tan altos.

lunedì, maggio 16, 2005

Woody again

“La cantidad de anuncios de cursos universitarios y de cursos por correspondencia para adultos que hacen su aparición diaria en mi buzón han acabado por convencerme de que debo figurar en alguna lista especial de atrasados mentales”

(Woody Allen: Cómo acabar de una vez por todas con la cultura)

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Espuma Seca Hurra

Cuando las deudas empezaron a acuciarme, respondí a un anuncio en la prensa de la multinacional Procter & Gambler en el que se solicitaba un redactor para su departamento de publicidad. Ante mi sorpresa, mi currículum sedujo al director de personal de la compañía, el señor Alcides Deulofeu. Procter & Gambler necesitaba un redactor para la absurda tarea de escribir la historia de uno de sus productos estrella, la Espuma Seca Hurra, que estaba a punto de cumplir sus primeros cuarenta años ininterrumpidos de éxitos en las droguerías de todo el país.

-Supongo que conoce usted el producto -me dijo Deulofeu en su despacho.
-¿La Espuma Seca Hurra? -dije yo.
-Sí. ESH, como la llamamos nosotros.
-Pues sí, de niño jugué mucho con ella -recordé.

Deulofeu me miró severamente.

-La ESH no es algo que nosotros nos tomemos frívolamente.
-No, no, ni yo -afirmé- Dios me libre.
-¿Qué aspectos destacaría de ella? -preguntó.
-Bueno... Dentro de la familia de las espumas citaría su carácter de sequedad -improvisé.
-En efecto -asintió Deulofeu- Desearíamos que hiciera hincapié en ese concepto.
-Esa era mi intención -afirmé sumiso.

Hablamos un buen rato, acerca de cómo quería la empresa que fuera “La Gran Historia de la Espuma Seca Hurra”. Pese a los titubeos iniciales, entre Deulofeu y yo hubo química, y de la Espuma Seca Hurra pasamos a comentar otros productos de Procter & Gambler, como el matacucarachas Raid Max o la Cera Alex, y como colofón Deulofeu hasta me reveló algunas picantes historias de la juventud de los señores Harry Procter y Wilson Gambler.

-¡Menudo estaba hecho el señor Gambler! -me dijo, riendo a mandíbula batiente y secándose las lágrimas, tras explicar una rica anécdota de aquel pionero de las espumas secas.
-¡Eran hombres hechos de otra pasta! -admití, riendo también.

Al final Deulofeu me propuso tomar una copa.

-Así le cuento la historia del Quitamanchas Cebralín -me dijo.

Acepté, por supuesto, pues en aquella época no rechazaba jamás una copa. Pero de una copa pasamos a una segunda, y de esa, a una tercera. Luego Deulofeu dijo que conocía un nuevo restaurante donde preparaban unos ñoquis excelentes, y allí comimos ñoquis y cangrejos y bebimos buenos vinos y ya desde que nos sirvieron los cangrejos aquel buen hombre se había olvidado de Procter & Gambler y había entrado en el terreno de las confidencias, hablándome de Abigail, su mujer, y de sus tres hijos, y de su chalet adosado en Viladecans.

Del restaurante nos fuimos a la Discotheque Zafiro 3, donde Deulofeu se dejó caer como derrotado en un sofá de ruidoso skay naranja, sin hacer caso ni a la buena música del local ni a las muchachas que bailaban en la pista mostrando sus metálicos ombligos. Deulofeu permaneció callado un buen rato y por un momento pensé que quizá se había quedado dormido. Al final, sin embargo, se reincorporó, no sin dificultad y poniendo su brazo izquierdo en mi espalda, me dijo:

-Estoy desesperado. Abigail quiere el divorcio.
-Lo siento -dije.
-Si me deja, me mataré -afirmó Deulofeu, con lágrimas en los ojos, antes de desmoronarse definitivamente, borracho como una cuba, en aquel sofá.

Con la ayuda de los guardias de seguridad de la discoteca pude llevarle a su coche y allí le dejé, bien abrigado y bien dormido. Me fui a casa en taxi y al día siguiente llamé a Procter & Gambler para comunicar que no podía aceptar su oferta de empleo, dado que debía viajar inesperadamente a los Países Bajos a visitar a un familiar. El señor Deulofeu no estaba esa mañana, me dijo su secretaria, pero que tomaban nota.

sabato, maggio 14, 2005

Paraguas en llamas


“Era un hombre de edad mediana y, a juzgar por el sombrero hongo y la levita que llevaba, de la clase funcionarial. No sé cómo podía haber sucedido, pero lo cierto es que su paraguas estaba en llamas. Pasé por su lado en un taxi, y lo vi en el centro de un pequeño grupo, todavía sujetando el paraguas por el mango, con el brazo completamente extendido para que las llamas no le chamuscaran. Era un día seco, y el paraguas ardía de una manera aparatosa. Seguí la escena mientras pude desde la luneta trasera del taxi, y vi que finalmente arrojaba el paraguas al suelo y lo empujaba con el pie hacia el arroyo”.

(Evelyn Waugh: Etiquetas. Viajes por el Mediterráneo)
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Entierros

“De noche no hay entierros. Inexplicable”

(Miguel Angel Asturias: Leyendas de Guatemala)

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venerdì, maggio 13, 2005

Semana Santa con Milagros

Por Semana Santa recordé que, el día de Navidad, había sufrido un deseo irrefrenable de ver una vez más “Ben-Hur”, y que me había sentido muy desilusionado al darme cuenta de que, en realidad, “Ben-Hur” sólo se emite por Semana Santa y no por Navidad. No sé si me explico. Lo dudo. Desde que soy un escritor rico y famoso escribo como un asno. El caso es que por Semana Santa me acordé de esa desilusión que había sentido por Navidad y consulté ávido la programación televisiva, y allí estaba, infaltable, “Ben-Hur”, el Jueves Santo, a las 22.00 horas, en La Primera, como debe ser. Se lo dije a Milagros, que estaba enseñando a planchar a la asistenta.

--El sábado dan “Ben-Hur”.
--¿Esa de leprosas? --dijo ella.
--También hay una carrera de caballos --apunté, algo desanimado ante la crueldad de mi compañera.
--Ya me acuerdo. Salen unas leprosas --insistió ella.
--Son la madre y la hermana de Ben-Hur. Tienen la lepra porque han estado mucho tiempo encerradas en una mazmorra en insalubres condiciones.
--¿Qué significa insalubre?
--Rodeadas de mierda --dije, suspirando.
--Así no están bien --dijo ella.
--Claro que no. Es que Messala es muy cruel.
--No hablaba contigo. Se lo decía a ella --dijo Milagros, corrigiendo la posición de las camisas que la asistenta intentaba planchar sin mucho éxito.

Vi que allí sobraba. Apunté en mi agenda de compromisos que el jueves emitían “Ben-Hur” y me fui a mi despacho. Me senté ante mis folios en blanco y encendí un cigarrillo, suspirando de nuevo. Ante mí tenía un ejemplar de la versión finlandesa de “El día que me quieras”, el libro que me había hecho rico y famoso. Lo ojeé y me pareció imposible que yo hubiera escrito eso. No ya en finlandés, por supuesto, pues desconozco prácticamente ese idioma, sino en cualquiera de los idiomas del mundo. Desde que terminé “El día que me quieras”, en el que contaba una tragedia amorosa que había asolado mi vida hasta el punto de terminar en un manicomio, había sido incapaz de escribir una sola línea. Con Milagros, a la que conocí precisamente en el manicomio, había vivido unos meses de tranquilidad absoluta, regados además con los millones que me caían por todas partes gracias a las insospechadas ventas de esa obra maestra. Los editores, sin embargo, se estaban poniendo insoportables reclamando un nuevo libro, que yo, irresponsablemente, me había comprometido a entregar en unos pocos meses.
Intentaba concentrarme ante mis folios en blanco, con la ayuda de un segundo cigarrillo, cuando me distrajo una algarabía procedente de la calle. Recordé entonces que, con motivo de no sé qué fiesta lúdica mundial organizada por el Ayuntamiento, el Rey visitaba justamente ese día Barcelona y que se había decidido pasearlo por las principales vías de la ciudad para que sus súbditos pudieramos agradecerle sus desvelos sinfín hacia nosotros. Y claro, había querido la suerte de que el cortejo real pasar delante de mi mansión.
Milagros y yo salimos al balcón, con devoción ella y con curiosidad yo. Al ver la figura del Monarca, saludando a diestra y siniestra desde su Rolls Royce descapotable, a Milagros le salió el deje garrulo, pues ella había nacido en un de los peores suburbios de Viladecans.

--¡Qué guapo es! --dijo mi compañera.
--Pues yo creo que ha pegado un bajón --dije yo, algo molesto.
--Qué va.

Para observar mejor las cualidades de nuestro Rey apuntadas por Milagros, me asomé un poco más, lo que, dado que mi peso había aumentado en las últimas semanas a causa de la holganza y la riqueza, provocó que una loseta del balcón se desprendiera, accidente éste muy frecuente en Barcelona y, no sé por qué, prácticamente insólito en cualquier otra ciudad del mundo. La loseta desprendida fue a dar, vaya por Dios, en la testa del monarca. En un abrir y cerrar los ojos, los Geos aparecieron en casa y se me llevaron presos a mí y a Milagros. Sólo tuve tiempo de dar un breve consejo a mi querida compañera.

--¡Milagros! ¡Recuerda a Ben-Hur! ¡Mantén tu mazmorra en condiciones de salubridad! ¡Cuidado con la lepra!

No sé a dónde se llevaron a Milagros. A mí me condenaron a galeras en aquel lago tan cochambroso que hay en el Parc de la Ciutadella, lleno de patos y de mierda. Me hubiera gustado saber cómo acabó todo aquello, pero me desperté de repente, cuando mi cigarrillo encendido empezaba a chamuscarme los dedos. Ante mí, mis folios en blanco se mantenían, claro está, en blanco.

Los dos

“Me dijo que le gustaba salir a caminar sola. Recordé una broma de Schopenhauer y contesté:
–A mí también. Podemos salir juntos los dos”

Del conte “Ulrica”, de “El libro de arena”, de Jorge Luis Borges

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giovedì, maggio 12, 2005

Australia

Aunque yo no soy escritor, una de mis más queridas aficiones es la redacción de novelas, la mayoría de las cuales se quedan sólo en el intento. La última de mis novelas abortadas se titulaba “Por qué tuve que ir a Australia sin ganas” y, aunque su argumento aún me parece bueno, la abandoné enseguida. El protagonista, Ataulfo, está enamorado de una mujer llamada Abril, aunque su relación no pasa de la buena amistad. Abril vive entregada por completo a la ciencia, rodeada siempre de tubos de ensayo, ratoncitos y... bueno, todas esas cosas que se encuentran en un laboratorio, y él dedica su vida a pensar en ella.
Un día ella es contratada por una multinacional que la obliga a traslasdarse a Australia durante un largo periodo de tiempo, siete u ocho meses, por ejemplo, para desarrollar unos interesantes estudios científicos. Ataulfo y Abril se escriben largas cartas durante ese tiempo, y esas cartas constituyen la primera parte de novela.
A través de las cartas y de lo que le cuenta Abril, en la mente de Ataulfo empieza a nacer la sospecha de que el jefe de su amada, el doctor Pretores, es en realidad un psicópata y que Abril está en peligro. Y, de repente, las cartas de Abril dejan de llegar. Ataulfo, que es un personaje de poco carácter y escasos recursos, se siente obligado a viajar a Australia sin ganas para descubrir qué le ha ocurrido a su amada. En Australia, después de una serie de aventuras, todas misteriosas, tipo David Lynch, Ataulfo empieza a darse cuenta de que, en realidad, el doctor no es un psicópata, que si alguien está mal de la cabeza es él mismo. Ataulfo comprende dolorosamente que lo que ha intuido en las cartas de Abril es que su amada y el doctor se han enrollado, y que son los celos los que han motivado su viaje a Australia.
Y, entonces, el doctor Pretores acaba muriendo en un accidente causado involuntariamente por Ataulfo al manipular imprudentemente unos peligrosos cultivos explosivos en el laboratorio. Tras la muerte del doctor, y en una bella escena en el cementerio, Ataulfo se da cuenta de que Abril ya no es la misma persona que conoció unos meses atrás y que en realidad él también ha cambiado mucho. Ataulfo se va de Australia dejando a Abril dedicada para siempre a sus ratoncitos de laboratorio.
Bueno, pues todo ese argumento lo tenía en la cabeza, pero en realidad de la novela sólo escribí el título, “Por qué tuve que ir a Australia sin ganas”. ¿Por qué motivo no pasé de ahí? Pues porque me di cuenta de que yo no sé nada de Australia, no he estado nunca allí, y sé que en una novela, por demencial que sea, como las mías, hay que mantener un cierto realismo. Si yo tuviera que escribir una novela de ambiente australiano, con mis escasos conocimientos de ese país habría tenido que limitarme a poner canguros por todas partes para darle realismo. Eso sería muy ridículo, así que abandoné rápidamente el proyecto. Podrían decirme ustedes que cambiara Australia por otro lugar que sí conociera, Groningen, por ejemplo. Pero no sería lo mismo, Australia era el escenario ideal, está tan lejos...
Le expliqué mis cuitas acerca de “Por qué tuve que ir a Australia sin ganas” a un amigo, que pretendió ayudarme y me dio toda la información que él poseía sobre el país. “En Australia no hay atunes y los australianos no saben qué son”, afirmó. Reflexioné sobre este dato y se me ocurrió un párrafo ciertamente formidable:

“Abril y el doctor Pretores estaban cenando a la luz de las velas.
--Páseme el atún, Pretores --dijo Abril.
--No puedo. No tengo y desconozco qué es --dijo el doctor.
--Ah, es verdad, disculpa --dijo Abril.
--No te preocupes. ¡Mira, mira, otro canguro! --dijo el doctor, señalando a la ventana”.

No está mal, pero admito que necesitaría más información de primera mano sobre Australia para seguir adelante con mi ambicioso proyecto literario. Y eso se me antoja un trabajo demasiado enorme comparado con mis escasas ganas de dedicarme a la literatura.

Denzel Washington Jr.

Viendo una olvidable película, un conocido mío, supuesto cinéfilo, protestó ante la aparición del actor Denzel Washington Jr.

–Este actor se ha encasillado en papeles de negro –afirmó.

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mercoledì, maggio 11, 2005

Debajo del papel pintado

Milagros llevaba ya varios minutos de pie, mirando hacia un punto indeterminado de la pared del comedor y mordisqueando un lápiz, señal inequívoca de que algún raro razonamiento intentaba abrirse en su sencillo pero extraño cerebro. Impaciente, pregunté:

--¿En qué estás pensando?
--Creo que podríamos poner papel pintado.
--¿Dónde? ¿Aquí, en el comedor?
--Sí.
--A mí me gusta como está, tan blanco --repuse yo.
--No sé --musitó.

No dijo nada más y se fue a la cocina a lavar los platos, o más bien a golpear escandalosamente platos, vasos, cucharas y tenedores, que era la molesta manera que Milagros tenía de hacerme saber que no estaba de acuerdo conmigo. Seguí leyendo el periódico, simulando que nada había pasado, pero teniendo ya el convencimiento de que, tarde o temprano, mi compañera volvería a la carga.
No tengo ni la más mínima idea del arte de la decoración de interiores, es más, no he perdido en mi vida ni un minuto reflexionando sobre ello. Me da igual si el azul eléctrico del sofá hace juego con el blanco de la pared y el amarillo de las puertas, o si las enormes lámparas circulares del techo dan la sensación de que nuestro piso es aún más minúsculo de lo que ya es. Me da igual, esas lámparas son así, y además me molestan los cambios.
Y sobre todo odio el papel pintado. Es pretencioso y de mal gusto. Es como si, al no poder comprar picassos y goyas, colgamos en las paredes fotocopias de sus grandes obras. El papel pintado es lo mismo.
¿Y quién sabe qué es lo que se esconde debajo de él? Una vez, de niño, ayudé a unos conocidos de mis padres a arrancar el deteriorado papel pintado de las paredes del comedor de la casa que acababan de comprarse, una enorme casa solariega que, como nos hizo notar varias veces el anfitrión, había sido construida en 1865. Debajo del horrible papel rosa apareció otro de color verde claro, y después de éste, un tercero, de aspecto antiquísimo, con unas indescriptibles cenefas, llenas de flores y de ángeles. Y debajo encontramos por fin la pared, pintada de un sobrio blanco, amarillento ya por los años que alguien había llenado de garabatos a lápiz. La mayoría de los garabatos eran dibujos, no muy conseguidos, de rostros de mujeres y de caballos, principalmente caballos. Y de vez en cuando aparecía alguna palabra, con una elaboradísima caligrafía: “Eugenio” aparecía tres o cuatro veces, “España” dos o tres, “Elena” otras tantas. Y en la pared principal del comedor, un enorme grafiti decimonónico: “Cánovas presidente”.
No sé quién pudo pintar eso en la pared de su casa. Seguramente, el mismo individuo que luego colocó el papel de las cenefas de flores y ángeles, quizá lo hizo el mismo día en que empapeló la habitación, como una broma, quizá para distraerse mientras alguien encolaba el papel.
A mí, que era un niño sensible, ese “Cánovas presidente” me impresionó y nunca lo he olvidado. Siempre que visito una casa en la que hay papel pintado, tengo el casi irrefrenable deseo de arrancarlo y descubrir qué hay debajo. Por eso la pintura es mucho mejor, la pintura borra prácticamente los vestigios del pasado, mientras que el papel pintado sólo los esconde, en realidad los conserva. Convivir con papel pintado en las paredes es tomarse el riesgo de convivir toda tu vida con fantasmagóricas inscripciones. Quizá detrás de ti, ahí encima del sofá, a la altura del cuadro de los girasoles, alguien pintó hace cien años un “Cánovas presidente”, o un insulto, “Tontaina”, o peor aún, el nombre de su amada, “Elena” quizá, una Elena que hace mucho tiempo ya fue comida por los gusanos en algún cementerio cercano. Quién puede convivir con eso.
Y cómo explicárselo a Milagros cuando vuelva de lavar los platos.

Arte infantil

El protagonista de la novela “El hipopótamo”, de Stephen Fry, visita una exposición de pinturas infantiles. Horrorizado por las obras de los escolares, exclama: “¿Llaman a esto pinturas? ¡Pero si cualquier artista moderno podría haberlas hecho!”

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martedì, maggio 10, 2005

La hermana de Mirabelle

A mí la que me gustaba era Mirabelle, era una princesa delicada y salvaje, maliciosamente complicada y tan sencilla, misteriosa y qué coño, yo no soy Góngora, en fin, que estaba muy buena y a mí me traía loco. Su hermana menor se llamaba Ginette, un nombre que no está mal, suena a tía deliciosa, pero la verdad es que no me gustaba para nada, era el vivo retrato de Glenn Close y yo a Glenn Close la asesinaría continuamente, me pone de los nervios. Pero ese verano Mirabelle vino a Salou con su hermana menor, que era belga como ella, claro, qué tontería, y me la presentó, y esa noche en la discoteca me la adjudicó para poder ella quedar libre haciendo lo que sea con quien quisiera donde fuera.
No sé qué debió pensar Ginette de mí, ella era Glenn Close, pero ciertamente yo tampoco soy John Malkovitch, diría que mis rasgos físicos nunca han sido explotados por el séptimo arte, bueno, quizá alguna vez en alguna película sobre judíos en campos de concentración. Sea como fuere Ginette se quedó conmigo esa noche en la discoteca y bailamos un rato y bebimos una eternidad, seguramente para poder pensar yo en Mirabelle y ella en vete a saber quién, en su Malkovitch quizá. Pero los caminos del Señor son inescrutables hasta en Salou y Ginette y yo acabamos juntos en mi apartamento y nos metimos en la cama borrachos como cubas y castamente nos dormimos inmediatamente sin llegar ni a tocarnos. Y a la mañana siguiente, no eran ni las nueve, nos despertamos los dos a la vez y mareados, y con una terrible jaqueca, y nos besamos, no sé quién empezó, pero empezamos a besarnos y en fin, me pareció todo bastante horrible y cuando terminamos lo que iniciamos con esos besos volvimos a quedarnos dormidos.
Y no fue hasta por la tarde que volvimos a despertarnos, los dos a una, por lo que se ve Ginette y yo estábamos hechos el uno para el otro, al menos para dormirnos y despertarnos, y la miré y vi a Glenn Close y recordé lo que hicimos esa misma mañana y noté un nudo en el estómago y un mareo creciente y es muy posible que ella sintiera lo mismo que yo cuando me miró, porque no dijo nada pero la vi mareada y con jaqueca. Pero se quedó, y no me molestó que lo hiciera, porque los caminos del Señor son muy inescrutables, y preparamos algo de comer sin decir nada y comiendo y viendo en la tele una etapa del Tour de Francia que terminaba en Bruselas, Bélgica, que era la ciudad de Ginette y Mirabelle, encontramos algo de qué hablar, y me di cuenta de que apenas habíamos cruzado palabra desde que la noche anterior Mirabelle nos había unido en poco santo matrimonio para poder irse ella como una loca por ahí sin hermana menor ni baboso pretendiente.
Hablando del Tour, de Bruselas, de su hermana Mirabelle, de esas vacaciones en Salou, de la noche anterior, de mí, de ella y de esa mañana, me di cuenta poco a poco de que Ginette seguía siendo como Glenn Close, claro, pero una Glenn Close delicada y sencilla, amable y tierna y hasta divertida y ya dije que yo no soy Góngora, y aunque tampoco soy Malkovitch algo vio ella en mí, supongo, y empezamos a besarnos otra vez, no sé quién empezó, y esa vez no me sentí ni mareado ni con jaqueca, y me vino a la cabeza una de esas tonterías mías, pensé que Ginette era como la paella, sabía mejor por las noches y recalentada, y me hizo reír un poco y Ginette me preguntó de qué me reía con expresión traviesa y entonces la encontré tan deliciosa como su nombre, Ginette, y la besé con ganas y cuando terminamos nos quedamos dormidos al unísono.

Monarquía moderna

He leído que van a cambiar la Constitución para que si el bebé que esperan doña Letizia y don Felipe es niño y quiere ser reina, pueda hacerlo. O algo así, en realidad no le he prestado mucha atención a la noticia. Me quedo con la impresión de que, en este país, los cambios sobre la moralidad sexual avanzan a pasos agigantados y que, si hay suerte, dentro de unos años podremos tener la primera monarquía transexual de Europa.

lunedì, maggio 09, 2005

40.000 mimos

He leído que en el fútbol argentino había un portero, Héctor Cassé, que era sordomudo. En una ocasión, la hinchada rival comenzó a hacer gestos como si le estuvieran gritando e insultando, pero en realidad sólo hacían mímica, sin gritar. Fue de un humor tan inteligente que hasta al propio Cassé le hizo gracia (en realidad conservaba el 40% de la capacidad para oír en su oído derecho), y saludó sonriente a los aficionados. Me imagino a 40.000 tipos haciendo mímica agresiva y me parece una imagen sensacional.

domenica, maggio 08, 2005

Carla y los hechiceros

Por terceras personas supe que Carla había vuelto a Barcelona tras pasar varios años en no sé qué miserable punto de Africa desarrollando su absurda vocación misionera. De forma más absurda aún tomé el teléfono para invitarla a cenar y, para mi sorpresa, Carla aceptó. Esa noche, mientras me dirigía al restaurante, me imaginé de repente a una Carla envejecida y decrépita, sin duda víctima de las privaciones que habría sufrido en Africa durante esos años, y tuve la tentación de dar la vuelta y meterme en cualquier cine y ver alguna película sobre hombres que han perdido la memoria. Pero la curiosidad venció a mis miedos y seguí adelante, y pocos minutos después me encontré con una Carla a la que no habían afectado para nada las supuestas miserias africanas.
Pronto, sin embargo, me arrepentí de no haber huido al cine más cercano. Tras los cariñosos saludos iniciales y los clásicos “Hola cómo te va” y “cuánto tiempo”, y tras encargar la cena y mientras saboreábamos un vino que pedí seguramente de forma equivocada, Carla empezó a hablar de Africa, de su trabajo, de su vocación misionera, de las maravillosas gentes que había conocido durante esos años y tal y cual. Pensarán que soy un cretino sin valores ni sentimientos y no digo que no tengan razón, pero en pocos minutos me invadió un aburrimiento cósmico y mientras Carla hablaba y hablaba y el camarero servía los platos y llenaba nuestras copas, en mi mente se sucedían imágenes bastante inconexas de mi puzzle acerca de la Carla del pasado, algunas de cuyas piezas no me había acordado hasta ese momento.
Tras el café, Carla propuso que fuéramos a su casa. Creí que mi aburrimiento había sido tan evidente que la mujer se había compadecido de mí y pensaba premiarme con lo que yo había estado buscando desde que la llamé tan absurdamente, qué caray, ya saben. Así que tomamos un taxi y en su casa me sirvió un whisky y dijo ponte cómodo, señalándome el sofá, ahora vuelvo y desapareció tras la puerta de su habitación y la imaginé volviendo a los pocos minutos luciendo un conjunto la mar de sexy. Y volvió a los pocos minutos, sí, pero vestida tal como se fue, portando en sus brazos una enorme y pesada lanza guerrera que procedía, según ella, de la tribu de los hangassi, o algo así, una lanza guerrera que ella insistió que calibrara con mis propias manos, con lo que me sentí cósmicamente ridículo, tan cósmicamente como lo había sido mi aburrimiento en el restaurante. Y tras mostrarme la lanza y otros objetos africanos tales como fetiches y tambores y avalorios y todo tipo de cachivaches, de un armario apareció una enorme caja de diapositivas. Y mientras me veía obligado a contemplar y comentar a oscuras centenares de imágenes de Carla con los hechiceros de la tribu, a Carla con otros misioneros y misioneras, a Carla con hambrientos niños, a Carla sola y a hechiceros solos, yo sólo podía pensar en qué podía esperar de una mujer que en la era de la fotografía digital aún usaba diapositivas.

sabato, maggio 07, 2005

Elizabeth era Ophelia


Dante Gabriel Rossetti va fer una seixantena de retrats de l´Elizabeth. Aquest és el meu preferit
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venerdì, maggio 06, 2005

Ophelia era Elizabeth


John Everett Millais, 1851
Per pintar aquest quadre, Millais va obligar a la model a ficar-se dins d´una banyera plena d´aigua, vestida d´època. Era hivern, i la model va acabar terriblement refredada. Fins i tot els resultats més purs, com aquest quadre, tenen al darrera moments banals.
La model, per cert, és deia Elizabeth Siddal i, per motius que no venen al cas, m´ha estat perseguint durant tota la meva vida. Era la dona de Dante Gabriel Rossetti, pintor i poeta anglès, que va viure amb ella uns anys d´apassionat amor i de freqüents disputes amb segures reconciliacions. Elizabeth era una dona malaltissa i mig tocada del bolet, però molt bella, i, pel que sembla, amb uns llargs cabells vermells que impressionaven només de veure´ls. Es va convertir en musa no només de Rossetti, sinó també d´altres pintors de la època, com Millais, i és ella qui apareix en molts dels quadres de l´anomenat periode prerrafaelita, que és una cosa així com el romanticisme anglès.
Elizabeth va morir als 32 anys, víctima, sembla, d´una sobredosi d´opi, que utilitzava per suportar la seva incurable tuberculosi.
Rossetti es va sentir ferit de mort i va dipositar en la caixa on va enterrar la seva dona el manuscrit dels seus darrers poemes, poemes d´amor dedicats a Elizabeth i que havien de quedar inèdits per sempre. Que bonic i que romàntic, oi?
Doncs no. Al 1869, set anys després de la mort d´Elizabeth, un editor va convèncer a Rossetti que publicar aquells poemes era una garantia d´èxit. I el va convèncer, i Rossetti, oblidant les seves promeses de dolor incurable de 1862, va exhumar el cadàver d´Elizabeth per recuperar el manuscrit. Aquí, per cert, neix una de les llegendes romantiques de l´època: en obrir la caixa, els presents van descobrir aterrats que els cabells vermells d´Elizabeth havien continuar creixent i que omplien pràcticament el taüt. És una llegenda, eh.
I els poemes de Rossetti? Doncs es van publicar i, tot i la morbosa història que els acompanyaven, van ser un fracàs absolut. S´ho mereixia, oi?
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Emociones puras

“Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta, y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos, y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos”.

(William Butler Yeats: El crepúsculo celta)

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giovedì, maggio 05, 2005

Casablanca

El fum de les cigarretes omple els amplis salons del Rick, i Sam, el pianista negre, farceix els buits amb els acords de les seves cançons. A Casablanca hi malviuen fugitius de tota Europa, banquers i lladres, estafadors i lluitadors, herois i miserables, i tots van a parar al Rick´s.
Rick Blane n´és l´amo. Ara està jugant a les cartes amb el comissari Renault, el cap de la policia francesa a Casablanca, un col.laboracionista -el vent bufa així- sense principis. El major Strasser, la màxima autoritat dels nazis a la ciutat, no vindrà aquesta nit: es a casa, amb angines.
El croupier s´està fent gran, i avui també ha deixat que un client guanyi cinc mil francs. En Rick comença a estar-ne fart, i l´avisa quan li signa un xec per pagar l´afortunat que vagi en compte. "No se guepetigá, señog", diu el croupier que, ningú no sap per què, parla castellà en accent francès.
A la barra, el Sacha, un dels cambrers, intenta seduir l´Ivonne, l´ex promesa d´en Rick, que ofega les seves penes en còctels de xampany. En Carl, l´altre cambrer, acomiada un ancià matrimoni de jueus alemanys que han aconseguit un passaport per l´avió de Lisboa, on moriran d´aquí a una setmana atropellats per un tramvia conduit per un borratxo.
A mitjanit, com cada dia, entren al Rick´s en Viktor Laszlo i la seva esposa, la bella Ilsa Lundt. En Laszlo, l´últim txeco-eslovac, és el cap de la resistència de mitja Europa contra els alemanys. Els nazis han posat preu al seu cap, i per això Laszlo intenta passar desapercebut frequentant els locals de moda amb un espectacular vestit blanc. El matrimoni s´asseu i demana una copa de xampany. En Viktor veu que a la barra hi ha en Berger, un norueg de la resistència, amb qui fa dies que conspira.
-Ilsa, he de parlar amb en Berger -diu en Laszlo a la seva dona.
-Ves amb compte, Viktor -recomana l´Ilsa.
Quan es queda sola, l´Ilsa Lundt busca amb la mirada els ulls de l´home que estima en secret des de fa anys. És allà, a l´altra banda del saló, i ja l´ha vista. Amb un imperceptible obrir i tancar els ulls, l´Ilsa i el seu amant queden d´acord. La dona s´aixeca i camina cap al reservat que hi ha escales a dalt, i que només coneixen els més assidus. L´Ilsa i el seu estimat es fonen en una abraçada de passió i els seus llavis es busquen desesperats. Les mans d´ell recorren el cos perfecte de la noruega, les cuixes, els malucs, els pits… i en aquell moment s´obre de cop la porta i apareix en Rick, que es mira els dos amants i amenaça:
-¡¡Sam, et vaig dir que no la tornessis a tocar!!


**Aquesta bajanada cinematograficoide està dedicada a la Jenny, pels seus 22 divertits anys. No canvïis!

mercoledì, maggio 04, 2005

Un hurra por Harry Walpole, fuera quien fuera

“Creo que fue Harry Walpole quien observó: “En esta vida debería probarse todo menos el incesto y las danzas rurales””

(Stephen Fry: El mentiroso)

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martedì, maggio 03, 2005

Nadezhda


Retrat de Nadezhda Derviz amb el seu fill (Valentin Serov, 1899) Posted by Hello

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Reflexions sobre el Vicks Vaporub

Com tots els assassins nord-americans, jo també he llegit "The Catcher in the Rye", "El guardián entre el centeno", o com es digui en la traducció catalana. El que més em va impressionar és que no recordo quin personatge de la novel.la de Salinger "tenía la habitación llena de pastillas y medicamentos y olía a Vicks Vaporub".
Quan vaig llegir això em vaig quedar sorprès. Va ser un shock descobrir que Vicks Vaporub no era una empresa catalana, como jo sempre havia pensat, com La Caixa o la Damm. Al principi vaig voler enganyar-me durant un temps i vaig decidir que aquella referència era una llicència del traductor. ¡Però no! Anys més tard vaig llegir un altre llibre de Salinger, "Franny and Zoey", i en un moment en que Zoey, una de les protagonistes, obre l´armari dels medicaments, es pot veure (o llegir) que, entre altres coses, l´armari conté "una caja pequeña, sin etiqueta, de supositorios de glicerina, gotas nasales Vicks, Vicks Vaporub"...
Ja no podia continuar enganyant-me més, així que armat de valor vaig decidir buscar la veritat i vaig averiguar que Vicks Vaporub és un producte de la casa Vicks, que pertany a Procter and Gamble, amb seu als Estats Units. La catalanitat de Vicks Vaporub està, doncs, descartada per sempre.
Llegir ens dóna moltes vegades satisfaccions inigualables; en altres, com en aquest cas, també pot produir disgustos. Els motius de la fixació de Salinger amb el Vicks Vaporub, d´altra banda, se m´escapen.

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lunedì, maggio 02, 2005

Río Grande

Llegué andando desde el norte hasta mojar mis pies en la orilla del Río Grande. Ya sólo tengo que cruzarlo para ser libre, pensé. Me desnudé, porque había leído que así se nada mejor, y antes de lanzarme al agua decidí dejar un último recuerdo en aquel país. Así que alivié mi estómago detrás de unos arbustos en la orilla norte del Río Grande. Y ya estaba listo para empezar a nadar rumbo a México, cuando apareció un cowboy.
Me miró desde lo alto de su caballo. El sol me deslumbraba y no le veía la cara.
–¿Cómo te llamas? –me preguntó.
–McTigue. Brendan McTigue –respondí, y es que soy muy bueno inventando nombres falsos.
–Mmmm –dijo él.
Me observó unos segundos y al final volvió a preguntar:
–¿Y qué haces desnudo por aquí? Da igual, no me lo cuentes. ¿No has visto unos indios por aquí?
–¿Indios? No –respondí.
–Mmmm –dijo otra vez.
Me observó de nuevo y de repente saltó del caballo y, como si yo ya no existiese, empezó a explorar el terreno. Detrás de los arbustos encontró mi recuerdo para ese país, qué cosas. Vi como olfateaba mis excrementos.
–Mmmm –dijo.
–¿Qué encontró? –me animé a preguntar.
–Mmmm… Arapahoes –anunció– Hace dos días. Tres quizás. Jamás les había visto tan al sur.
Y mientras me contaba todo eso, llegó un segundo cow-boy. Desde lo alto de su caballo, me miró, miró al otro cowboy, y volvió a mirarme a mí.
–¿Cómo te llamas?
–Eemm… Esto… McTigue. Brendan McTigue –dije, casi había olvidado mi nombre falso.
–No sabe nada, Ross –intervino el primer cowboy.
El segundo cowboy, el llamado Ross, observó al primer cowboy y luego volví a observarme a mí.
–¿Y qué haces desnudo? Da igual, no me lo cuentes. ¿Has visto indios? –dijo.
–No –dije.
–Han pasado por aquí, Ross. Arapahoes. Hace dos días, quizá tres. Ahora mismo pueden estar ya en Laredo.
–¿Dos o tres días? Pueden haber llegado a Abilene, si quieren –asintió el segundo cowboy, el llamado Ross, mientras se acercaba a los arbustos.
–Mira esto –el primer cowboy mostró a Ross mis excrementos.
–Mmmm –dijo el segundo cowboy.
Ross olfateó mi recuerdo para ese país.
–Mmmm –dijo de nuevo– ¿Arapahoes, dices? No son arapahoes, Lancy –anunció– Son mescaleros. Mescaleros, Lancy. Jamás les había visto tan al norte.
–¿Mescaleros? ¡Menuda sandez, Ross!
–¿Qué insinúas?
–Que no son mescaleros, Ross. Eso es una gilipollez. Son Arapahoes.
–¿Me insultas?
–Eh, Ross, guarda el revólver. ¿Has bebido demasiado?
En fin, que Ross y Lancy se liaron a tiros. En el tiroteo murieron los dos, incluso un mexicano que, como en las películas, cayó de la azotea de una casa cercana. Cuando ya estaban todos muertos, recogí sus revólveres, aún calientes, para que nadie más se lastimara. Y entonces llegó un grupo de indios, arapahoes y mescaleros juntos, y también seminolas, y paiutes, y navajos, y pies negros. Un hatajo de indios mezclados, en fin.
–Jau –dijo uno, que parecía el jefe.
–Hola, qué tal –dije yo.
–Mmmm –dijo el jefe indio mientras observaba los cadáveres y me observaba a mí, desnudo y armado hasta los dientes.
El indio bajó del caballo y se acercó, cómo no, a los arbustos. Y olfateó mis excrementos, como cualquiera que había pasado por allí en los últimos veinte minutos.
–Mmmm. Hombre blanco. No más de veinte minutos –anunció.
Después me miró con atención y volvió a contemplar los cadáveres.
-¿Hombre blanco desnudo ha hecho todo eso? –dijo, señalando a lo que quedaba de Ross y Lancy.
–Emmm… –dije yo.
–Mmmm. No contarmelo. Da igual. Hombre blanco desnudo que mata hombres blancos muertos, es amigo pueblo indio. Toma, amigo.
El gran jefe indio me regaló un caballo blanco y negro. Y crucé el Río Grande a caballo y llegué a Tijuana, y viví siete días del amarillo de la cerveza de Chávez, del rojo de su vino, del negro de los cabellos de Patricia Teresa, del blanco de su falda, del rosa de sus pechos, del marrón de sus ojos, del verde del dólar con el que le compré una flor azul.

7 de septiembre de 1998
Traducido al castellano y adaptado para Patricia Teresa en mayo del 2001

¿Morirse? ¿Para qué?

“A menos que uno pueda observar el remordimiento y el dolor de los que te lloran, sin duda no hay ninguna satisfacción especial en el hecho de estar muerto”

(Truman Capote: One Christmas)

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Tiempos modernos

“Dos hombres estaban asaltando a una señora de edad. Dios mío, pensó Weinstein, en otros tiempos bastaba una sola persona para hacer ese trabajo”

(Woody Allen: Without feathers)

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